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Criminales perfeccionan los atentados con drones. ¿Cómo está respondiendo el Estado colombiano?

Los terroristas perfeccionan los ataques con estas naves no tripuladas; el Estado invierte en sistemas antidrones.

  • Tanto la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) como el Ejército incrementaron sus cursos de operación de drones y sistemas antidrones, para responder a la nueva amenaza terrorista. FOTO cortesía de la fac
    Tanto la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) como el Ejército incrementaron sus cursos de operación de drones y sistemas antidrones, para responder a la nueva amenaza terrorista. FOTO cortesía de la fac
  • Este es el sistema DroneGun MK4 que compró el Ejército a una empresa australiana. Al apuntarle al dron, lo obliga a aterrizar. FOTO cortesía
    Este es el sistema DroneGun MK4 que compró el Ejército a una empresa australiana. Al apuntarle al dron, lo obliga a aterrizar. FOTO cortesía
hace 5 horas
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Los soldados del Batallón Especial Energético y Vial Nº 10 recibieron la orden de marchar por el monte al anochecer, para evitar ser detectados en una zona plagada de terroristas. Y así lo hicieron, suponiendo que la oscuridad confundiría a los campaneros en tierra, pero sin imaginar que los vigilaban desde el aire con tres drones equipados con cámaras infrarrojas y sensores de calor.

Entonces el manto de la noche actuó en contra, porque nadie vio venir a las máquinas antes de que soltaran sus letales granadas de mortero. Tres soldados profesionales muertos y ocho heridos fue el resultado de un bombardeo inédito, ocurrido el pasado 20 de julio en el municipio de El Carmen, Norte de Santander, y el cual fue ejecutado por el ELN.

Aunque los ataques con drones terroristas en Colombia comenzaron desde 2024, hasta ahora todos eran a plena luz del día, pues los operadores necesitaban ver a su blanco para lanzar los artefactos explosivos; sin embargo, el atentado de El Carmen es el primero documentado en la noche, y esto implica una sofisticación de la técnica que preocupa a las agencias de seguridad.

Fuentes de Inteligencia le explicaron a EL COLOMBIANO que un ataque de estas características implica el uso de aeronaves no tripuladas con mayor capacidad de carga, no solo para transportar las granadas, sino también los sistemas de cámaras térmicas e infrarrojas. “Para que un golpe así funcione, se necesita un piloto a distancia con muy buen entrenamiento nocturno y conocimiento del terreno”, reconoció uno de los agentes consultados.

Inteligencia Militar tenía información del uso de drones por parte de los terroristas para vigilancia aérea desde 2021, cuando le incautaron uno con cámara infrarroja a “Cabuyo”, el cabecilla de las disidencias del frente 36 de las Farc. Con ese aparato monitoreaba los movimientos de las tropas en el cañón de San Pablo, en el norte de Antioquia.

En 2023 se conocieron grabaciones de ensayos de las disidencias del Cauca, lanzando granadas desde drones como entrenamiento. Hoy lograron combinar los dos sistemas, lo que plantea grandes retos para la seguridad.

Uno de esos desafíos es la facilidad con la que se adquieren en el mercado abierto estos aparatos. Un dron comercial con cámaras térmicas se ofrece por $35 millones en las páginas web convencionales, y a estos les adaptan el mecanismo sujetador y las granadas artesanales analizando tutoriales de Youtube.

La matanza de El Carmen es el reflejo de una nueva realidad del conflicto armado en nuestro país, en la que las Fuerzas Militares y los civiles ya no solo tienen que preocuparse por los campos minados, los carrobombas o las rampas para lanzar cilindros de gas llenos de explosivos, sino de ataques aéreos cada vez más letales.

El general (r) Guillermo León, excomandante de la Fuerza Aérea y actual presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares (Acore), comentó que en los últimos dos años han muerto ocho miembros de la Fuerza Pública y 93 han quedado heridos por atentados con esos aparatos; la muerte también alcanzó a dos civiles y 34 más sufrieron lesiones.

“Estos ataques han expuesto la falta de regulación específica y generado nuevos desafíos humanitarios, pues esos grupos armados están aplicando tácticas de guerra asimétrica que no distingue entre militares y civiles”, dijo.

Y agregó que “el conflicto ha entrado en una fase en la que la superioridad aérea ya no es exclusiva del Estado, lo que debilita su capacidad de control territorial y aumenta la inseguridad para la población”.

Evan Ellis, investigador de Estudios Latinoamericanos del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU., señaló que “la Policía y las Fuerzas Militares colombianas ya no pueden contar con que sus movimientos en el terreno son secretos, han perdido una ventaja importante de sorpresa y maniobra. Ahora deben ajustar su doctrina para operar de forma diferente”.

La respuesta del Estado colombiano a los drones terroristas

El Estado no se ha quedado atrás y las inversiones para ponerse a la delantera van a incrementarse. “Los drones llegaron para quedarse y aquí tenemos que desarrollar una capacidad muy fuerte de anti-drones, pero también de emplearlos en medidas de ataque”, declaró esta semana el ministro de Defensa, general (r) Pedro Sánchez, en Tocancipá, Cundinamarca, durante una reunión estratégica del Grupo Social y Empresarial de la Defensa (GSED), el cual agremia a 19 compañías del sector.

Entre ellas, una de la responsable del desarrollo de los drones es la Corporación de la Industria Aeronáutica Colombiana (CIAC), que desde 2021 ha fabricado tres modelos con manufactura 100% nacional.

El primero fue Quimbaya, con funciones de vigilancia, búsqueda, reconocimiento y apoyo de operaciones militares; el segundo, Coelum, que a las funciones anteriores le agregó sistemas para el monitoreo de volcanes y alertas hidrográficas.

