La incorporación de conceptos como inteligencia artificial, aprendizaje de máquinas, minería de datos, sensorización y robótica al proceso productivo de las diferentes industrias es lo que se conoce como Cuarta Revolución Industrial, un cambio radical que termina por afectar de muchas formas el mundo de hoy y exige a los profesionales actuales y futuros una actualización en sus conocimientos y en la forma de concebir sus respectivas disciplinas. Las facultades de ingeniería y ciencia son las primeras en responder al desafío.
Por más que la tecnología exija una actualización en los currículos, las universidades insisten en que la base de las disciplinas sigue siendo la misma. “Los programas clásicos como ingeniería química, mecánica, civil e industrial tienen fundamentos que van a seguir existiendo con todas las revoluciones que aparezcan (...) Lo que sí se tiene que hacer es adaptar la parte tecnológica”, explica Roberto Hincapié, decano de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB).
A esos programas clásicos les han surgido compañeros más modernos como la Nanotecnología y la Ciencia de Datos, pero la paradoja está en que el proceso de creación de un pregrado toma alrededor de dos años, entre su concepción y aprobación por el Ministerio Nacional de Educación, y cinco más que se requieren para ver la primera promoción, mientras las tecnologías de la Cuarta Revolución se mueven mucho más rápido. Por eso, la primera respuesta de las facultades se da a través de formación continua y posgrados.
“Quienes están en ejercicio tienen que seguirse formando, entender que hay una vida después del pregrado y que la actualización es fundamental. Si dejamos de estudiar las tecnologías emergentes vamos a estar fuera, es equivalente a haber desertado”, afirma Rafael García, decano de la Facultad de Ingeniería, Diseño e Innovación del Politécnico Grancolombiano.
Contrario a lo que se pueda pensar, los ingenieros y científicos colombianos en formación no se encuentran en desventaja frente a sus pares europeos o asiáticos. Así lo afirma Ricardo Taborda, decano de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Eafit: “Las capacidades intelectuales, académicas y técnicas del entorno colombiano no son muy distintas de las del internacional, donde está la gran diferencia es en los recursos y en la facilidad que estos ofrecen para materializar las soluciones”. A pesar de que sería ideal más apoyo, programas gubernamentales como Innpulsa tratan de acercar a los empresarios a las innovaciones que se dan desde las universidades.