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Estos libros no son solo para leer

Estas publicaciones van más allá de los textos. Son objetos elaborados como obras de arte.

  • Vanishing Point, es un ejemplo de tunnel book, o libro túnel, generalmente compuesto de varias imágenes superpuestas. Cuando se mira da el efecto de una especie de paisaje en 3D. Foto: etsy.com
    Vanishing Point, es un ejemplo de tunnel book, o libro túnel, generalmente compuesto de varias imágenes superpuestas. Cuando se mira da el efecto de una especie de paisaje en 3D. Foto: etsy.com
  • Estos libros no son solo para leer
12 de enero de 2019
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En 2003 salió al mercado el Animalario universal del profesor Revillod, un almanaque de 21 páginas que, según como se combinen sus láminas, permite armar hasta 4.096 animales imaginarios.

El libro, ilustrado por Javier Sáez Castán, está encuadernado como una pequeña libreta de tapa dura con anillos. En el interior algunas páginas tienen cortes longitudinales que les dan movilidad para lograr combinaciones y construcciones de animales.

El papel, el diseño, las ilustraciones y la tipografía se alejan de las publicaciones convencionales de libros y se acercan en el mercado editorial a lo que se conoce como el libro-objeto. Este tipo de edición incluye elementos de diseño y composición que hacen que la experiencia de la lectura vaya más allá del texto.

En Colombia y Medellín hay un mercado para este tipo de publicación, con sus propios libreros, editores y consumidores.

Composición

Carlos Quijano empezó hace 35 años a encuadernar. En su taller, Encreativa, trabaja la estructura y restauración de libros. También ha elaborado libros objeto como Bola de agua, una especie de acordeón editado en 2012 por Tragaluz, sello independiente paisa.

Quijano explica que un libro-objeto, por principio, se sale del esquema tradicional e incorpora elementos que pueden no pertenecer al mundo editorial. Un ejemplar de mesa puede hacerse de tal forma que se vea como un cubo o una roca.

Estos textos “se liberan” de la encuadernación clásica (como se disponen las hojas) y los materiales. Esto le da total albedrío al creador (sea editor, diseñador, ilustrador, escritor o encuadernador).

“Por ejemplo, se puede construir un ejemplar con hojas alargadas, de manera que el cuerpo realce el objeto más que el contenido”, dice el creador de Encreativa.

De hecho, se podría hacer un libro-objeto sin cuadernillos (paquetes de hojas), sino a partir de cartulinas sueltas. A veces ni siquiera se necesitan los tradicionales papeles.

La experiencia

Melissa Martínez es propietaria de la librería Antimateria, una tienda ubicada en Laureles, especializada en publicaciones de sellos independientes y coleccionables.

El libro-objeto que más le gusta es Vine, vi y me vendí, de la artista bogotana María Natalia Ávila Leubro. Está hecho en forma de libreta alargada: se coge con las manos como si fuera un celular y los textos aparecen como un muro de Facebook.

“Pasas las páginas hacia arriba y da la sensación de que estuvieras haciendo scroll (desplazándose)”, anota.

Ese es uno de los que más vende en su librería, junto con Carelibro, de La Silueta, un ejemplar con dibujos de caras en su interior y con dos ojos troquelados (perforados) para que el lector lo pueda usar como máscara.

Cada que se pasa la página puede cambiar de rostro y se convierte más en una publicación interactiva que de lectura. “La gente juega mucho con este tipo de ejemplares. Están hechos para mantener en las manos”, comenta.

Tragaluz

En 2015 la Editorial Tragaluz, uno de los sellos colombianos que más ha trabajado este tipo de productos, publicó Mil orejas, compuesto a partir de un poema de nueve versos y pensado originalmente como un libro-objeto.

La editora Pilar Gutiérrez y el ilustrador Samuel Castaño definieron los detalles de cómo se estructuraría: el formato, el soporte, el material y el tamaño. “Decidimos que fuera cuadrado, con una fuente muy simple y muy blanco, para que le diera la oportunidad al lector de concentrarse en la ilustración y el silencio”, comenta Pilar, quien es también autora del poema.

Para ella, la manera como se toca, se mira o, incluso, se huele el texto, debe hacer parte de la experiencia del lector. La carátula, por ejemplo, está escrita en braille, mientras que el lomo en tipografía normal.

En la guarda hay un par de troqueles que albergan una tarjeta con el alfabeto de señas. “Se desarrolla el tacto y la posibilidad de tomar algo que está vivo”, comenta Gutiérrez.

Libros que son experiencias

Formatos interactivos, ilustraciones y tipografías singulares pueden hacer que el libro sea una obra de arte, en un mundo que es retado por las posibilidades que brindan los nuevos medios digitales.

En 2005, cuando surgió este sello, el sector digital estaba también en crecimiento: Amazon lanzó su libro electrónico conocido como Kindle en 2007 y Apple le salió a la competencia con el iPad en 2010.

Para entonces Pilar y Juan Carlos Restrepo pensaron que había que apostar por el libro físico porque iba a coger fuerza como objeto: “Quien compre un texto físico es porque va a sentir que tiene un valor agregado”, comenta Gutiérrez.

De vender y comprar

El escritor Esteban Duperly identifica dos formatos de libro-objeto. El primero lo relaciona con la experiencia de entretenimiento y el mero acto de pasar hojas:

“El contenido es secundario en este caso. Por ejemplo, uno ve que las hojas pueden convertirse en otro objeto, como bolsillos y plegables”.

También señala otro tipo de libro, más de editoriales independientes, con otro pefil de lector: “Son esos sellos pequeños que, para darle valor agregado, los hacen con cariño editorial: el diseño tipográfico, algunas aplicaciones en los colofones (hoja final) o materiales que son atractivos al tacto”, explica Duperly.

Bajo esta dinámica es que el mercado de los fanzines, formato de publicaciones seriadas más pequeñas, ha resurgido en algunas editoriales del país.

Incluso, la librería Antimateria tiene un espacio asignado en la tienda solo para fanzines. Según Melissa Martínez estos textos tienen un público específico que los hace y colecciona.

“Están elaborados como objetos de exhibición, para mostrarles rápidamente a los amigos. Generalmente, no hay que dedicarles mucho tiempo para leer”, explica ella.

Esto no significa que sean publicaciones de categoría menor. De hecho, el libro-objeto es perseguido por coleccionistas, bibliófilos y especialistas en encuadernaciones de arte, pero también por un público común que quiere comprarlo, por raro o bonito.

Es lo que sucede con el Animalario universal del profesor Revillod. Lo que lo hace uno de los preferidos por los lectores es que es un libro de entretenimiento, de fácil acceso y un objeto con valor: “Son textos que permanecen en el tiempo si lo comparamos con el libro digital, una publicación más efímera”, comenta Pilar Gutiérrez, de Tragaluz.

Así que cuando vaya a comprar un libro piense que este no debe tener necesariamente letras: puede ser simplemente un accesorio o un juguete emocionante.

Infográfico
Ronal Castañeda

Periodista. Estudiante de maestría en Estudios y Creación Audiovisual.

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