Todo Comenzó por el fin, de Luis Ospina

Una obra final, una obra completa

Manuel Zuluaga

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Con viejas técnicas de la casa, Luis Ospina continúa su obra  documental en video, explorando y retratando la vida de artistas reconocidos. Trátese de músicos, pintores o escritores, siempre ha sido consecuente con su manera de representar, no solo la intimidad de estos, con todo lo que implica, debilidades y fracasos; sino además su vínculo con la sociedad, enmarcándolos siempre en contextos que los apabullan y que definen sus actitudes. De allí que su ejercicio como realizador necesite de tanta investigación y trabajo etnográfico, comprometiéndose siempre con los personajes de sus historias,  manteniendo una relación ética que le permita abarcar la totalidad de matices que comprenden estos artistas, y llegando a un nivel de intimidad que se hace evidente con la empatía que tiene con cada uno de ellos.

En Todo Comenzó por el fin, su última película, los métodos y formas son los mismos, división por capítulos, mucho material de archivo, entrevista  a los implicados indirectos del artista, etc. Solo que esta vez el personaje al que se le hace el retrato es un grupo de amigos que tuvieron la iniciativa y la convicción de hacer cine a toda costa, conocidos como “Caliwood” y del cual hacía parte el mismo Luis Ospina. Esta película es una autobiografía de las tres personalidades más destacadas que integraban este grupo: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina. Sin embargo, lo más innovador en esta película, con respecto a su obra, es que Ospina se expone como nunca lo había hecho, y a pesar de que siempre aparecía como partícipe en sus películas, esta la protagoniza y se expone explotando su figura, para generar una reflexión ambigua  sobre una vida entregada al cine, y su infelicidad por haberse convertido en un anciano senil. Pues de una manera muy autocrítica y tácita, nos entrega imágenes de él desnudo, internado en un hospital, en silla de ruedas, imágenes que hacen contraste con la fuerza y vertiginosidad  de las imágenes de su juventud y de las parrandas de Mayolo y la vida intensa de Caicedo, sugiriendo así que es mejor estar muerto que enfermo terminal.

Así mismo, asume esta película como  una tarea final de representar lo que fueron para el país, comprometiéndose a hacer el retrato de su grupo y su generación, una búsqueda que ya anunciaba en Un tigre de papel (2007); y en ese intento se excede en tres horas y media, algo pretensiosas y aduladoras, que más que un buen ejercicio audiovisual, que resalte sobre las demás de sus películas, termina siendo un archivo útil para los que estudian historia del cine y les interesa la farándula. Para el bien de su obra, espero que con esta anuncie el final de su carrera y marque la conclusión de su búsqueda temática  y autoral.

Luis Ospina

Norma Desmond en Caliwood

Oswaldo Osorio

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Como un hombre del Renacimiento, pero en el contexto del cine, para Luis Ospina fue impensable dedicarse a una sola cosa. Se le conoce más como cineasta, especialmente como documentalista, pero también ha hecho ficción y experimental. Además, ha sido crítico de cine, ensayista, cineclubista, actor, montador, profesor, guionista, camarógrafo y, últimamente, organizador de un festival de cine.

En esencia, entonces, es un cinéfilo en el sentido pleno de la palabra. Esta cinefilia empezó, como muchos de su generación, cuando le regalaron una cámara de niño y cuando iba a cine todos los domingos. Y entre una y otra cosa se ha pasado la vida: haciendo cine y viendo cine, principalmente. Por eso y para eso comenzó estudiándolo, como pocos de su generación, y entre finales de los años sesenta y principios de los setenta estuvo en la Universidad del Sur de California – USC y en la Universidad de California – UCLA.

Caliwood

Ospina es una de las patas del trípode sobre el que se apuntaló el proyecto Caliwood. Las otras dos son Carlos Mayolo y Andrés Caicedo. Este ya mítico proyecto fue construido desde principios de la década del setenta a partir de la obra cinematográfica de Ospina y Mayolo, el Cine Club de Cali y la revista Ojo al Cine. El motor que movió este proyecto fue también la cinefilia, y en torno a ese amor por el cine, al talento y pasión de estos tres personajes y su decidida amistad, se dio una movida cinematográfica y cultural a la que se vincularon muchos otros artistas e intelectuales y la ciudad entera, mientras el país los siguió atento.

En Ojo al Cine Luis Ospina fue fundador, editor, crítico y reportero; mientras que en el cine club fungió como codirector por varios años. Pero sus aportes más reconocidos a este movimiento son por cuenta de su obra fílmica, la cual empezó aun antes de hacer sus estudios de cine, apenas a los quince años, con un corto titulado Vía cerrada (1964), en el que ya se vislumbra su espíritu pesimista y cuestionador del mundo que lo rodea, pues en él un joven aburrido de su ciudad va al encuentro de su propia muerte. Este espíritu no solo se puede leer en su obra, sino que el mismo director lo expresa siempre de forma manifiesta: “Soy una persona que no es muy optimista sobre el futuro y sobre la humanidad en general, sobre lo que es el proyecto humano en esta tierra.”[1]

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