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Setenta años de un universo de cultura: la Biblioteca Pública Piloto está más joven que nunca

El aniversario 70 de fundación de la Piloto es una puerta abierta para reflexionar sobre su importancia.

  • Los visitantes pueden acceder a internet y a miles de libros. Entre semana la biblioteca abre sus puertas a las 8:30 a.m, FOTO Esneyder Gutiérrez
    Los visitantes pueden acceder a internet y a miles de libros. Entre semana la biblioteca abre sus puertas a las 8:30 a.m, FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Setenta años de un universo de cultura: la Biblioteca Pública Piloto está más joven que nunca
06 de noviembre de 2022
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“Este lugar vibra, aquí pasan muchas cosas”, dice Paula Andrea Rendón Suárez —articuladora de proyectos de la Biblioteca Pública Piloto— mientras camina por los pasillos de libros. Recuerda una escena de la época de las protestas ciudadanas: un día la biblioteca se llenó con los estudiantes y los profesores universitarios que no pudieron entrar a sus campus. En cualquier rincón de la Piloto las clases siguieron por unas horas su curso. Los funcionarios sacaron las sillas y las mesas del cafetín para que fueran usadas por los muchos usuarios que llegaron. “Literalmente no había por dónde caminar”, dice.

También recuerda algo que para ella confirma la importancia de la Piloto para la ciudad: a pesar de estar en un sitio de paso de las marchas y las manifestaciones, nunca la biblioteca sintió el rigor de los enfrentamientos entre los jóvenes y la Policía. “Los desmanes se daban antes o después de la Piloto, nunca acá”.

Las bibliotecas, los museos, los centros culturales son en las democracias los sustitutos de los templos religiosos. Son de los pocos sitios que conservan la magia que el mercado ha despojado a otros escenarios.

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En el último siglo la vida cultural de Medellín ha estado vinculada de manera profunda a la Biblioteca Pública Piloto. En el primer gran salón que el visitante encuentra en la entrada hay un mural enorme de Pedro Nel Gómez con un nombre que bien puede servir para hablar de los oficios de la biblioteca: Homenaje a la inteligencia del pueblo antioqueño. Fue pintado por el maestro entre 1979 y 1980, según la placa informativa. En efecto, la Piloto ha sido un motor de la inteligencia de los habitantes del Valle de Aburrá. En sus instalaciones los jóvenes se han acercado al mundo del conocimiento y los artistas han adquirido las destrezas para ejercer el oficio. También la biblioteca ha sido un termómetro que marca las transformaciones de la sociedad: de alguna forma sus apuestas le apuntan a los intereses ciudadanos de las diferentes épocas. Ahora la Piloto pone su norte en la creación de contenidos multiformatos para cambiar la idea de la biblioteca como un lugar de almacenamiento de libros y fortalecer la percepción de que se trata de sitio de encuentro ciudadano.

En el proceso de investigación para preparar los festejos de los setenta años de la Piloto los funcionarios encontraron que el primer libro adquirido por la biblioteca fue Los amigos de Toto, clasificado con el número 001. El catálogo actual de la biblioteca está compuesto por 433.670 materiales bibliográficos, entre libros, audiolibros y videos.

Hay libros para todas las edades y destinados a diferentes intereses. Los que tienen una vida más corta son los de la sala infantil: los niños se los llevan a la boca, rasgan sus páginas o derraman líquidos en ellas. Para estas eventualidades la biblioteca tiene un programa denominado Primeros auxilios para libros: intervenciones de reparación y rescate.

Por su parte, los adultos prefieren las obras literarias de los autores clásicos o que están en las primeras páginas de los medios informativos. Las ficciones de Gabriel García Márquez ocupan siempre un lugar de preferencia en los gustos de los usuarios. Le siguen los libros de Gabriel Arango Mejía, Juan Gabriel Vázquez, Irene Vallejo. En sintonía con los tiempos posteriores a la pandemia de la covid-19, uno de los temas que más interés despiertan en los 92 mil afiliados a la Piloto son los de la salud mental.

Los afiliados pueden llevar a sus casas 18 libros por 21 días. En el formato digital pueden prestar cuatro. Hay dos formas de afiliación: una se hace en la página web de la Piloto, pero esta modalidad solo permite el préstamo de materiales virtuales. La segunda se hace en la biblioteca o en cualquiera de las 36 unidades de información de Medellín. Basta llenar la información solicitada en un formulario, dar dos referencias personales y mostrar el documento de identidad para hacer parte de la comunidad de la Piloto.

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El funcionamiento de la Piloto cuesta cuatro mil doscientos millones de pesos al año. El dinero proviene de transferencias de la Nación, del presupuesto de la Alcaldía de Medellín y de los proyectos que la biblioteca realiza para otras instituciones. El convenio más importante es el que firmó con la Alcaldía de Medellín para administrar el sistema de bibliotecas públicas de la ciudad y el programa Eventos del Libro.

