“La Cancillería no está funcionando bien. Hay desarticulación y falta de línea en muchos temas”. Así lo advirtió un exalto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores luego de que, tras sus duros roces con el canciller Álvaro Leyva, saliera de su cargo la hasta este martes vicecanciller Laura Gil. En pocas palabras, hay un desorden interno que amenaza con volverse inmanejable.
Leyva removió de su cargo a Gil en un proceso polémico. Primero, ella hizo saber que se enteró por un comunicado de prensa –aunque en el Ministerio aseguraron que estaba previamente notificada– pese a haber llegado al cargo con el respaldo del propio presidente Gustavo Petro; y dos, la información le llegó mientras estaba en misión diplomática en Austria.
En efecto, Gil viajó a Viena (capital de ese país europeo) para presidir la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas (ONU) a nombre de Colombia. Y allí, en medio de esas sesiones, se enteró de su salida. Ahora bien, para ella se solicitó precisamente en Austria el beneplácito para que fuera admitida como próxima embajadora, aunque eso aún no se ha concretado.
Leyva le había remitido el mensaje a través de un emisario de que la enviaría a esa Embajada, pero ella no estaba conforme con el nombramiento. Y para acabar de ajustar, apenas la semana antes de la Comisión –y sin darle tiempo de prepararse– le encargaron encabezar la participación del país en ese encuentro de la ONU.
A todo esto se le debe sumar que, según fuentes de la misma Cancillería, lo paradójico –y que muestra más desorden– es que Gil sale del Ministerio por sus roces con Leyva, su jefe, pero si acepta esa embajada él seguiría siendo aún su superior.
Tal y como lo había dicho este diario, Gil no ve en Leyva un experto en relaciones internacionales y por eso no lo considera idóneo para el cargo; entre tanto, él la ve a ella como una persona que, en pocas palabras, le quiere hacer cajón y torpedear su gestión.
Teléfono roto en Cancillería
Pese a que la cuestión de los narcóticos es un tema que está en la primera línea de intereses del Gobierno de Petro, la Casa de Nariño terminó mandando a ese foro a una funcionaria de segundo nivel (Laura Gil) y no al mismo mandatario o el canciller (delegados de primer y segundo nivel).
En diplomacia todo comunica y el rango de quien viaja a un evento internacional da cuenta de qué tan relevante es ese asunto para la agenda del Estado. Y, como se dijo, Gil fue designada para esa tarea apenas unos días antes del viaje.
“Este es el evento diplomático que preside Colombia más importante para el Estado. Nosotros no lideramos ninguna instancia mundial importante y, cuando nos toca liderar la Comisión de Drogas de la ONU, el doctor Leyva es poco diplomático y la embarra. Lo que hizo no está bien, no tiene sentido”, cuestionó el representante del Pacto Histórico, Alejandro Ocampo.
Cuando Gil terminó su intervención, en la delegación del Ministerio de Relaciones Exteriores comenzó a comentarse el comunicado que había publicado el despacho informando que la nueva vicecanciller de Asuntos Multilaterales sería Elizabeth Taylor Jay, actual embajadora de Colombia ante La Haya y quien tenía a su cargo la defensa del Estado en el litigio por mar territorial contra Nicaragua.
Luego de que fuera noticia, los mismos subalternos que estaban en Viena se lo informaron Gil. Así, la que Petro y Leyva habían enviado como emisaria de Colombia para hablar de la política contra las drogas terminó sin siquiera saber si todavía tenía el poder de ocupar la silla que le habían delegado en ese evento de Austria.
Pero no es lo único. Allá mismo, en Viena, estaba el hasta ahora embajador de Colombia ante Austria, Miguel Camilo Ruíz, un funcionario de carrera diplomática que venía ocupando ese puesto desde agosto de 2018.
A Ruiz Blanco le corrieron la silla para dársela Gil mientras ambos estaban en el mismo recinto, aunque este diario conoció que al delegado ya le ofrecieron otro cargo dentro del cuerpo diplomático.
En ese contexto, hay quienes dicen que la exviceministra pensó que lograría mantenerse en el cargo por ser una cuota directa de Petro y no del Canciller, pero la confianza que le dio el mandatario en agosto terminó sin servirle para quedarse en el Palacio de San Carlos.
El ruido por la gestión de Leyva
En los pasillos del Ministerio se comenta que hay desórdenes en el manejo de la política exterior y la migración. En lo primero, el canciller está enfocado en la paz total, más que en las relaciones internacionales; y, en lo segundo, critican que en Migración Colombia –entidad adscrita a ese despacho– el foco ha sido la situación de los connacionales en el exterior y no la lupa a los fenómenos migratorios que pasan por Colombia así el Ejecutivo omita verlos.
Es más, a veces a Leyva ni lo ven porque en los dos meses y medio que van de este año ha estado en misiones diplomáticas en 12 países y, cada que se va, deja como encargados o al viceministro Francisco Coy, quien es embajador de carrera, o al secretario general Jóse Antonio Salazar Ramírez, quien es un amigo suyo que llegó con él a la cartera.
Las movidas de Leyva para nombrar altos cargos también han despertado críticas. El Canciller puso como director de la Academia Diplomática a Jorge Alberto Rivadeneira Ramírez, un académico que trabajó en la Universidad Nueva Granada. Él entró en reemplazo de la embajadora de carrera Martha Irma Alarcón.
Palabras más palabras menos: un no diplomático quedó a cargo de la institución que entrena a los representantes de Colombia ante el mundo.
Hay otra movida que despertó suspicacias y es que a la ahora exdirectora de Jurídica Internacional, Alejandra Valencia, le pidió la renuncia para poner en ese cargo a una persona del ala suya, un asiento determinante dentro del Ministerio porque es el que estudia a quiénes se les otorga la nacionalidad colombiana.
El relevo se da justo tras la polémica por las nacionalidades colombianas que ha otorgado el Gobierno a personas cercanas al Presidente y la Primera Dama, Verónica Alcocer. ¿Coincidencia que el Ministro busque a una persona de sus entrañas para este cargo?
A la polémica sobre Leyva se suman dos acusaciones de feministas cercanas al Pacto Histórico. La primera es de la excandidata a la Vicepresidencia, Ángela María Robledo, quien dijo que “los gritos de Álvaro Leyva se oyen por toda la Cancillería”. Los trabajadores de ese despacho omiten comentar sobre ese señalamiento.
Y la segunda es de un tema más delicado, pues la bloguera Sara Tufano sostuvo: “Con pretexto de conseguirles un trabajo, el canciller Álvaro Leyva tiene la costumbre de caerle a mujeres 40 o 50 años más jóvenes. Además, ejerce violencia psicológica contra ellas”.
EL COLOMBIANO se comunicó con la Cancillería para conocer su respuesta a esas acusaciones, pero hasta el cierre de esta edición no había un pronunciamiento oficial del despacho sobre las nuevas polémicas que tocan la gestión del conservador Leyva . n