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Personajes de ficción empacan maletas para salir a vacaciones

Personajes de cuentos y novelas los hay en miles de situaciones. Unos trabajan como esclavos, otros están eternamente de descanso.

  • ilustración Elena ospina
    ilustración Elena ospina
06 de junio de 2018
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¿Quiénes salen a vacaciones en mitad de año? Los estudiantes de colegios y universidades, y muchos profesores. Entre tanto, el resto de la población, ese que se queda trabajando, exhala un tufillo de envidia.

No solo son esos los que se van de asueto por estos días. Los personajes de ciertos libros, cuya trama se basa en vacaciones y temporadas de descanso, por supuesto, también.

Y estos con un agravante: no salen a vacaciones, como aquellos, dos veces al año, sino que cada vez que uno abre el libro, ¡ellos están en la misma tónica!

“Curiosamente —comenta el escritor Octavio Escobar Giraldo, quien, precisamente, presenta por estos días la novela Mar de leva, con esta idea— los períodos de receso de trabajo y estudio son especialmente interesantes para los escritores, porque en ellos cambia el comportamiento de las personas”.

Tal vez sea por mudar de lugar, del habitual donde todos las conocen y los vecinos las ven a diario, a otro donde nadie sabe nada de ellas. O quizá sea por el ambiente relajado en el que están los turistas en un sitio de recreo.

En cualquier caso, “estar libre de las presiones cotidianas transforma a los humanos”, sostiene el manizaleño.

En Crucero de verano, de Truman Capote, las vacaciones son importantes para quien se queda y no va de viaje. Grady McNeil, una joven de 17 años, persuade a sus padres de que ella bien puede quedarse en casa mientras ellos salen de paseo. Secretamente, tiene un motivo: está enamorada de un sujeto mayor, rudo, veterano de guerra y, claro, quiere estar con él.

En otros casos sí sucede, como es de esperarse, que el tiempo de recreo es para quienes están en él. En La gaviota, la comedia de Antón Chéjov, artistas van a una casa de campo a descansar. Y en esos seres que crean vidas, se muestra el descontento por lo que son, por lo que han sido.

La maga de las novelas policíacas, Patricia Highsmith, aprovecha los días de holganza de tres personajes de Las dos caras de enero, para armar su crimen:

Por un lado, Rydal Keener, un norteamericano que ha viajado a Grecia con el dinero de una herencia. Por otro, Chester MacFarland y su esposa Colette, una pareja gringa que están en ese país europeo huyendo porque Chester es un estafador que no tiene mucha tranquilidad en Norteamérica.

También para el crimen, Agatha Christie saca partido a las vacaciones de personajes suyos en diversas obras: Los diez negritos es una de ellas.

Diez personas fueron invitadas a pasar vacaciones en La Isla del negro, donde hay una mansión cuyos dueños desconocen. Las sedujo, a cada cual por su lado, que en la carta que recibieron aparecen las circunstancias en que, supuestamente, habían sido conocidas por sus anfitriones. Cuando llegan, las cosas no suceden como estaban previstas.

Qué tal, La última alegría, de Knut Hamsun. Esa novela que hace parte de La trilogía del vagabundo, contada sin estructura, sino dejándola salir como quien está en vacaciones y no quiere hacer una novela intrincada, sino libre, o tal vez intuyendo que en lo simple también hay genialidad, el personaje narrador, Knut Pedersen —verdadero nombre del autor noruego— pasa los días en una casa de campo en las montañas, en medio de turistas que quieren hacer un paréntesis a vidas monótonas o infelices. Ellos parecen sin prisa por volver a la vida cotidiana.

“Una temporada, no de recreo, pero sí de descanso, de curación, de liberación de cargas, es la que se vive en La montaña mágica, de Thomas Mann”. Así lo percibe el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal.

El personaje central, Hans Castorp, va de visita por unos días a un sanatorio en los Alpes Suizos. Allí, cae enfermo y su estadía se alarga. “Solo en una temporalidad como aquella es que puede detenerse a describir a los enfermos”.

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