En sus pasillos, oficinas y lugares trabajan alrededor de 120 personas, entre funcionarios de carrera y contratistas. Hay bibliotecarios, promotores de lecturas, encargados de proteger el patrimonio albergado en la Sala Antioquia y el archivo fotográfico. En su misión de irradiar cultura por la geografía urbana, la Piloto tiene cuatro filiales: en la vereda La Loma, en el barrio Florencia, en San Antonio de Prado y en Campo Valdés.

En un principio la idea de la Unesco de fundar una biblioteca Piloto no involucraba a Medellín. En el plan original la ciudad escogida era Manizales. Sin embargo, los intelectuales y la clase empresarial iniciaron una campaña lo suficientemente persuasiva para convencer al organismo internacional de decidirse por la capital de Antioquia. Desde la firma del convenio entre el gobierno colombiano y la Unesco —el 10 de noviembre de 1952— la Piloto ha tenido tres sedes: una en el centro, la segunda en Bellas Artes y la tercera en la construcción en Carlos E. La Piloto tiene dos hermanas: una en África y otra en Asia. El padrinazgo de la Unesco fue breve: solo seis años, según el relato de Paula. Una vez este concluyó, pasó a estar bajo el cobijo del gobierno nacional y, desde 1998, del municipal.

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A la entrada de la sala general hay un piano francés de maderas claras. A mediados de los sesenta, un rico de Medellín se lo vendió a la Piloto en 58 mil pesos. El instrumento musical es una pieza de decoración, ya no tiene un uso artístico. Dentro de la sala general hay otro enorme mural, esta vez uno hecho por Dora Ramírez con los niños que frecuentaban la sala infantil. Ahora la sala lleva el nombre de Pedrito Botero, en gratitud a Fernando Botero por la donación de uno de los dos óleos Pedro que hay en Medellín: el otro está en las salas del Museo de Antioquia.

Y no es la única sala que lleva el nombre de una figura local de la cultura. El sector más silencioso de la Piloto –la sala de escritores y lectores– rinde homenaje a Manuel Mejía Vallejo. El autor de Aire de tango tuvo una relación de larga historia con la biblioteca: durante muchos años fue el responsable de coordinar las reuniones del taller de escritores. Algo parecido le ocurrió a Jaime Jaramillo Escobar. El nadaísta estuvo al frente del semillero de poetas hasta poco antes de su muerte. Incluso, su ceremonia de velación tuvo lugar en la Piloto. “Organizar el velorio de Jaime fue algo muy extraño en mi carrera. La cámara ardiente duró 24 horas y mucha gente de la cultura se acercó a despedirse del maestro”, dice Paula.

Setenta años de un universo de cultura: la Biblioteca Pública Piloto está más joven que nunca

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La cantidad de pinturas, fotografías, esculturas y demás piezas de arte que custodia la Piloto la han convertido en la primera biblioteca en Colombia en camino de convertirse en un museo. Hace tres meses fue incluida en el Simco —Sistema de información de museos de Colombia—. También es la única en Latinoamérica en ofrecerle a su público un espacio interactivo en el que puede interactuar con dispositivos que le permiten tomarse retratos en los estilos de fotógrafos importantes de la historia de Antioquia. También hacer un exlibris o escribir una carta con la caligrafía y los lenguajes del pasado. La apuesta por el ecosistema digital es uno de los nortes de la Piloto. En la actualidad se registran 1500 préstamos digitales mensuales entre libros y audiolibros.

Otro elemento importante en esta estrategia es la Cosmoteca, una plataforma en la que los jóvenes pueden pasar el mundo de la información al del conocimiento de manera divertida y comunitaria. “Queremos ser una especie de Spotify de la cultura”, dice Paula.

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En las mañanas la biblioteca es frecuentada por los adultos mayores. Van allí a consultar la prensa. El ambiente es silencioso. En la tarde llegan los jóvenes, los niños y los investigadores. También arriban los migrantes que usan los computadores conectados a internet para comunicarse con sus familias. La Piloto conserva en su oferta los talleres de escritura y de poesía. También hace exposiciones y desde este mes contará con el tercer sitio en el que las personas pueden dejar sus cartas para que el servicio postal público las haga dejar a sus respectivos destinos.

“Queremos que la gente sepa que la Piloto es un entorno seguro. Acá los servicios son gratuitos y de libre acceso a la ciudadanía”, dice Paula. Medellín sería una urbe muy distinta sin el metro y sin la Biblioteca Pública Piloto. El metro enlaza punto del mapa mientras la biblioteca conecta los distintos tiempos: ayuda a conocer el pasado, da luces para comprender el presente y enseña a soñar el futuro.

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