Con desafíos claros como consolidar su tarea humanitaria en el marco de un posible posconflicto y además asegurar los recursos para sostenerse, la Cruz Roja Colombiana cumple hoy 100 años de creación.
Para Fernando José Cárdenas, presidente Nacional del organismo de socorro, aunque han sido varios los hechos dramáticos que los han marcado —tanto desde el conflicto como desde los desastres— lo que ha pasado es que se han fortalecido, al punto de que hoy son reconocidos a nivel internacional. “Nuestra historia se ha ido escribiendo simultáneamente con la historia del país y por eso está llena de desastres y de conflictos. La Cruz Roja no puede ser menos de lo que es”.
¿Qué hace una organización como la Cruz Roja para sostenerse 100 años?
“El secreto radica en que la Cruz Roja está concebida desde una materia prima fundamental que son las buenas personas. Eso es suficiente”.
Generalmente el país ve a los socorristas en las tragedias, ¿qué hay del trabajo silencioso que ustedes hacen?
“Eso es cierto. Todos los días hacemos un trabajo silencioso. Por ejemplo, nadie sabe de nuestro trabajo con el agua. Entre 2014 y 2015, suministramos 200 millones de litros de agua potable a poblaciones que no la tenían, esto a través de una red de plantas potabilizadoras. En Yopal llevamos dos años y medio suministrándole agua al 45 por ciento de la población. En Tumaco, con ocasión del derrame de petróleo, suministramos 250.000 litros diarios de agua durante un mes. Hacemos otra serie de tareas que son silenciosas, pero permanentes como evitar que los niños sean atrapados por la violencia. En eso estamos trabajando con las comunidades”.
Eso suena a que están listos para el posconflicto...
“Sí. Somos conscientes de que nos tocó trabajar, hasta ahora, en un país muy difícil, en un país especialmente vulnerable a todas las formas de violencia que produce el conflicto armado. Una de nuestras tareas fundamentales es buscar un país en paz. En conjunto con el Comité Internacional de la Cruz Roja venimos estructurando una política de reconciliación. Ahora, el vocablo paz para nosotros no resulta todavía tan relevante y como se ha politizado tanto procuramos no usarlo. La paz es más una aspiración a futuro, es más el resultado de un proceso de reconciliación y de reencuentro de los colombianos y, desde luego, de una intervención activa del Estado para garantizarles a los colombianos las necesidades insatisfechas. Estamos convencidos de que es mejor hacer nuestra labor humanitaria en un país en paz”.
Pero entonces, ¿creen en el posconflicto?
“Usamos la palabra pos acuerdo porque aunque semánticamente cualquiera de las expresiones puede ser válida, debemos ser cuidadosos de no generar ideas preconcebidas. Hablar de posconflicto podría ser entendido como el hecho que terminado el acuerdo se acabó el enfrentamiento, o que silenciados los fusiles se pueden solucionar las problemas. No es así. Somos conscientes de que se vienen nuevos fenómenos y nuevos desafíos humanitarios. Sin embargo, tenemos muy claro que hemos desarrollo herramientas del trabajo con la comunidad y con los actores armados que nos permiten contribuir de manera más eficiente a la reconciliación de los colombianos”.
¿Alguna vez el conflicto armado no les permitió hacer su labor humanitaria?
“No. Afortunadamente la Cruz Roja ha logrado generar un altísimo nivel de respeto. Nos ufanamos al decir en que podemos llegar a todos los rincones del país a desarrollar nuestra acciones humanitarias sin que tengamos problemas”.
Desde otro frente le preguntó: ¿cree que el país está listo para el cambio climático?
“No. En algún momento se puede desbordar la capacidad de respuesta no solo de la Cruz Roja sino del país. Al cambio climático no se le ha puesto mucha atención. Sí, es cierto, nosotros desarrollamos muchas acciones derivadas, por ejemplo, acompañamos a comunidades que han sido víctimas del cambio climático, especialmente en La Guajira y también en doña Ana, en Sucre”.
¿El país no ha aprendido sabiendo que en los últimos años hemos sufrido tanto por inundaciones?
“Hemos aprendido. Hoy el país tiene un sistema de gestión del riesgo del más alto nivel con una gran capacidad de acción, pero siempre será inferior a la dimensión y al tamaño de los desastres que se pueden dar por el cambio climático”.
Es paradójico: todo el conocimiento que tiene la Cruz Roja es precisamente por los desastres que el país ha vivido y por el mismo conflicto.
“Sin duda. Sostengo que un país tiene la Cruz Roja que necesita. Nuestra historia se ha ido escribiendo simultáneamente con la historia del país y ha sido una historia llena de desastres y de conflictos. Entonces, la Cruz Roja no podía ser menos de lo que es, una Cruz Roja preparada para atender todos los desafíos humanitarios que el país tiene. Nos hemos hecho fuertes”.
¿Cómo se financian?
“A la Cruz Roja Colombiana le cuesta mucho vivir. La acción humanitaria, el salvar vidas y el evitar el sufrimiento humano cuesta mucha plata. Existen unas ideas preconcebidas que tiene la gente sobre la Cruz Roja: la primera es que nosotros tenemos la peor fama que una persona puede tener y es tener fama de rica. Ya que cuando uno tiene fama de rico nadie le da y cuando uno pide no le creen y no le dan. Ese paradigma hay que romperlo. Nosotros no somos ricos, necesitamos ayuda. El segundo paradigma es que creen que el Gobierno Nacional nos dota de recursos y eso sería absolutamente impensable de nuestra parte. Y el tercer paradigma es que piensan que a nosotros desde Ginebra nos llega dinero, cuando es al revés ya que nosotros para pertenecer a la Federación debemos pagar una membresía”.
Pero entonces, ¿cómo se sostienen?
“De la suerte. Vivimos especialmente de la explotación de la Lotería de la Cruz Roja Colombiana. También digo que es un milagro vivir de la Lotería. ¡Vivimos de milagro!. También nos financiamos con los recursos que deja el Banco Nacional de Sangre que no son muchos y que cada vez son menos y de lo que queda de la ejecución de convenios de carácter nacional e internacional”.