Ya Gustavo Petro está dialogando con el gobierno de Estados Unidos. Más allá de un contacto diplomático, el presidente electo tuvo dos llamadas con la Casa Blanca para entablar los primeros puentes de política exterior con ese país, que ha sido el principal aliado de Colombia durante 200 años, pero del que él fue un crítico en sus tiempos como candidato.
La primera conversación se concretó con el secretario de Estado, Anthony Blinken; y la segunda, con el mandatario Joe Biden. A menos de 36 horas de su triunfo, el político ya trazaba sus primeros acercamientos públicos para buscar una agenda conjunta con el ejecutivo demócrata.
A pesar de los reparos que sigue levantando Petro en el ámbito nacional, su llamada con Biden se torna como un guiño de la Casa Blanca al gobierno que comenzará el 7 de agosto. Los políticos tienen agendas dispares, pero con puntos en común en ámbitos como el cambio climático y la transición energética que podrían servir de puente para la renovada agenda binacional.
El presidente electo plantea un diálogo entre las Américas en un escenario en el que en los países latinos ganan protagonismo los gobiernos de izquierda. Una vez Petro asuma el poder, serán 11 los territorios de la región con presidentes progresistas –como el de Gabriel Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina o Andrés Manuel López Obrador en México– una participación que inclina la balanza ideológica latinoamericana hacia la centro izquierda.
Y aunque los regímenes cuestionados como el de Nicolás Maduro en Venezuela o el de Daniel Ortega en Nicaragua –ambos acusados de violaciones a los Derechos Humano– siguen suscitando cuestionamientos a esa ideología, con el aterrizaje de su Pacto Histórico en la Casa de Nariño, Petro pone el ojo en un replanteamiento de la política regional.
“La administración Biden sabe que, le guste o no, tendrá que trabajar con el nuevo gobierno. Estados Unidos tiene claro que tendrá que colaborar en temas de interés común como la lucha contra el cambio climático, las drogas y la migración”, apunta David Castrillón, analista de relaciones internacionales de la Universidad Externado.
El experto vaticina que, el hecho de que la llamada de Biden a Petro se diera con prontitud, es una señal de que la Casa Blanca “está viendo el giro a la izquierda de la región”.
Empero, la conversación de Petro con Biden no ha sido la única que ha marcado la agenda de sus primeras horas como presidente electo. El político ya habló con Nicolás Maduro para reabrir la frontera de 2.219 kilómetros y trazar una nueva agenda en la relación bilateral, rota desde hace 40 meses.
Lazos con Venezuela
Si bien el presidente electo y el dictador venezolano hablan de una reapertura de fronteras, estos pasos están habilitados para los peatones desde 2021 y por los cruces que conectan al departamento de La Guajira con el estado Zulia se permite el cruce de carga y vehículos.
Eso sí, la realidad que se vive entre Norte de Santander y el Táchira es otra porque los puentes Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar están cerrados. Incluso, el Tienditas ni siquiera alcanzó a ser inaugurado porque este quedó listo cuando las relaciones diplomáticas ya estaban rotas.
Con Estados Unidos Petro plantea una política exterior basada en el cambio climático; con Venezuela, un vínculo que comenzará por los asuntos de frontera y la atención a los al menos 3,4 millones de colombianos que allí residen, porque la migración entre ambos territorios ha sido un asunto binacional, a pesar de en los últimos años los titulares fueron ocupados por los 2,3 millones de venezolanos que arribaron a Colombia.
“La reactivación es beneficiosa para la economía nacional. Ahora hay que dar pasos a temas de transporte internacional y de aduanas, pero la apertura de la frontera no es solo levantar un listón, esto requiere una planeación importante”, apunta el secretario de Fronteras de Norte de Santander, Victor Bautista.
Al menos en el papel, ya Gustavo Petro comenzó a trazar sus relaciones diplomáticas con una perspectiva multilateral. El presidente electo pasa la página del cerco diplomático a Maduro y el respaldo al opositor Jusan Guaidó para abrir un capítulo en el que pretende ser un equilibrista entre dos opuestos –Estados Unidos y Venezuela– poniendo a los colombianos que viven en el extranjero y al cambio climático como el epicentro de su política exterior