Más allá de la vida, de Clint Eastwood

Aproximaciones a la muerte

Por: Oswaldo Osorio

Hay para quienes lo sobrenatural es equiparable con la ciencia ficción. Tanto lo uno como lo otro estarían en el rango de las creaciones o concepciones fantásticas que tienen la humanidad, ya por necesidad en su búsqueda de respuestas, ya como artilugio ficcional o literario para usarlo en su reflexión sobre la condición humana. Es decir que, independientemente de si se cree o no en la existencia de esas realidades, esto no interfiere con sus posibilidades como relato de ficción y con su poder para comunicar ideas o transmitir emociones, y eso es lo que hace esta película.
Esta aclaración inicial es un poco en defensa de su director, Clint Easwood, quien parecía ajeno a este tipo de temas. Y es que esta película suya parte de la posibilidad de la vida después de la muerte y de la efectiva comunicación entre un mundo y otro. Su premisa sobre el tema la plantea a partir de tres personajes que protagonizan historias paralelas y con cada uno expone, de forma distinta, este acercamiento al contacto con la muerte.
Es que a Eastwood casi siempre se le ha visto como un hombre duro y escéptico, primero en su etapa como actor y luego con muchos filmes que ha dirigido. Por eso sorprende que se haya decidido por este tema. No obstante, aquí se aplica lo que se argumenta atrás, es decir, el tema en cuestión lo utiliza para hablar de lo que ha hablado en muchas de sus películas, sobre todo en las últimas dos décadas, esto es, las emociones y decisiones de las personas frente a los desafíos de la sociedad y el destino.
De otro lado, en esta película, nuevamente, llama la atención su estilo clásico en la construcción del relato y en la puesta en escena. Un estilo que en estos tiempos de manierismo narrativo y efectismo visual se antoja austero, lo cual no es, por supuesto, de ninguna forma un reproche, sino todo lo contrario. En esta película, especialmente, se toma su tiempo para contar con claridad su historia y construir con firmeza a sus tres protagonistas. Por eso tal vez sea una cinta que preferiblemente debería ser vista en una sala de cine, para tener la concentración que dicho espacio permite.
Y es que las tres historias, en principio, apenas están relacionadas por el tema de la cercanía con la muerte. Por lo demás, su director no hace concesiones con el espectador explicándole todas las razones de sus personajes o apurando la conexión entre ellos. Por eso es un relato que exige una paciencia que será recompensada más adelante, cuando todo llegue a tomar forma.
Entretanto, sus tres personajes por separado libran batallas con su entorno, y en esa confrontación la película nos revela -como sólo una buena obra y un buen autor saben- sus más sutiles emociones y sus más vívidos sentimientos, así como variaciones sobre las miradas y las experiencias con el tema del “más allá”. Sin que tampoco se muestre reflexivo o concluyente, sino un discreto pero eficaz tono sugerente que surtirá su particular efecto según las creencias de cada espectador.
De manera que, ya sea uno escéptico o no con este tema, lo que se impone es el estilo cinematográfico firme y definido de un director incombustible, un autor que conoce tanto del lenguaje del cine como la naturaleza humana. Y en ambos tópicos esta cinta consigue dar cátedra.