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Las fotos de Benjamín, en la calle

La exposición Benjamín de la Calle. Registro del universo se muestra en la sala A cielo abierto.

  • FOTOs donaldo zuluaga
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03 de mayo de 2016
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El hombre está sentado con su mano derecha recostada sobre el objeto en el que se sienta, que no es una silla, tal vez en cambio un banco de mármol con adornos. Su mano izquierda –que es la derecha del que mira– la sostiene en su cintura. El pie cruzado, un sombrero y en el fondo hay un paisaje, brumoso. La mirada siempre que te mira, o que miró a Benjamín de la Calle cuando hizo clic en su cámara.

En la calle, como es el apellido del fotógrafo, se miran 22 retratos de ese hombre que creaba universos alrededor de la gente que retrataba. La muestra, que está en las afueras del Museo de Arte Moderno de Medellín, lleva un nombre que le hace homenaje al trabajo de Benjamín: Registro del universo.

Porque eso hacía el artista. Registrar el universo. “Hay muchos elementos que se pueden analizar. Las temáticas, los retratos que tiene la particularidad de ser frescos, directos, espontáneos, cargados de humanidad. En sus fotos hay una carga de interioridad muy interesante. Era capaz de fotografiar el alma de la gente”, dice William Arango, investigador sobre historia de la fotografía.

El fotógrafo trabajaba en su estudio y, más allá de hacer retratos, reconstruía una escena con vestuarios, disfraces, objetos y escenografía, con telones de fondo que él importaba de Europa. Esos detalles le servían para ir más allá de poner un sujeto y dejarlo en una foto. Para él, sus retratados eran personajes que ubicaba en una estética teatral. Benjamín de la Calle le permitía a la gente ser otra en la imagen, experimentar, sentirse en otro lugar.

“Él buscaba –explican desde el Mamm– una identificación total entre el sujeto y la escena, en un proceso de construcción de personajes que lo llevaba a explorar universos alternos en una sociedad que despertaba al mundo”.

Se le reconoce como un fotógrafo democrático. Retrataba a todos, a los más ricos, como a Coroliano Amador, y también al campesino que llegaba con su perro. William explica que no dejaba el perro a un lado, sino que lo hacía entrar, porque lograba ver la relación con la mascota, y darle eso que le interesaba: lo natural, lo sencillo. “Sus retratos son frescos, directos, espontáneos, cargados de humanidad. Era una persona de una altísima sensibilidad”.

La exposición se recorre en la sala A cielo abierto, que permite que cualquier persona se quede a mirar los detalles de esa escena que de la Calle creó en una imagen que no se mueve, pero que pareciera tener vida todavía.

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