Sobra cualquier intento de explicación porque lo inefable no se razona, simplemente se vive: un país entero fue poseído este martes por una locura mundialista sin fin. Dos aviones de la Fuerza Aérea de Argentina sobrevolaron una autopista colapsada de humanidad uniformada con los colores de su bandera.
En sí, Buenos Aires colapsó a la espera de los campeones.
Ver para creer
Si el domingo, cuando la Scaloneta selló su epopeya mundialista y sumó una tercera estrella a su emblema, Argentina celebró de un modo hasta entonces inédito, lo de este martes es ver para creer.
Cientos de automóviles se apostaron desde la noche del lunes a la vera de la carretera por donde se preveía que pasaría el bus con los capitaneados por Leo Messi.
Otras miles y miles de personas montaron vigilia en los alrededores del Obelisco, en pleno centro capitalino, también esperando el paso de la caravana albiceleste por la Avenida 9 de Julio. Pero, entre la marea humana que literalmente bloqueó la catalogada avenida más ancha del mundo y la imprevisión del operativo, el itinerario de la caravana fue cambiando una y otra vez a lo largo de las horas, obligando a los hinchas a desplazarse a otros puntos de la ciudad en una apuesta no segura para ver a los jugadores.
Unos miles se fueron a la Plaza de Mayo, escenario usual de manifestaciones, con la esperanza de que la Selección se acercara hasta la Casa Rosada, sede del Ejecutivo argentino.
La Policía, que no pocas veces protagoniza enfrentamientos con los manifestantes en los días de protestas, activó los camiones lanza agua, no para dispersar a la gente, sino para refrescarla en una jornada de sol pleno y calor. Otros miles se desplazaron hacia la autopista de acceso a Buenos Aires que desemboca en la Avenida 9 de Julio, también con la ilusión de ver pasar a la ‘Scaloneta’ por allí.
Y al final terminaron subiéndose a la autopista, colapsando también una de las vías clave en el itinerario inicialmente programado. Ya entrada la tarde, el ómnibus de la Selección, que partió antes de las 9:30 a.m. (hora de Colombia) del predio de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en la localidad bonaerense de Ezeiza, avanzó a paso de hombre y aún ingresó en territorio capitalino.
Allí los esperaban en las calles más personas que los 3 millones de habitantes de Buenos Aires, una ciudad donde ya no funciona ni el metro ni se respira otra cosa que no sea pasión futbolera.
Las postales del fanatismo se repitieron como en un caleidoscopio digno del realismo mágico. Gente montada por horas en semáforos y luminarias públicas. Niños que nunca habían vivido eso de ser campeón mundial brincando sin parar. Y hasta hinchas que ingresaron al Obelisco por la fuerza y subieron sus 206 escalones hasta la cima para ver el espectáculo mundialista desde 67,5 metros de altura. Cuando un extranjero pregunta a un argentino por las rarezas económicas, políticas y sociales del país suramericano, la mayoría de las veces es difícil obtener una explicación razonable. Y solo recibe por respuesta: “Argentina... no lo entenderías”.
Messi, en las alturas
Fue imposible que el equipo que dirigió Lionel Scaloni en Qatar llegara al Obelisco.
Por tal motivo su selección finalizó la caravana en helicóptero y regresó a Ezeiza.
Tras cinco horas de travesía, el autobús solo recorrió unos 15 kilómetros de autopista y tomó un desvío en la avenida Larrazábal, en el barrio porteño de Villa Lugano (suroeste de la ciudad), luego de que dos aficionados saltaran al vehículo desde un puente.
Varios helicópteros de Prefectura Naval recogieron posteriormente a los futbolistas e iniciaron una recorrida aérea por el centro de la capital, entre las ovaciones de los aficionados que, desde la avenida 9 de Julio y las calles aledañas, llevaban más de diez horas esperando a sus ídolos.
“No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de seguridad que nos escoltaban no nos permiten avanzar. Mil disculpas en nombre de todos los jugadores campeones. Una pena”, aseguró el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia, en Twitter.
La Albiceleste obtuvo su tercer título mundial, después de los conseguidos en Argentina 1978 y México 1986. Tras acabar con su sequía mundial, un mar humano les rindió tributo a sus nuevos héroes.
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finales mundiales ha disputado Argentina. Ganó tres y perdió tres.