Atrás quedaron las seis décadas en las que La Primavera, en el aislado departamento de Vichada, estaba a merced de los grupos armados. Primero fueron las guerrillas. Después los paramilitares. Hoy este municipio es un oasis de paz en medio de otros pueblos agobiados por la guerra.
No se volvieron a presentar los homicidios ni desapariciones ni secuestros que fueron lo habitual en los primeros años de este siglo. A veces sufren el abigeato en las veredas más apartadas, y casi nunca lo denuncian, pero la violencia y la estigmatización no volvió.
Se sabe que los armados merodean, que en los alrededores rondan el frente José Daniel Pérez Carrero del Eln, disidencias de las Farc y los puntilleros, expresiones disidentes de los antiguas autodefensas Libertadores del Vichada, que utilizan la zona para el tránsito de hombres y tienen asentados sus laboratorios de cocaína.
La mayoría de los combatientes se esconden en Venezuela y solo entran a Colombia por asuntos puntuales, según las autoridades militares de Vichada. Pero en La Primavera nadie los ve. Los habitantes se sienten seguros.
La felicidad no es completa. Por la puerta que salió la guerra debía entrar el progreso, pero de eso no se ve en esta la región que cuenta con 1.279 víctimas entre 7.128 habitantes, según la Red Nacional de Información.
El atraso en Agua Verde
A la inspección de Santa Bárbara de Agua Verde (La Primavera) se llega por el agua, en lancha desde Cravo Norte (Arauca) a unas tres horas recorriendo el río Cravo que desemboca en el Casanare. Esa corriente arrecia y llega al amplio caudal del Meta, por la línea fronteriza entre los tres departamentos.
Así, alejados como están, sobrevivir se hace difícil. Los más pobres, quienes reciben subsidios del Estado deben ir hasta la cabecera municipal para recibir el dinero, en embarcación cuesta 60.000 pesos cada trayecto. Así el subsidio de 140.000 pesos resulta irrisorio.
Esto sucede porque en Santa Bárbara no hay un comando de Policía. Sin seguridad es imposible que se instalen sucursales bancarias u oficinas de giros, para que los 70 adultos mayores recojan su subsidio.
Los alimentos de los niños que viven internos en el colegio llegan en mal estado por el clima cálido o se dañan antes de cocinarlos porque se rompe de la cadena de frío. Solo hay luz eléctrica entre las 5 de la tarde y las 10 de la noche. “Tenemos dos plantas y una de ellas está mala la otra funciona con dificultades, durante cinco horas”, dijo Gina Ruiz, inspectora de Santa Bárbara.
Indígenas piden protección
A todo esto se suma la dramática situación que padecen once familias indígenas Waüipijiwi, quienes después de un conflicto interno entre los caciques y capitanes salieron desplazadas de Caño Mochuelo (Casanare) hasta Santa Bárbara de Agua Verde.
Al encontrarse sin sustento acudieron a las autoridades locales y lograron que les pagarán el arrendamiento de un terreno para vivir de forma temporal.
“Aquí pasamos hambre, no tenemos para el desayuno ni para el almuerzo. No estamos reclamando nada que no sea nuestro, necesitamos nuestro territorio, por aquí pasaban nuestros ancestros”, reclama la capitana María Nancy, que heredó de su padre el capitán Marco Catire la fuerza para reclamar sus derechos.
Pero los campesinos colonos ya se apropiaron de las tierras productivas y las dedicadas a la ganadería extensiva y poco tecnificada.
Al fin de cuentas los conflictos en Vichada siempre han sido por la tierra, la misma que pasa de mano en mano, que quieren los indígenas, los colonos y los grupos armados. La misma a la que no le mete esfuerzo el Estado. Es curioso que aunque el Vichada sea uno de los departamentos más atrasados por culpa del conflicto no cuente hoy con ningún municipio priorizado para la ejecución de Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial.
La pregunta que queda en el ambiente es, ¿entonces la paz para qué y para quiénes?.
*Por invitación de
la Defensoría del Pueblo
1.279
víctimas del conflicto armado registradas hay en la población de La Primavera.