20 años no es nada, dice una conocida canción. Pero el paso de los días, de los meses y los años pesan en quienes aquella madrugada vieron una bola de fuego, que parecía traída del fin del mundo, consumir viviendas en las que estaban sus vecinos, amigos de toda la vida y familiares.
El 18 de octubre de 1998, una tremenda explosión despertó a los habitantes del corregimiento de Fraguas, más conocido como Machuca, en Segovia, Nordeste antioqueño. Guerrilleros del Eln rompieron el tubo del Oleoducto Central en un cerro cercano al caserío y minutos más tarde volaron el puente colgante de Machuca, el río Pocuné que traía el combustible derramado y el fuego en el puente fueron suficientes para calcinar el barrio Pueblo Nuevo.
Los relatos de quienes sobrevivieron son de una precisión milimétrica, cada segundo un herido nuevo sale en escena, un niño que pierde las piernas o los brazos, la claridad acerca de cómo se derriten las extremidades ante el fuego convirtiéndose en cenizas, cómo lo único que lograron rescatar en muchos casos eran troncos de quienes fueron sus seres queridos. “La humedad de la barriga hace más difícil que se calcine”, explica un hombre maduro a quien todo el mundo llama Simón, pero que de antemano dice que ese no es su nombre, que en Machuca todos se conocen por el apodo.
84 muertos, 40 casas destruidas y 30 personas quemadas resultaron de aquel atentado, y aunque en principio los guerrilleros quisieron zafarse de la responsabilidad, un mes después Nicolás Rodríguez Bautista, alias “Gabino”, máximo comandante del Eln, reconoció en una entrevista la actuación de sus hombres.
“Fue un error grave de los compañeros que ejecutaron la acción, en cuanto a que se equivocaron en la apreciación de las consecuencias que podía ocasionar el derrame del crudo”, expresó Gabino en entrevista con el noticiero de televisión En Vivo 9:30, y agregó: “No midieron correctamente el peligro que representaba esa acción para la población que estaba del lado de abajo”.
Advirtió, entonces, que la insurgencia estaba investigando a los responsables y que estos llevarían ante la justicia guerrillera.
Sin embargo, ese reconocimiento no fue recibido por los habitantes de Machuca como una justificación y menos como una solicitud de perdón.
Incluso varias veces se han quedado plantados esperando a que lleguen los comandantes guerrilleros con actos de contrición. En 2008, cuando se cumplieron los 10 años de la masacre, se quedaron esperando a Francisco Galán, y el año pasado a Juan Carlos Cuéllar.
“Pablo Beltrán”, jefe de la delegación del Eln en los diálogos de paz, aseguró que hubo el año pasado un encuentro íntimo con un grupo de víctimas, para acordar cómo sería el acto público de perdón, pero este no ha ocurrido y en el corto plazo tampoco pasará, dada la suspensión actual de la mesa de negociación.
“Ellos siempre han dicho que fue un error pero no nos han explicado por qué, no han venido aquí a pedirnos perdón, cuando lo hagan cada uno de nosotros mirará si en su corazón hay perdón para dar”, dice Maribel Agualimpia, una de las sobrevivientes.
Este jueves el gobierno nacional acompañará a las víctimas a conmemorar a los 20 años de la masacre. El presidente Iván Duque dará una ofrenda floral a los muertos de Machuca, enterrados en una fosa común en el cementerio del corregimiento, y más tarde escuchará el testimonio de una de las víctimas en el colegio del poblado.