Los pequeños focker, de Paul Weitz

Más de lo mismo… pero conocido

Por: Íñigo Montoya

A “veces más de lo mismo” no necesariamente significa un defecto en una película. Hay ocasiones en que realmente uno quiere más de los mismo: Terminator, Volver al futuro, el Batman de Christopher Nolan, Toy story, en fin. Eso es cuando “más de lo mismo” no alcanza a agotar la fórmula, cuando a los esquemas y elementos conocidos todavía se les puede sacar provecho de una forma original o novedosa. Pero tal no es el caso de esta película.
La cinta muestra de nuevo las vicisitudes del torpe y siempre con mala suerte Gaylor Focker, interpretado por un Ben Stiller que se repite en cada película cómica donde él es el protagonista. Parece siempre el mismo personaje puesto en distintas películas con variaciones de argumento: el vigilante de un museo que es divorciado, el hombrecito que está loco por Mary, el inseguro novio de Polly, el recién casado que descubre que su esposa es casi una sicópata, el amigo de un inventor de mal gusto, etc.
La esencia de esta saga está en la relación tensionante entre el casi pusilánime Gaylor Focker y su rígido suegro ex agente de la CIA. En la primera entrega este planteamiento fue realmente original y divertido, mientras que en la segunda funcionó muy bien traer como refuerzos a los dos padres Focker, sin embargo, en esta tercera ya no hay novedad. Prácticamente el conflicto y su planteamiento es una mala mezcla de las dos cintas anteriores.
No se trata tampoco de una cinta tediosa o detestable, porque algunos buenos momentos tiene, como cuando Gaylor pone una inyección a su suegro o cuando el mismo Gaylor es acosado sexualmente por Andi García. Pero a pesar de esos momentos, la mayor parte de la película transcurre sin sorpresas ni situaciones que ya no hayan ocurrido antes o que el espectador no pueda anticipar. Esto porque es más de lo mismo pero ya conocido (dos veces).