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El artista no siempre está solo con su obra

Los artistas, en especial los escultores, cuentan con equipos de colaboradores que les ayudan en la realización de sus creaciones.

  • Salvador Arango modela en cera una pieza de ángeles protectores perteneciente a una nueva colección, para llevarlo al fundidor. FOTO Donaldo Zuluaga
    Salvador Arango modela en cera una pieza de ángeles protectores perteneciente a una nueva colección, para llevarlo al fundidor. FOTO Donaldo Zuluaga
21 de noviembre de 2016
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La imagen de una persona que empuña un cincel en una mano e intenta convencer a almadanazos a la figura que habita en lo hondo de la piedra de que salga, llega a la mente de muchos cada vez que mencionan la palabra escultor.

Sin embargo, el arte, especialmente la escultura, que realiza figuras muy grandes o pesadas, o a veces ambas cosas, y que recurre a materiales difíciles de manipular, es una actividad de equipo.

En el trabajo creativo, lo que vale es la idea y en esta solamente participa un artista, o varios si es un trabajo grupal. En la realización, es decir, el proceso de materialización de la idea, sí caben más personas.

Hugo Zapata, el escultor abstraccionista que trabaja en piedras, mármoles y pizarras, primero realiza dibujos en papel; luego, traza otros con lápiz blanco sobre la piedra; después, sus asistentes se encargan de realizar cortes con maquinaria, especialmente con una pulidora de diamante, por donde él trazó; más tarde, él revisa texturas, ordena pulidas con esmeril o lija hasta dar con esas figuras en las que vemos canoas o Lunas flotantes.

Busca sus piedras en un río de Pacho, Cundimarca, y las hace traer a su taller en Las Palmas. Prefiere las de allá, “porque son ricas en hierro”, explica Hugo. “Encuentro una roca que me gusta, la observo y siento que ella me va dando ideas, dictando directrices, mostrando ejes. Siempre digo: ‘en cada roca hay un violonchelo: ¡hágalo sonar!’”.

La idea de que el arte es colectivo no es nueva, aclara Martha Lucía Villafañe. “Los artistas medievales tenían asistentes o aprendices en sus talleres —recuerda—. En un momento dado, un pintor podía ordenarle a uno de ellos: ‘pínteme el fondo’ o ‘dé forma a un brazo’, según las capacidades de cada cual”.

De tiempos menos viejos, menciona al artista español Antoni Gaudí, principal representante del modernismo catalán, quien tenía a varias mujeres modelando en barro figuras que necesitaba para sus obras.

Doblar hierro

En su caso, Martha suele esculpir en varios materiales, como cemento y hierro. Para su obra Candelaria al fresco en Ambalema, que representa a una mujer rolliza sentada en un taburete de hierro, recurrió a la ayuda de un albañil experto.

En las obras de hierro “delego parte de la realización física, aunque acompaño al operario en todo momento”, dice. Tal operario debe ser doblador y soldador. En teoría podría ser cualquiera que domine las técnicas de la cerrajería, pero es preferible uno que sienta afinidad con el arte, porque un cerrajero prefiere hacer veinte puertas que trabajar con un artista en una obra que tiene su tardanza.

Quienes trabajan con Martha Lucía tienen alma de artista, de modo que gozan con los procesos. “A veces, ellos no saben bien qué están haciendo. Se sorprenden cuando, de un momento a otro, aparece un ojo”.

Ella soluciona problemas de sombras y transmite sus iniciativas al operario. O le hace desbaratar pedazos que no la dejan conforme. Hasta seis meses puede permanecer en este procedimiento. Por último, entrega su obra a un experto en pintura electrostática.

Martha Lucía cuenta que ve programas de televisión sobre procesos artísticos en canales europeos. Se da cuenta de que en ese continente los artistas delegan hasta el 90 por ciento del trabajo. Los procesos contemporáneos son industriales o mecanizados. “Esa realización requiere del conocimiento de varios profesionales”.

Salvador y Miguel Ángel

El escultor Salvador Arango ayudó a desarrollar el proceso de fundición en nuestro medio. Por eso, al principio, años setenta y ochenta, él mismo fundía sus obras en un taller que tenía en Enciso. Transmitió ese saber a sus sobrinos, Jorge y Eduardo Arango, y entrega las obras de gran formato al primero y las de pequeño formato al segundo.

“Hago los modelos en cera, porque yo la preparo con una fórmula propia”.

En su estudio, situado en El Poblado, tiene un rincón dotado de fogón de gas sobre el cual descansa un caldero. En él va derritiendo los ingredientes de esa fórmula. Como si se tratara de plastilina —material que usan otros escultores—, la amasa cuando está todavía tibia y forma bolitas. Lentamente modela las figuras que requiere, esos cuerpos con ángulos y superficies planas, como no somos los humanos.

Las formas las va logrando con los dedos, por supuesto, pero también con pedazos de sierras y espátulas. Una representación idéntica a la que él desea materializar es la que lleva al fundidor, a quien acompaña en el proceso.

Tampoco lo contraría la idea colectiva de la realización artística. Al igual que Martha Lucía, alude a esos ejemplos de talleres europeos donde artistas están acompañados por un equipo de colaboradores. “¿Usted cree que Fernando Botero se encarga de hacer sus bocetos? En su taller de Pietrasanta, cuenta con un grupo de artillanos, como les dicen a los artesanos. Le colaboran en todos los pasos de la escultura”.

Quien no parece de acuerdo con delegar “tanto” del proceso de materialización es Miguel Ángel Betancur. Profesor de Martha Lucía y amigo de Salvador, se expresa así:

“Aquí se está imponiendo la moda de creer que estamos en Europa. Allá, un artista tiene la idea, la lleva a un taller de escultores cuya tradición viene desde la Edad Media o el Renacimiento, y espera que le realicen la obra. A nuestros grandes artistas no les tocó así. Bernardo Vieco hacía sus fundiciones; mi padre, Horacio, se las ingenió con el concreto”. Está bien, admite, se necesitan ayudantes para manejar materiales pesados o de difícil manipulación, pero no más.

Cuando es una obra propia, él esculpe sin modelo, directamente sobre la piedra, intentando “adivinar” cuál es la figura que encierra la roca y quitando lo sobrante, siguiendo la enseñanza del tocayo Miguel Ángel Buonarroti. Si es encargada, claro que adelanta estudios y realiza bocetos, modelos y maquetas. “Mi idea es tener la piedra frente a mí y leerla para saber qué tiene para decirme”.

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