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“Sabíamos de sus aptitudes”: secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano sobre el papa León XIV

El presbítero Pedro Brassesco, secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano en la sede de Bogotá, conoció a León XIV antes de su elección. En esta entrevista, analiza el legado de Francisco, el papel de América Latina y lo que puede traer el primer papa agustino.

  • Pedro Manuel Brassesco (derecha), secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) mantuvo cercanía con Robert Francis Prevost cuando el pontífice se desempeñaba como prefecto del Dicasterio para los Obispos, antes de ser papa. FOTO: GETTY | CELAM
    Pedro Manuel Brassesco (derecha), secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) mantuvo cercanía con Robert Francis Prevost cuando el pontífice se desempeñaba como prefecto del Dicasterio para los Obispos, antes de ser papa . FOTO: GETTY | CELAM
09 de mayo de 2025
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“Una inmensa alegría”: así describió el presbítero argentino Pedro Manuel Brassesco, secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), su primera reacción al conocer que el nuevo papa sería Robert Francis Prevost, un agustino estadounidense con una profunda conexión con América Latina.

En entrevista con EL COLOMBIANO, Brassesco, quien desde hace más de tres años ejerce su servicio pastoral y de coordinación en la sede del Celam en Bogotá, resaltó las cualidades que hacen de León XIV —nombre que eligió Prevost al asumir el pontificado— una figura de esperanza para la Iglesia.

Brassesco conocía bien al ahora papa León XIV, tanto por el trabajo de Prevost como prefecto del Dicasterio para los Obispos como por su cercanía con América Latina desde su labor pastoral en Perú.

Por eso, el presbítero ofreció su visión sobre las posibles líneas de acción que marcarán el pontificado de León XIV, las expectativas de los fieles, el legado de Francisco, y el significado de tener un papa agustino en un momento de profundos desafíos globales.

¿Cuáles fueron sus primeras reacciones tras la elección de Prevost? ¿Lo tenía contemplado como un posible cardenal que se convertiría en papa?

Pbro. Brassesco: La primera reacción fue de una inmensa alegría porque conocíamos al cardenal Prevost. Además, el secretario general del Celam es un obispo peruano, agustino, y por la naturaleza de la función que desempeñaba el nuevo papa como prefecto del dicasterio para los obispos, en el Celam teníamos una permanente comunicación. Además, el cardenal Prevost era el presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, un organismo vaticano dedicado a acompañar la iglesia de la región, por eso había un vínculo constante y sabíamos de su historia y sus aptitudes.

Estaba en nuestro deseo que fuera elegido, junto a otros cardenales que conocen y quieren América Latina y los procesos que la Iglesia ha venido llevando adelante a lo largo de los últimos setenta años. Sinceramente, creíamos que reunía muchas condiciones por su experiencia como general de la orden de los agustinos, que le permitió recorrer el mundo y tener una mirada amplia de la Iglesia, su origen norteamericano y su experiencia misionera de tantos años en Perú, que le permite comprender las singularidades culturales de cada lugar; y su paso por la curia vaticana que le habrá aportado conocimiento sobre la estructura vaticana. Creemos que los cardenales han visto en él además un pastor con una profunda sencillez y humildad que brota de un corazón cultivado por la espiritualidad.

¿Qué podría traer para América Latina y Colombia la llegada de León XIV?

Creo que dos palabras que él utilizó en su primera aparición pública son claves: paz y unidad. Pero no como fruto de una estrategia política, sino como resultado de la presencia de Dios que nos hace reconocer hermanos. Una paz y unidad construida desde abajo, desde la fe, en los gestos y actitudes cotidianos, y desde el diálogo que parte de la escucha. Creo que el Papa va a asumir su rol de líder espiritual, siendo una voz profética en estos temas, pero también impulsando a que los cristianos verdaderamente seamos artífices de paz y unidad, recordándonos que ese es el mensaje de Cristo en el Evangelio. De allí la importancia del estilo de una iglesia inclusiva, acogedora, para todos, siguiendo con los procesos de sinodalidad, es decir, de participación y comunión, iniciados en el pontificado del Papa Francisco.

