El príncipe de Persia, de Mike Newell

Una refrescante aventura

Por: Íñigo Montoya

Cada vez es más difícil que el cine de género y, más aún, una superproducción, nos sorprenda, o al menos no parezca el mismo chicle masticado de siempre. En esta película sus realizadores consiguen que eso no suceda, que no veamos la misma película de aventuras y acción que recala en las pantallas cada temporada de vacaciones, más aún en esta era de la imagen digital.

Es cierto que el esquema general de esta cinta es ya terreno transitado, pero la película hace la diferencia a partir de distintos elementos. El héroe y sus adversidades, para empezar, resultan, si no originales, al menos con ciertas variables novedosas; la esencia de la historia, una traición palaciega como muchas hemos visto, se alimenta de una leyenda que le aporta algo de misticismo al relato; y la trama de acción no depende tanto de los efectos especiales (con todas esas criaturas que ahora la imagen digital puede crear, como en Furia de Titanes, por ejemplo), sino que todo se lo dejan a la narrativa visual y a las capacidades atléticas de los personajes.

Este sentido de la acción, sin tanta carga de los efectismos técnicos, es una de las cosas más atractivas del filme, una cualidad que es heredada de su fuente original, esto es, el célebre video juego del mismo título. Además, el elemento argumental de poder manipular el tiempo, le da un ingrediente que complementa las posibilidades de la acción y las sorpresas de la trama.

En definitiva, es posible que si nos ponemos a enumerar las características de esta cinta, parezca coincidir con todas las demás de su tipo (cine de acción y aventuras de época), pero cada una de esas características tiene el giro adicional para hacerla un tanto más novedosa y lograr que, en conjunto, toda la película se antoje como una cinta de género entretenida y que llega a refrescar el esquema.