Es más pequeño que una mosca, pesa menos que un alfiler y, en ocasiones, se sienten, pero no se ven. Aunque no tiene huesos, vuela con dos alas casi transparenete. Un enemigo silencioso que puede, incluso, hasta matar al que esté leyendo esto.
Se trata del mosquito Aedes aegypti que puede habitar hasta en 30 de los 32 departamentos del país, según informó el Instituto Nacional de Salud (INS). Es el vector que transmite con su picadura el dengue: una enfermedad común en zonas con clima cálido. Además, transmite otras enfermedades como fiebre amarilla, zika y chikunguña.
Esta es la carta de presentación del mosquito que –a pesar de medir menos de un centímetro– tiene en alerta a todas las autoridades de salud por la oleada endémica en 37 zonas, que ha dejado 52.586 casos y 166 muertos problabes por el dengue (de las cuales, 29 son confirmadas).
De ese número de casos, el Ministerio de Salud reportó que 29.618 (56,3 %) no tuvieron signos de alarma, que en 22.240 (42,3 %) sí hubo esos signos y que 728 (1,4 %) fueron casos de dengue grave.
Así mismo, la oleada va por el camino de seguir los pasos de las epidemias de esta enfermedad en años anteriores. La más reciente tuvo lugar previo a la pandemia del covid-19, cuando se reportó un total de 127.553 casos entre finales de 2019 y comienzos de 2020; previamente, entre 2015 y 2016, hubo 129 mil casos; y el récord histórico lo tiene el año 2010, en el que se confirmaron 157.203 contagios.
El más reciente boletín epidemiológico del INS –que recoje datos de la última semana de junio y la primera de julio– señala que el Meta es el departamento más afectado por el dengue, con 9.642 casos; seguidos por Tolima, Santander, Cali y Cundinamarca, en donde hubo cifras que rondaron los 5.163, 3.133, 2.370 y 2.343, respectivamente.
Antioquia está en el puesto 9 de esa lista, con 1.875 casos reportados. De los cuales 1.016 (54,2 %) no tuvieron signos de alarma, 821 (43,8 %) presentaron signos de alarma y 35 (1,9 %) presentaron gravedad.
Síntomas: fiebre y dolores
Después de la picadura de un mosquito transmisor, los síntomas de la enfermedad tardan aproximadamente siete días en manifestarse. Y cuando estos llegan, aguantárselos es cuestión de aguante. Mucho aguante. Porque afecta varias partes del cuerpo.
Empieza con fiebre –a veces alta–; sigue con dolores de cabeza, detrás de los ojos y en los músculos –como si hubiera corrido una maratón–, huesos y articulaciones; después vienen las náuseas y/o el vómito; y, en ocasiones, el sarpullido en la piel. No secuenciales, sino al tiempo. A veces.
Según la médica farmacoepidemióloga del Centro de Pensamiento Medicamentos, Informaicón y Poder, Claudia Vaca, para enfrentar médicamente el dengue aún “no tenemos tratamiento, sino un manejo de medicamentos para los síntomas, además del seguimiento de medidas las de prevención”.
Es como una pelea de David contra Goliat, en la que no se sabe cuál de los dos personajes encarna el mosquito transmisor. Porque prevenir su contagio es una misión de pura disciplina, cuidado y hasta de tener buen ojo y buena mano –para matarlos con un aplauso estruendoso–.
Ropa, agua y repelente
El médico epidemiológico Carlos Trillos explica que el mosquito tiene un área de hábitat en zonas que estén ubicadas por debajo de los 2.200 metros sobre el nivel del mar. Un rango de altitud del que solo se librarían ciudades como Bogotá, Tunja y Manizales.
“Es una enfermedad de zonas tropicales y calientes, aunque los cambios demográficos han cambiado la epidemiología de la población del mosquito y ha hecho que cerca de la región Andina empiecen a haber pisos térmicos con temperaturas altas”, señala Trillos.
Por su parte, el INS recomienda a los ciudadanos que sufran de hipertensión, diabetes y condiciones especiales de salud evitar golpes de calor con una adecuada hidratación; así como evitar los cambios bruscos de clima –pues favorecen las infecciones respiratorias– y asilarse si presenta síntomas.
Y es que lo difícil de prevenirla es la parte pedagógica, de clave para enfrentar el dengue. “Las fuentes de agua son importantes, porque uno no tiene cuidado con un florero, en donde hay agua estancada; también las botellas botadas, los neumáticos, las mangueras y latas vacías”, dijo al respecto el ministro de Salud, Guillermo Jaramillo.
Carlos Trillos agrega que se deben “instalar angeos en las ventanas, toldillos en las camas, usar prendas con mangas largas y pantalones”, así como tener en cuenta que los mosquitos circulan en mayor medida en las tardes cuando está oscureciendo. Y el uso del repelente también es clave.
Por su parte, Claudia Vaca recomienda “mantener tapadas las reservas de agua y mantener aseados esos lugares para evitar que el mosquito deposite allí las larvas”.
“Niño” y dengue: mal dúo
Las altas temperaturas, las sequías y las bajas lluvias que trae consigo el fenómeno del Niño es el complemento perfecto para el Aedes aegypti.
“Hay estudios que demuestran que ese fenómeno aumenta la transmisión de dengue, pues el calor hace que la población tenga agua recolectada y así aumente la circulación del vector”, explica el epidemiólogo Trillos.
Incluso, el ministro Jaramillo reconoció que cuando “la gente empieza a almacenar agua es cuando comenzamos a tener estos problemas”. Al tiempo que pidió a las entidades territoriales, EPS y prestadores de salud distintas acciones para reducir el riesgo de complicaciones y muertes por esta enfermedad.
Sin ir más lejos, en esta epidemia de dengue habrá que echar mano de esa palabra que retumbo durante la pandemia del covid-19: el autocuidado, pues aunque hay vacuna su uso “no tiene una protección suficiente para sugerir la implementación de una inmunización masiva”.