A su vez, el nombre que ha elegido es muy significativo, todos sabemos que León XIII fue el primer papa que comenzó con las enseñanzas en temas sociales de manera sistemática. Este compromiso e iluminación de la realidad, desde el mensaje de Cristo, creo que puede ser un aporte, sobre todo en tiempos donde parecen crecer algunas espiritualidades individualistas, apartadas de la corresponsabilidad por un mundo mejor, más justo y fraterno.

León XIV se convierte en el primer papa agustino, ¿qué puede significar esto para su papado?

El hecho de pertenecer a una congregación religiosa con una determinada espiritualidad tiene influencias en su sensibilidad y mirada, pero no condiciona su ministerio ni lo parcializa. Él ha sido obispo de una diócesis y sabe que su tarea pastoral implica acompañar todos los procesos, espiritualidades y formas religiosas auténticas que viven los fieles.

Seguramente le aporta herramientas, como el hecho de estar habituado a una espiritualidad que prioriza la reflexión interior, la oración y la contemplación como caminos para buscar a Dios y la verdad. O el valor de lo comunitario (en un mundo individualista), o la importancia del apostolado que se expresa en una Iglesia en salida, entre otros. Son herramientas que le permitirán vivir su tarea con un corazón abierto a todas las realidades en que se expresa la única misión de la Iglesia de acercarnos al encuentro con Cristo.

Con Francisco como jesuita, ¿cómo influyó su orden religiosa en sus años de pontífice?

No creo que la orden de los jesuitas haya influido sobre Francisco. Evidentemente la espiritualidad de los jesuitas estaba muy encarnada en el Papa, por ejemplo, en cuestiones como la práctica del discernimiento, pero más bien creo que Francisco influyó sobre la orden, ya que sus propuestas llevaron a todos a hacer una revisión de qué tipo de Iglesia estábamos siendo.

Sobre los papas que no pertenecieron a una orden religiosa específica, ¿esto determina de algún modo su visión en la Iglesia?

No la determina, pero siempre aporta algo. Yo diría que el tener papas de distintas órdenes o de la vida diocesana nos enriquece en el caminar de la Iglesia a lo largo de la historia. El papa, cuando asume, sabe que lo hace para toda la Iglesia, y no para llevar adelante un programa propio o imponer a los demás sus gustos o tradiciones espirituales. Asume como sucesor de Pedro para servir, para ser signo de unidad en la comunión en la fe. La fe se vive de muchas maneras, pero es una sola en cuanto a contenido, y el Papa es garante de esa unidad.

Las miradas personales del Papa, que está inspirado por el Espíritu Santo, son una riqueza, pero el Papa es parte de una Iglesia formada por todos los fieles, que también son animados por el Espíritu, y por eso es consciente que sus decisiones deben ser siempre a partir del sentir y el bien de toda la Iglesia.

¿Cuáles cree que son las expectativas de los fieles sobre el nuevo papa?

Hay expectativas diversas. En los fieles en general siempre hay un cariño por el Papa y el deseo de que sea capaz de llevar adelante procesos que nos fortalezcan en la fe, hagan crecer a la Iglesia como signo de la presencia de Dios el mundo e instrumento para la transformación de las realidades sociales y nos anime a vivir comprometidamente.

Muchos esperan que sea una continuidad de los procesos iniciados por el Papa Francisco para ser una Iglesia abierta, inclusiva y llena de dinamismo misionero. En este sentido, seguramente algunos esperan profundizar en temas claves como la inclusión de las mujeres en lugares de decisión, el acompañamiento de los sectores más desplazados y relegados de la sociedad, o el cuidado de la casa común

Otros creo que esperan que sea un artífice de unidad dentro y fuera de la Iglesia, sintiéndose escuchados y comprendidos.

En fin, creo que cada uno tendrá sus demandas, pero debemos recordar que, como cualquiera, también es un hombre falible, que irá adquiriendo poco a poco experiencia en esta misión y que sobre todo es un pastor, que nos llevará por caminos que a veces no alcanzaremos a comprender, pero es importante al menos preguntarnos si no será el mejor camino.

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