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Las despelucaron, dice coloquialmente el compositor Víctor Agudelo. Habla de las negras y las blancas, haciendo referencia a las teclas del piano y a las figuras musicales.
Despelucaron también algunas escrituras musicales rígidas. Entre ellas, la proporcional, que es la que acepta solo un número de notas determinadas en los bloques de la partitura.
Para hacerlo se valieron de algunos recursos de escritura musical de la segunda mitad del siglo XX, que se emplean en la llamada música académica y representan grandes desafíos técnicos para los estudiantes de piano.
Juntando esos recursos con “las nuevas sonoridades que nacen de la apropiación de la música tradicional colombiana y su sincretización con notaciones (escrituras musicales) alternativas” surgieron las mulatas, ese es su ADN.
De todo ese despeluque que incluye blancas, negras y mulatas surgieron las doce piezas que Agudelo y la pianista Natalia Ramírez interpretarán esta noche en la presentación del libro Blancas, Negras y Mulatas, volumen 2. En las composiciones se exploran escrituras musicales alternas a las tradicionales, técnicas contemporáneas de composición y técnicas pianísticas.
El libro, cuenta el compositor Agudelo, nace después de detectar que los estudiantes de piano de pregrado no habían tocado música de la segunda mitad del siglo XX y muy poca de la que está hecha a partir de escrituras musicales distintas a las convencionales.
Las composiciones de Víctor tienen “alusiones poéticas a los ritmos colombianos”. No es que estén plasmadas las músicas tradicionales, aclara. Según él, “somos colombianos”, y por lo tanto no encuentra una justificación en realizar un trabajo que tome otras referencias, sino las de este territorio. “Nuestras músicas tienen muchos ángulos para ser exploradas, una cantidad de cosas a las que se puede acudir. No hay que ser directos, sino tomar sus aromas y reinterpretarlas de una forma poética”.
Además, Agudelo les puso a las piezas títulos diferentes a los comunes. Lo hizo con el fin de ayudarle al intérprete a familiarizarse con la música, para que se acerque de una forma más lúdica. Entonces no se llaman Sonata N° 1, Sonata N° 2, sino ¡Añañay!, La piñata de Eva, Patadas del burro mocho, El hipnótico carriel del culebrero o Molido de tanto chapalear. “Hacen alusión a idiosincracias, mitos o fiestas de esas regionales de las cuales se toman los ritmos”.
La pianista Natalia Ramírez tuvo la tarea de entrevistar a estudiantes y profesores de piano de la ciudad para indagar qué podría tener el volumen 2 de Blancas, Negras y Mulatas, además de preguntarles por las falencias técnicas más comunes que detectaban. Esa información también fue necesaria para que Agudelo hiciera las 12 piezas que hoy interpretarán entre los dos, seis Natalia, seis Víctor.
Periodista de la Universidad de Antioquia. Interesado en temas de tecnología y cultura. Disfruto del cine y la música.