El último fue presentado este mes: el Dron de Reconocimiento y Ataque Guiado para Operaciones Militares (DRAGOM), que como su nombre lo dice, tiene la misión de atacar objetivos y capacidad para lanzar explosivos con alta precisión.

Este es el sistema DroneGun MK4 que compró el Ejército a una empresa australiana. Al apuntarle al dron, lo obliga a aterrizar. FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> cortesía</span></b>
Este es el sistema DroneGun MK4 que compró el Ejército a una empresa australiana. Al apuntarle al dron, lo obliga a aterrizar. FOTO cortesía

Las inversiones también se reflejan en el incremento de los cursos para los operadores de drones. El Comando de Educación y Doctrina del Ejército lanzó el pasado mes de abril el primer Entrenamiento Operacional contra Ataques de Aeronaves No Tripuladas; y la Escuela de Aeronaves Remotamente Tripuladas de la Fuerza Aeroespacial rediseñó el curso de Operador de Drones Tácticos.

La compra más reciente y conocida públicamente (porque hay otras secretas) es la de 40 unidades del sistema antidrón DroneGun MK4, fabricados por la empresa australiana DroneShield, especializada en desarrollar soluciones contra esas máquinas.

Lo que hace una DroneGun es interrumpir la señal que dirige al dron, obligándolo a aterrizar o alejarse. ¿Servirá para mitigar los atentados terroristas con ese método, que ya suman 400 desde el año pasado?

El general (r) León expresó que para enfrentar la amenaza se requiere una estrategia integral que combine tecnología de defensa, Inteligencia, entrenamiento especializado y regulación jurídica.

“Es urgente actualizar el marco jurídico colombiano, creando leyes que regulen el uso, venta y modificación de drones, con registros obligatorios y sanciones agravadas para quienes le den un uso criminal”, acotó, y añadió que debe fortalecerse el control del comercio de drones en canales digitales.

Para el profesor Ellis son fundamentales los sistemas antidrones y la inversión en vehículos blindados, “pero lo más complicado es cambiar la forma de las operaciones militares ofensivas, por el riesgo de perder el elemento sorpresa”.

La guerra de drones en el mundo

Lo que sucede en Colombia es una pequeña muestra de lo que pasa en los conflictos internacionales, en los que los drones se han convertido en el arma predilecta.

El pasado 9 de julio Rusia lanzó contra Ucrania el ataque de drones más masivo de la historia, con 728 máquinas que bombardearon las regiones de Volinia y Donetsk, matando a ocho civiles y dejando cuantiosos desastres en la infraestructura.

Los rusos están usando drones suicidas de referencia Shahed, fabricados por Irán, los cuales tienen la función de localizar un blanco, perseguirlo y explotar al impactarlo, por lo que se les clasifica como “munición merodeadora”. También han sido empleados recientemente en el conflicto entre Irán e Israel.

Ucrania, por su parte, está contraatacando con otro tipo de dron kamikaze de fabricación estadounidense, llamado Switchblade. El golpe más importante con esta herramienta lo dio el pasado 1° de junio en la Operación Telaraña, cuando logró infiltrar camiones civiles en territorio ruso, desde los cuales despegaron enjambres de drones suicidas que atacaron las bases aéreas del enemigo, destruyendo 41 bombarderos, cazas y otras aeronaves estratégicas.

En el desarrollo de aeronaves no tripuladas, la delantera la llevan EE.UU., China, Israel, Rusia y Turquía. La producción de nuevos modelos se da entre el sigilo y la propaganda disuasiva, pues las potencias mantienen en reserva muchas de sus innovaciones.

No obstante, diversas operaciones militares han sacado a la luz pública algunos de los drones más poderosos, como el Hermes 900, fabricado por Israel y usado por varios países, entre ellos Colombia.

Su función principal es el reconocimiento y retransmisión de comunicaciones, pesa 970 kilos, posee una envergadura de alas de 15 metros y una autonomía de vuelo de hasta 36 horas.

Uno de los más temidos es el MQ-9 Reaper de Estados Unidos, un monstruo de 2,2 toneladas, que alcanza los 480 kilómetros por hora y tiene la capacidad de cargar una gran variedad de bombas y misiles.

Los norteamericanos lo utilizan para vigilar sus fronteras y detectar narcos e inmigrantes ilegales, así como para misiones en el extranjero.

La más recordada fue el ataque que le quitó la vida al general iraní Qasem Soleimani, el 3 de enero de 2020 en Irak. El presidente Donald Trump lo consideraba “el terrorista número uno” en Medio Oriente, por lo que autorizó la operación.

El MQ-9 Reaper acechó desde el aire el convoy de vehículos en el que viajaba, por una carretera de Bagdad, y le disparó dos misiles Hellfire R9X, también conocidos como “bombas ninja”, porque segundos antes del impacto despliegan unas cuchillas que parten todo lo que tocan.

La misma arma lanzada de otro MQ-9 Reaper fue empleada el 31 de julio de 2022 en Kabul (Afganistán), para matar a Ayman al Zawahiri, el sucesor de Osama Bin Laden en la jefatura del grupo terrorista Al Qaeda.

El mes pasado el Departamento de Defensa de EE.UU. le adjudicó un contrato de 200 millones de dólares a la empresa OpenAI, que desarrolla programas de inteligencia artificial (IA), como el famoso ChatGPT. El propósito del convenio es crear aplicaciones de IA para mejorar las operaciones del Ejército, lo que incluye la operación de los drones.

Esta clase de alianzas, entre la industria militar y las empresas de tecnología, auguran la pronta aparición de aeronaves no tripuladas más letales y sin el margen de error humano, sino es que ya desplegaron sus alas sin que nos diéramos cuenta.

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