Primero, con el dedo índice de la mano derecha, Nairo Quintana (Arkéa) señaló su bicicleta y luego su pecho, como dando a entender que aún está vigente para dar batalla en el ciclismo; y después, con la mirada al cielo, se llevó los dedos a los labios y lanzó un beso para agradecer, quizá al Ser Supremo, las bendiciones recibidas.
Esas fueron las reacciones del pedalista colombiano al cruzar la meta en el primer lugar en la séptima y última etapa de la París-Niza, que terminó en el alto de Valdeblore La Colmiane el pasado sábado con triunfo general para el alemán Maximilian Schachmann (Bora) y el tercer lugar para el paisa Sergio Higuita (EF).
Minutos después, y algo que normalmente no se ve en la carretera, Quintana, con una botella de champaña, salió corriendo para bañar a sus directivos, entre ellos a Emmanuel Hubert, manager general de su nuevo equipo.
Ese festejo de Nairo deja varias conclusiones: es feliz, su relación con el elenco es perfecta, está en plena forma y tiene todo el apoyo del staff y ciclistas, esto último que en su instancia final en el Movistar no se veía con claridad.
Y lo más importante para un corredor: ha vuelto a ganar. Días antes se había consagrado campeón del Tour de La Provence y el Tour de los Alpes Marítimos. Además fue subcampeón nacional de contrarreloj.
Su buen rendimiento despierta una pregunta: ¿por qué esta mejoría tan palpable y exitosa después de su paso por el elenco español ya no se notaba tan arrollador y cómodo como años atrás?
Para el exciclista Óscar de J. Vargas, ahora técnico del Team Onion, el nuevo entorno de Nairo ha sido fundamental para los resultados que viene consiguiendo.
“Llegué a escuchar que él tuvo ofertas de varios equipos pero como que se sentía muy bien con los castellanohablantes. Supongo que, por idioma y otras circunstancias, de pronto le daba pereza cambiar así le ofrecieran más dinero en otra parte. Pero se te arriman dos o tres colíderes, y él, claramente, por resultados, podría ser el jefe, aunque parece que esto no se respetaba ahí, por eso ese entorno tenía que haberlo cambiado hace rato”.
Si bien en los últimos años Quintana siempre fue protagonista en las primeras cuatro carreras de cada campaña, en la actual se le ve más seguro.
Volver a contar con la compañía de su hermano Dáyer y de su amigo Winner Anacona, como dijo el propio corredor, ha sido determinante.
“Cuando cambias de equipo es como un reto nuevo, es otro comenzar. Él no tiene que demostrarle nada a nadie, pues ya ha ganado grandes cosas, pero sigue siendo un buen corredor y sabiendo lo que tiene lo motiva a ser mejor. En sí, a sus 30 años, se puede decir que está en una edad de gran madurez, que hay Nairo para rato”, agrega Vargas.
En días recientes, el propio Hubert aseguró que Nairo tendría el respaldo suficiente y el talento del escarabajo viene siendo apreciado por sus compañeros, quienes lo han sabido custodiar para que este imponga luego sus condiciones.