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A las diez de la mañana un grupo —compuesto en su mayoría por mujeres— se sentó alrededor de una mándala de alimentos en la plataforma del teatro al aire libre de la Universidad de Antioquia. Se trató de los ponentes nacionales y las invitadas extranjeras de la novena edición de la Semana de la Palabra y del Encuentro Internacional de Bibliotecas desde Abya-Yala, venidos desde distintos puntos del continente americano: México, Estados Unidos, Perú, Argentina, Brasil. El evento es organizado Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia.
El encuentro está lleno de símbolos, los organizadores han echado mano de ellos para dejar muy claro el objetivo de las sesiones académicas y culturales: la búsqueda de otros escenarios para difundir y compartir el conocimiento relacionado con las bibliotecas, la lectura y la palabra. Ello explica por qué las actividades iniciaron de la forma en que lo hicieron. “En el círculo, alrededor de la mándala, se comparte la palabra y los alimentos. Se dispone el corazón para los conocimientos”, dice la profesora Natalia Duque, una de las responsables del encuentro.
Y no es el único símbolo: las charlas y conversatorios de la programación, por ejemplo, se realizarán en espacios al aire libre y en modalidades más cercanas al diálogo y no tanto a la conferencia. “Nuestra propuesta es que este tipo de espacios no se hagan de la forma academicista en que históricamente los hemos hecho”, dice Natalia. En otras palabras, sacar la conversación de las aulas y los auditorios y llevarlas a otros sitios. Por ese motivo —salvo que llueva— los estudiantes y docentes de la UdeA podrán escuchar las reflexiones de los expertos de camino al restaurante, la biblioteca o la clase.
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Ese objetivo también se percibe en la lista de los 37 invitados extranjeros y locales. La especialidad de muchos de ellos es la de poner en jaque los saberes convencionales y ampliar las nociones de biblioteca, lectura y difusión del conocimiento. Esos son los casos de las profesoras Franciéle Carneiro Garcês da Silva, de Brasil, y Wendy Juárez, de México.
La primera ha estudiado el problema histórico de las injusticias epistémicas. Es decir, la ausencia de las sabidurías indígenas y afroamericanas en los currículos de formación universitaria. “Luchamos por incluir en los currículos materiales de la oralidad, materiales hechos por personas negras, por personas indígenas, y que aporten otra forma de ver el mundo, de percibirlo”, dice Franciéle. Esto les daría a las universidades un carácter universal y no tan anclado a los conocimientos producidos por los blancos del Primer Mundo.
Además —señala Franciéle— las personas negras e índigenas no están preparadas para los ambientes de la educación tradicional, algo que exige la empatía de los docentes y de los bibliotecarios para incluirlos en los procesos de formación. En ese sentido, la justicia epistémica no consistiría solo en incluir temas a los currículos, sino también a las personas y los distintos enfoques que existen para habitar y entender el mundo.
Wendy hace parte de la Universidad de la Tierra, de Oaxaca. Dicho colectivo pone en cuestión las instituciones tradicionales del conocimiento y, de paso, forma “intelectuales desprofesionalizados”, una categoría que supera la idea de la educación cuya meta son los títulos universitarios. “Pensamos que una licenciatura, una maestría, un grado no nos definen. Los saberes y los conocimientos que vamos aprendiendo no están encerrados en una disciplina o en una profesión”, dice Wendy. En ese orden de ideas, la biblioteca dejaría ser un almacén de libros para convertirse en un reservorio de múltiples conocimientos.
La idea de la “desprofesionalización” está conectada con la contraproductividad de la vida moderna. Y esta se manifiesta cuando las instituciones no solo dejan de hacer las cosas para las que fueron creadas sino que, además, producen efectos completamente contrarios. “Vivimos en sistemas de salud que amputan piernas, brazos, partes equivocadas del cuerpo, que medican la vida y no sanan... tenemos escuelas que han vuelto el aprendizaje en un proceso pesado, tedioso, en lugar de uno gozoso... tenemos sistemas de transporte que en vez de hacer más rápido el desplazamiento condenan a la gente a pasar horas en atascos y trancones”, dice Wendy.
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Estas son algunas de las ideas que los participantes en el Encuentro Internacional de Bibliotecas desde Abya-Yala podrán conocer, discutir y repensar en las sesiones de trabajo y diálogo.
Además de los actos académicos, la Semana de la Palabra cerrará su programación en la Casa de la Música el 21 de abril a las tres de la tarde con un concierto a cargo de la Filarmónica Embera Chamí, la primera orquesta indígena de este tipo fundada en el país. Los músicos habitan en el resguardo Marcelino Tascón, de Valparaíso, Antioquia. En su formación han contado con el apoyo de la Corporación Pasión y Corazón. “Con esta invitación quisimos promover un acceso justo de todos a los espacios de la cultura y el conocimiento”, concluye Natalia.
¿Qué significa Abya-Yala?
En la lengua guna significa “Tierra en florecimiento” y fue el primer nombre que recibió América, al menos del que se tiene noticia. Las actuales comunidades indígenas del continente reivindican este término para recordarnos a la mayoría de algo obvio: antes de la llegada de los españoles ya había aquí pueblos y civilizaciones, algunos con un alto desarrollo cultural y tecnológico. La academia ha adoptado el término, también, para promover la descolonización de las ciencias y las humanidades. En otras palabras, para resaltar las sabidurías de los indígenas y los afro.
Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.