Ocurre así: caminas por la calle principal del corregimiento El Cedro –a 15 minutos de Ayapel–, y encuentras a un grupo de niños pintando un paisaje en la fachada de una casa cualquiera. Están entretenidos. Nada más importa que pintar sin salirse de la línea y con el color correcto.
La calle está sin pavimentar, hay vallenatos a todo volumen, en la tienda venden paletas de mango biche, en la esquina –en una casa enorme a la sombra– hay un grupo de mujeres haciendo artesanías con chaquiras y al fondo de la calle, al final, está la casa de Alcides Vides y su esposa quienes trabajan la palma de seje y son artesanos.
Es en esa calle, de no más de un kilómetro, en la que ocurre todo eso al tiempo y en la que el centro de atención está en los colores. La apuesta es transformar –tal como se hizo en la Comuna 13 de Medellín– un espacio que antes estuvo golpeado por la violencia que trae la minería ilegal, en un lugar que busca su desarrollo. En otras palabras: este es un territorio, asentado a orillas de la ciénaga de Ayapel que sufrió por la violencia y la ilegalidad y que se está transformando en un territorio legal que le apuesta al desarrollo sostenible. Y sí, pintar las casas hace parte del proceso debido a que, entre cosas, la comunidad participa activamente.
Funciona así: cada familia decide qué es lo que quiere plasmar en la fachada. Es el caso, por ejemplo, de la casa de doña Piedad Ruiz en donde hay dos mariposas pintadas las cuales, cuenta ella, representan a sus dos hijos que han tenido problemas de salud. Uno de ellos va a la universidad becado. Hay otro mural pintado por la artista Valeria Lotero y es una niña de la comunidad que está sembrando un árbol y en una de las ramas hay un pajarito. Y hay varias fachadas que están intervenidas por los artistas de la Cuatro Trece de Medellín. En total, desde agosto de 2018 hasta ahora se han pintado 200 casas.
Esto lo explica Nicolás Ordóñez, director ejecutivo de Corpoayapel, quien cuenta que la calle de este corregimiento “es una galería a cielo abierto en donde se refleja toda la riqueza ambiental de la ciénaga. Tenemos pintados en las fachadas de las casas: patos rosados, garzas morenas, hicoteas, micos, sábalos... Esto es un proceso comunitario en el que participan los jóvenes de Ayapel que se han formado con nosotros y con la gente de la Comuna 13”.
Ordóñez contó que lo que buscan es que los jóvenes que se gradúan del colegio y van a la universidad, puedan encontrar en la ciénaga y en el ecoturismo una fuente de ingresos que les permita quedarse en el territorio.
Agregó que la corporación lleva 15 años trabajando el tema social con las comunidades, pero queríamos que se viera la transformación física. “Por eso fue que empezamos a ponerles color a las casas. La apuesta es contar, a través de los murales, cómo nos estamos transformando”.