<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

El debate que sigue en pie por la estatua caída

No es la primera vez que destruyen iconografías. Lo que sucedió con la escultura de Belalcázar reaviva una discusión sobre memoria, cultura y arte.

  • Estatua ecuestre (prócer en caballo) de Sebastián de Belalcázar que fue derrumbada por un grupo de indígenas el miércoles. FOTO efe
    Estatua ecuestre (prócer en caballo) de Sebastián de Belalcázar que fue derrumbada por un grupo de indígenas el miércoles. FOTO efe
19 de septiembre de 2020
bookmark

En una movilización indígena el miércoles pasado varios manifestantes misak, pijao y nasa derribaron la estatua del colonizador Sebastián de Belalcázar, ubicado en el Morro de Tulcán, en Popayán, departamento del Cauca. Luego de lo ocurrido, el alcalde del municipio, Juan Carlos López Castrillón, y la Policía, señalaron el acto como un delito y anunciaron una recompensa de cinco millones por identificar a los indígenas que participaron. “Defendemos la protesta social y es legítima, todos tenemos derecho a protestar, lo que repudiamos es la violencia”, indicó el mandatario y añadió que la estatua sería restaurada.

El hecho ha generado opiniones encontradas. ¿Fue un delito o una reivindicación de una comunidad contra un símbolo que no los representa? Sebastián de Belalcázar fue un español que arrasó con población indígena en su misión colonizadora en América.

Alrededor de los símbolos y la memoria se ha generado un debate: si los monumentos se deben conservar, así exalten a figuras contradictorias que se vieron distinto en su época, o si deben ser retirados como respuesta al contexto social y cultural, al hecho de que los tiempos cambian y el pasado se lee distinto.

Qué son

Los monumentos o hitos urbanos cumplen una función simbólica, señala Carlos Uribe, curador jefe del Museo de Antioquia. “Se instituyeron para recordar o marcar, en su gran mayoría, acontecimientos o la gesta de prohombres triunfadores: guerreros, militares, conquistadores, colonizadores, fundadores”.

Así mismo lo ve el investigador Jorge Echavarría Carvajal, coautor del libro Patrimonio de arte público en Medellín: la ciudad de las (casi) 500 esculturas: “Son prótesis de memoria colectiva: su etimología se deriva del verbo latino ‘munere’, que es advertir, avisar, es decir, sirven como recordatorios de hechos o personajes significativos”.

El asunto con los monumentos es que no siempre tienen el mismo valor para una comunidad y , además, puede cambiar de significado a través de los tiempos, de modo que lo que antes era aplaudido puede ser luego despreciado: “Los faraones destruían monumentos de ancestros o se adjudicaban triunfos y batallas de otros”, expone el profesor Echavarría sobre los saqueos que rodearon la historia de Egipto en diferentes épocas.

Y esa ruptura de imágenes ha sucedido a lo largo de la historia, como indica el maestro en artes plásticas y politólogo Óscar Roldán. Se le conoce como iconoclastia y obedece a veces a idealismos políticos y otras veces religiosos. “Cuando triunfa la revolución bolchevique el zar desaparece y esa es la movilidad de la historia. La memoria se mueve con los movimientos sociales”.

La caída de la estatua en Popayán fue una acción política, porque quienes la derribaron no se sentían representados. Es como lo explican las declaraciones del Movimiento Alternativo Indígena y Social (Mais). “De Belalcázar fue un genocida que masacró a los pueblos que conquistó. Mi respeto a los Misak que hoy reivindican sus muertos. Al suelo un símbolo de 500 años de esclavitud”, afirmó la presidenta del Mais, Martha Peralta, en Twitter.

En el mundo hoy

Lo que sucedió el miércoles no es reciente ni ocurre solo en Colombia. Esta semana un colectivo de arte australiano se propuso “reescribir la historia” instalando placas de bronce en estatuas de próceres que estaban ubicados en la ciudad de Perth, al suroeste del país.

A la de John Septimus Roe, Agrimensor General de Australia Occidental y miembro de los consejos legislativo y ejecutivo de Australia Occidental durante casi 40 años, le pusieron una placa a sus pies que decía: “El 28 de octubre de 1834, John Septimus Roe participó en la Masacre de Pinjarra, un ataque al campamento de Bindjareb Noongar que mató a 80 hombres, mujeres y niños de Noongar”. Él tiene estatua porque fue el responsable de diseñar las ciudades de Perth y Fremantle.

Según el medio de comunicación Vice, uno de los artistas explicó que el objetivo era “resaltar lo absurdo de una Australia blanca”.

Una historia similar pasó en junio pasado, cuando varios manifestantes en Londres escribieron “Era un racista” en el pedestal de una estatua del exprimer ministro de Inglaterra Winston Churchill. El mismo día, en Bristol, otros protestantes tiraron un monumento de Edward Colston (1636-1721), un benefactor de la ciudad que obtuvo su dinero del comercio y la explotación de esclavos.

Carlos Uribe cree que los monumentos están esculpidos desde una “misma visión patriarcal” de la historia: “En su defecto, una narrativa excluyente y ausente de una construcción social multidiversa, donde son escasas las mujeres, los indígenas, los afrodescendientes, el campesinado, las gentes desde abajo”, explica.

Para el comisario, los tiempos han cambiado, la política de la “urbanidad conmemorativa de las ciudades desde el siglo XVIII” ha sido cuestionada, refutada y transgredida.

Entender el contexto

De todas maneras, es una postura que no debe generalizarse puesto que bajo la misma concepción también se borran los hechos. El profesor Jorge Echavarría Carvajal pone un caso hipotético si se lleva al extremo, sería como eliminar episodios enteros de la historia, “como es el caso del exterminio de los armenios en Turquía, los pogromo contra los judíos en Rusia, la persecución de los homosexuales en la Cuba de Castro o las matanzas colectivas en nuestro país”.

Para el docente, un sano ejercicio de la memoria histórica debe permitir mirar todas las zonas del devenir del país “releyendo y revisando absolutamente sus páginas, sin que sea necesario eliminar o borrar las que no nos gusten”.

Así mismo lo ve Orestes Zuluaga Salazar, presidente de la Academia Antioqueña de Historia. Indica que en el mundo siempre hay que mirar los hechos en perspectiva y la importancia del respeto: “¿Cómo actuaría hoy Simón Bolívar y George Washington? Son tiempos diferentes. No es motivo para otra lucha y otro desencuentro, es hora de discutir en paz”, señala.

Lo que sí es claro, es que la caída de Sebastián de Belalcázar propició el momento para la discusión. Carlos Uribe incluso invita a gobiernos e instituciones, entre ellas los museos, a “construir los nuevos relatos escuchando a las comunidades que han sido históricamente invisibilizadas”

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD