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Por segundo día consecutivo, 12 exmiembros del Batallón La Popa del Ejército Nacional se encontraron frente a las víctimas de falsos positivos en Valledupar, Cesar, en un acto de reconocimiento ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
En la diligencia, la crueldad de los asesinatos que se cometieron llenó de lágrimas a todos los asistentes. María Faustina Martínez, hermana de Noemí Pacheco, niña wiwa de tan solo 13 años que murió junto con el joven kankuamo Hermes Carrillo, la recordó y dijo que jamás va a dejar de luchar por su memoria.
“Mi hermana no fue ninguna guerrillera, tenía dos meses de embarazo y eso es lo que más duele a nosotros. Mi hermana clamó desde el día que la sacaron hasta que la asesinaron para que no la mataran y ellos no entendieron eso”, contó Martínez.
Dentro de su relato, la hermana de la víctima dijo que para encubrir el asesinato de su hermana “vinieron a comprar armamento a Valledupar”. “A mi hermana le pusieron un fusil oxidado y un uniforme que ni le quedaba”, avanzó.
Además, la mujer explicó que los efectos de la muerte de su hermana han traído graves consecuencias a su familia. “Nos causaron un daño grandísimo, mi mamá debajo de tierra, mi padrastro invalido, enfermo, no habla. (...) Si a ellos los mandaron a cuidarnos por qué no nos cuidaron, por qué acabaron con un futuro que nosotros teníamos, por qué acabaron con una menor de edad”.
Otra de las crudas historias que se narraron durante la diligencia la hizo Abelardo Daza quien recordó el asesinato de su padre Juan Nehemías Daza a quien recordó como “el mejor papá”. El día que se lo llevaron, según él, estaban juntos y se lo llevó el Ejército al catalogarlo como guerrillero. “El no traía armas ese día, simplemente traía una mochila y dos limones y dijeron que traía granadas”.