Maricela Daza está lista, al igual que antes de la pandemia, a las 8:00 a.m. La diferencia es que ahora no recibe a los niños en el hogar comunitario, no mira si están bien aseados, vestidos y peinados, no juega con ellos, ni les da desayuno, almuerzo y refrigerio.
Ahora su trabajo consiste en llamar todos los días a los padres familia de los 13 niños que tiene a su cargo, preguntarles cómo se sienten, cómo están de salud y si están comiendo bien. Debido a que a los niños les daban tres comidas en los hogares, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) creó la ración para preparar en casa.
Cada mes les envían a los padres el paquete de alimentos para que le preparen al niño mientras está en casa. También se les envían kits pedagógicos del plan ‘Mis manos te enseñan’, que tienen actividades y recetas para que las hagan con sus hijos con los materiales que tengan en casa.
Su experiencia
“A veces somos paños de lágrimas porque nos cuentan sus historias, los cambios que han visto en sus niños y en su familia, porque muchos se quedaron sin trabajo; entonces nos toca sentarnos a escucharlas para que comenten sus angustias y alegrías”, cuenta Daza, quien es madre comunitaria en Villavicencio, Meta.
Asegura que, aunque algunos padres no ven la hora de que vuelvan a abrir los hogares comunitarios, la gran mayoría ha redescubierto a sus hijos y todo lo que han aprendido en la primera infancia.
“Cuando las llamo me dicen ‘yo no sabía que mi hijo hacía esto, se defiende solito y hasta me corrige’. Son muchas las cosas que se pierden los papás porque tienen que trabajar”, manifiesta.
Para Maricela el reto más grande ha sido migrar a la virtualidad. “Nosotras como madres comunitarias hemos tenido muchas dificultades porque somos bastantes las señoras de sesenta años en adelante, entonces su mercé se puede imaginar que para manejar la tecnología nos ha quedado muy difícil y dependemos de que un hijo nos ayude a conectarnos”, afirma.
En Colombia son 69.000 las madres comunitarias que ahora acompañan a 1.77.000 niños a través de llamadas. Respecto a cuándo van a abrir los hogares comunitarios, la directora del Icbf, Lina Arbeláez, le dijo a EL COLOMBIANO que “hasta octubre no abriremos y solo lo haremos en los Centros de Desarrollo Infantil (CDI), que manejan a niños de 0 a 6 años, y en los hogares comunitarios en municipios que no tengan casos de covid-19. Esa apertura se realizará de manera concertada con las administraciones locales”.
Por su parte, Cecilia Castro, madre comunitaria en Soledad, Atlántico, dice que lo más importante es recordarles a los padres las medidas de bioseguridad.
“Nuestro deber es decirles a los padres el cuidado que deben tener con su familia y con sus niños al momento de salir, usar el tapabocas y lavarse las manos constantemente porque acá la situación está drástica”, cuenta Cecilia, y con razón, pues Atlántico está entre los departamentos que más generan preocupación por el aumento de contagios e, incluso, en varios municipios intensificaron las medidas restrictivas, para evitar que las personas estén en las calles.
El rol de las madres
Ellas trabajan con un grupo multidisciplinario compuesto una nutricionista, una psicóloga y una pedagoga. Si en algún momento identifican un cambio en la parte emocional del niño, la psicóloga se comunica con los padres para hacer actividades en conjunto de acuerdo a la dificultad que presente su hijo.
Ambas madres coinciden en que han visto bien a los niños y por ahora no han identificado alguna anomalía. En caso de evidenciar que algún niño está siendo víctima de maltrato, tienen un protocolo que activan para notificar a la autoridad competente. Además, los padres tienen grupos de Whatsapp donde están los números de teléfono a donde deben llamar si quieren denunciar un caso de maltrato o requieren ayuda para una eventual emergencia. También les recuerdan que deben hacerlo si se presenta alguna situación en las casas de los vecinos o de personas cercanas a ellos.
Para Cecilia lo más bonito es cuando habla con los niños, porque hace 30 años trabaja en ese sector. Hoy tiene a su cargo a 13 menores de edad y le hace falta estar con ellos. “Cuando se hace la videollamada, ellos le dicen a uno, ‘Profe, mira lo que hice con las actividades’. En este momento estamos haciendo una de germinación de plantas y ya mandaron la evidencia con su matica sembrada. Ellos son felices cuando lo ven a uno y uno también se pone muy contento” .