Jhon Jairo Carmona no tiene dudas al afirmar que el Nacional campeón de la Libertadores 1989 marcó un sello en el continente.
“Éramos puros criollos, sin extranjeros, y respetábamos un estilo de juego del profesor Maturana con la pelota siempre al piso”, recuerda.
Y es que para él, la primera final ante Olimpia, el 24 de mayo en Defensores del Chaco (Asunción, Paraguay), mostraron un juego muy estilizado, pero encontraron un rival que les cobró los errores.
El momento glorioso del 31 de agosto tuvo dramatismo. El frío de Bogotá era inclemente, estar en una cancha diferente al Atanasio pesaba y había ansiedad por revertir el 2-0 de la ida, según relata Carmona.
El primer tiempo pasó con el mismo resultado, pero la confianza existía, según le contó a este diario Gildardo Gómez, lateral en El Campín.
“Nosotros partíamos de la idea de mantener el cero en el arco. De ahí, se esperaba una genialidad de los de arriba: J.J. Tréllez, Albeiro Usuriaga y Jaime Arango”.
Y fue precisamente el recordado Palomo el que se echó al hombro al equipo y provocó un autogol y, posteriormente, el empate (2-0, 5-4 en penales).
Los penales, reconoce Gómez, es algo que puso a sufrir al grupo y sentir pena con René Higuita. “Yo me volteaba porque él las atajaba y nosotros las botábamos”.
Pero la fiesta llegó en una Bogotá que se enamoró del verde y una Medellín que se abstrajo de su problemática y celebró la conquista continental. Sin embargo, sentó, según varios de los protagonistas, un precedente de buen fútbol que inspiraría las selecciones Colombia de la década del 90.
Y ayer se coronó un equipo que, con algunas diferencias (ver ayudas arriba), hizo recordar aquella hazaña del 31 de agosto de 1989.