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Vacíos en convocatoria artística de la Comisión de la Verdad

Algunos gremios han cuestionado decisiones sobre las obras que entregó la institución.

  • La vida y la muerte —fotografía ganadora de varios premios internacionales— es una de las imágenes incluidas en el archivo que los fotorreporteros le enviaron a la Comisión. FOTO Jaime Pérez.
    La vida y la muerte —fotografía ganadora de varios premios internacionales— es una de las imágenes incluidas en el archivo que los fotorreporteros le enviaron a la Comisión. FOTO Jaime Pérez.
  • Atentado terrorista del ELN en Machuca, Segovia, en noviembre de 1998. FOTO Donaldo Zuluaga Velilla (Archivo El Colombiano)
    Atentado terrorista del ELN en Machuca, Segovia, en noviembre de 1998. FOTO Donaldo Zuluaga Velilla (Archivo El Colombiano)
21 de julio de 2022
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El 5 de julio, un colectivo de fotógrafos documentales colombianos les hizo llegar a los miembros directivos de la Comisión de la Verdad una carta en la que manifiesta sorpresa por los contenidos de la exposición Conflicto y Paz, cuya curaduría estuvo a cargo de Santiago Escobar Jaramillo. El comunicado no cuestiona las imágenes incluidas ni se convierte en un ataque a los trabajos de los fotógrafos seleccionados. Señala más bien las limitaciones de la muestra dedicada a fotos casi todas hechas en el postconflicto: “Consideramos que la columna vertebral del informe presentado de manera magistral y descarnada por el padre Francisco de Roux debe ser acompañada por fotos igualmente explícitas y sin ambages de lo que fue el conflicto, en especial en las décadas de los años 80 y 90 hasta 2010”.

Julián Lineros –cuyas fotos han sido publicadas en Cambio-16, Semana, Cromos, Gatopardo, Le Monde, entre otros medios noticiosos– afirma que la carta nació del dolor y la tristeza provocados por la exclusión de las imágenes que él y otros 80 reporteros gráficos capturaron en las décadas de los 80, 90 y 2000. Fotografías hechas en contextos al límite: emboscadas, balaceras, tomas guerrilleras, visitas a campamentos insurgentes o de paramilitares. “Sin duda obviar este material puede entorpecer la comprensión de lo que pasó en Colombia”, dice.

La carta trae una muestra de las obras de los firmantes: está, por ejemplo, la foto hecha por Liliana Toro a un sonriente y vendado Carlos Pizarro a su salida de la Picota. También la de Jaime Pérez –fotógrafo de EL COLOMBIANO– días después de la masacre paramilitar en La Gabarra: en primer plano un hombre sostiene un niño dormido mientras al fondo un caminante carga un féretro negro. Hay otra de Gabriel Aponte, convertida en un símbolo: Andrés Pastrana aparece sentado junto a la silla vacía de Manuel Marulanda en el evento de apertura de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán. La curaduría de esta contramuestra la hizo Lineros.

Conflicto y Paz reúne 14 fotógrafos –entre ellos Federico Ríos, Jesús Abad Colorado, Natalia Botero– y podrá ser vista en 28 ciudades. Según Escobar Jaramillo la propuesta curatorial nace de una investigación titulada Un inventario de la fotografía testimonial y testimoniante de la violencia en Colombia. La escogencia no partió de una convocatoria pública. En la respuesta a la carta, la Comisión afirmó: “Lamentablemente el tiempo y los recursos, tanto humanos como económicos siempre son limitados, y la tarea inmensa nos hizo fijar prioridades y muchas veces dejar del lado asuntos y modos que hubiéramos querido tener presentes”.

El impasse permitió que los fotógrafos esbozaran el proyecto de reunir sus archivos para entregárselos a una institución que pueda velar por ellos. Se inspiraron en la exposición permanente sobre la guerra contra Sendero Luminoso que los visitantes pueden ver en El Lugar de la Memoria, un museo construido en Lima para albergar los testimonios y documentos de una de las épocas más oscuras del Perú. “La exclusión fue muy grande teniendo en cuenta la magnitud del informe”, concluye Lineros.

Atentado terrorista del ELN en Machuca, Segovia, en noviembre de 1998. <b> </b>FOTO<b> Donaldo Zuluaga Velilla (Archivo El Colombiano)</b>
Atentado terrorista del ELN en Machuca, Segovia, en noviembre de 1998. FOTO Donaldo Zuluaga Velilla (Archivo El Colombiano)

Novelas gráficas, sin historietistas colombianos

Aunque el gremio de los historietistas no le ha hecho llegar a la Comisión de la Verdad una misiva respecto a las 14 novelas gráficas publicadas en el contexto de la entrega del Informe Final, ciertos sectores sí han expresado voces de inconformidad. La primera crítica radica en que en la confección de los libros no intervinieron historietistas ni investigadores ni libretistas colombianos. En gran parte, el trabajo recayó en las dos agencias –Clickarte SAS y Taller Creativo de Aleida Sánchez B. SAS– ganadoras de la convocatoria pública, que contrataron para el dibujo a ilustradores con poco kilometraje en el terreno del cómic.

Salvo Transparentes, historias del exilio colombiano, del español Javier de Isusi, la mayoría de los títulos de los cómics encargados por la Comisión fueron hechos con un énfasis pedagógico. Para Diego Cárdenas –aspirante a doctor en Humanidades– en las narraciones no hay impronta de autor: “Son cómics que se me antojan muy corporativos. Como un manual de procedimiento ilustrado... Son muy genéricos. Todos los cómics se parecen entre sí”. Diego resalta el valor didáctico de las obras, pero también señala los flancos débiles: “A veces son redundantes, hay mucho texto expositivo y los dibujos parecen apenas acompañamiento decorativo, cuando tendrían que aprovecharlos”.

Pavel Santodomingo, coordinador del objetivo de Reconocimiento de la Comisión de la Verdad, acepta que los cómics se concibieron desde un principio como una relatoría gráfica de los procesos adelantados por la Comisión durante los últimos cuatro años. En su radar no estuvieron ni el impacto estético ni la destreza narrativa. Al respecto comenta Mario Cárdenas, director de la revista virtual Blast: “Es una lástima que la Comisión de la Verdad haya pasado por encima del conocimiento y la experiencia de historietistas, editores e investigadores colombianos que han trabajado desde hace años en historietas documentales, periodísticas y de no ficción. Vincular distintas miradas, diversidades narrativas y gráficas habría sido un aporte importante en la recuperación y creación de memoria”.

El componente pedagógico no necesariamente implica una ruptura con la estética. Para validar dicha afirmación es suficiente echarle un vistazo al libro de Isusi o a las publicaciones que la misma Comisión hizo en sus redes sociales antes de la entrega del paquete final.

En todo caso, los gremios de los fotógrafos y de las historietas quedaron con una espina clavada por los resultados estéticos de los trabajos de la Comisión. Todos aclararon respaldarla, pero sí esperaron un cuidado mayor en el manejo visual del informe

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