Antes de tocar el timbre se oye música adentro de la casa. A Walter Riso le gusta el jazz, la música irlandesa antigua, la escocesa a capela, algo de la celta y la napolitana cantada en dialecto napolitano. Para él la música es una manera de festejar y no pasa un día sin escuchar lo que le gusta.
Abre la puerta su esposa, la psiquiatra Iris Luna. Ella invita a pasar a la sala mientras él explica lo de los sonidos. También cuenta que no puede dejar pasar unas brevas con arequipe ni una torta rellena con este dulce. La cocina es otro de sus gustos, herencia de un padre con pizzería y una madre con la mejor preparación de berenjenas que recuerde, porque “la añoranza y la nostalgia entran por el estómago”, dice.
Escribe todos los días, desde que se levanta hasta la 1:00 de la tarde. Al mediodía y en medio de ese “microcosmos”, como él lo llama, se toma un whisky como aperitivo, a veces lo cambia por un campari italiano. Le añade una picada de quesos y jamones. Si va a romper la rutina, lo hace con un aguardiente y mango biche con sal. A él se le sale el pues de vez en cuando al conversar. Dice que tiene costumbres muy antioqueñas.
El autor de 28 libros dará hoy una conferencia. Es una gira nacional. Se llama Enamórate de ti. Ya estuvo en Bogotá y después de Medellín irá a Barranquilla. Nunca había hecho un tour en Colombia, “nadie es profeta en su tierra”, dice el nacido en Nápoles, Italia, criado en Argentina y nacionalizado colombiano. En su corazón están los tres países.
Hay mucha pena en los seres humanos...
“Desde la mañana, todas las horas que atiendes ves a una persona que se quiere quitar la vida, otra a la que le ponen los cuernos, un ser que no sabe quién es en la vida, otro cuya autoestima está por el piso. Algunos casos son comunes. Ahí me digo: ‘Si yo le llego con información a la gente puedo disminuir la probabilidad de que se enferme’.”.
A pesar de tener la información, hay personas que entran en fase de negación.
“No estamos culturalmente enseñados a aprender a perder. Si siguiéramos a Epicteto, el filósofo griego, entenderíamos que hay cosas por las que vale la pena luchar y otras que se escapan de tu control y hay que dejarlas ir. Es esa capacidad de decir perdí, se fue, o lo alejo”.
Es una resistencia al cambio.
“Una vez que creas un esquema, una teoría sobre lo que te está pasando, es difícil cambiar de opinión. Así somos los seres humanos, estructural y cognitivamente conservadores. A ti te enseñan de niña que eres una tonta, y te creíste esa idea y la metiste en tu base de datos. Armaste una teoría de ti misma y cuando ya tengas éxito vas a decir que fue casualidad. Tienes internamente la concepción de que eres tonta”.
¿La experiencia enseña cómo amar?
“Un filósofo antiguo decía: ‘Si no quieres como quisieras que te quieran, ¿para qué quieres que te quieran?’ Ahí entra un poderoso coctel: el amor propio, el autorrespeto, la valía personal, los principios y la dignidad. Cuando tienes eso claro eres una piedra en la mitad del océano, nada te mueve. Tienes claro hasta dónde vas a llegar, no vas a perder tiempo. Si te quieres a ti misma, vas a entender que hay un límite que no vas a negociar. Prefieres sufrir dignamente a tener un amor incompleto o un trabajo insatisfactorio”.
¿El amor es recíproco?
“Siempre. Te quiero y me quiero, te cuido y me cuido, el amor de pareja que no espera nada a cambio, no existe. El universal quizá exista, pero en el cara a cara, yo te amo a ti, con tu historia, con tu cédula, con lo que eres. Si soy fiel, espero fidelidad; si doy sexo, espero sexo; ternura, espero ternura”.
Muchas personas no saben dar afecto...
“¿Qué tengo qué hacer, soportar tu trauma? Sí, diría la gente, porque uno tiene que entender al otro. Yo digo que no. Tengo el derecho a la ternura, al afecto. Así que porque no pedimos ayuda profesional y tú trabajas en esa inhibición”.
¿Y el amor propio se debería enseñar en el colegio?
“A los niños les deberían enseñar amor propio I, amor propio II, y así, materias obligadas hasta que uno salga del postdoctorado, porque este te vuelve inmune a enfermedades como la depresión y la anorexia. Además genera una alta motivación a alcanzar las metas y enseña a aprender a perder, pero sobre todo logra que entiendas que tienes derechos que no son negociables. Aparte entregaría la carta universal de los derechos humanos, obligada, en cada año, cada curso, cada semestre”.
¿Quererse a uno mismo es no querer a los demás?
“Mentira, eso es ser narcisista y los narcisistas son enfermos. Ninguna persona en el mundo es más importante que tú, al menos es tan importante como tú. Y eso implica dar y recibir. Toda nuestra cultura se orienta más a dar que a recibir”.
También hay mucho ego.
“Una cosa es el egocentrismo, uno ser el centro. La egolatría es adorarse a sí mismo y el egoísmo es todo para mí. Esas son las tres patas del ego. Otra cosa es el yo, que es el que organiza la información autorreferencial. Lo que deberíamos enseñar es a fortalecer el yo, pero cultivamos el ego. Se ve desde niños. A uno lo felicitan porque sacó la mejor nota, no porque está contento por lo que hace”.