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Marcelo Gutiérrez se bajó de la cicla para redescubrir la vida

Marcelo Gutiérrez, el mejor downhillista del país, habla de su año sabático y sus planes.

  • El downhill, una modalidad extrema del ciclismo, ha sido la pasión de Marcelo Gutiérrez. FOTO RedBull
    El downhill, una modalidad extrema del ciclismo, ha sido la pasión de Marcelo Gutiérrez. FOTO RedBull
25 de mayo de 2020
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Sentirse vacío, a pesar de tenerlo todo y haberlo ganado todo en el downhill, deporte que practica hace 19 años, obligó a Marcelo Gutiérrez Villegas hacer un alto en el camino.

El año sabático, que empezó en noviembre de 2019, cuando volvió a su natal Manizales sin tener un tiquete que lo llevara a algún lugar del mundo a competir sobre su bici, lo está llevando a como él lo describe, “redescubrir la simpleza de las cosas”, para desprenderse de esa rutina agitada que no le estaba permitiendo disfrutar, del todo, la vida. El mejor exponente de esta práctica extrema en el país, le contó a EL COLOMBIANO cómo avanza esa pausa.

¿Cómo va el año sabático?

“Muy bien, y la cuarentena ha hecho que mejore porque me obligó a, literal, no hacer nada. No es que este año no quiera dedicarme a nada, tengo proyectos, pero mi propósito era bajarle el ritmo a mi vida y sigo con el plan de ir más lentico, más tranquilo”.

¿Qué proyectos tiene?

“Uno que me está llevando a mis raíces como ser humano, colombiano y apasionado por la bici. Caí en cuenta que uno vive mucho del ego y de una forma tan superficial, pues si, viajar y correr es chévere y ganar también, pero quería reencontrarme”.

Y ¿de qué se trata?

“Quiero generar contenidos, pero no crear por crear, sino hacer algo de calidad y con sentido, inspirar, incluso el proyecto se llama Inspirar para Crear, lo que quiero es llegarle a la gente, tener conversaciones, expediciones por el país y contar historias. Realmente inspiracional y aspiracional. Es un reto muy grande porque antes tenía un equipo, un manager que hacía todo y ahora dependo solo de mi, me toca ser proactivo, creativo. Es una experiencia muy bonita y difícil, a veces”.

Una especie de influencer...

“Sí y no. A veces me dicen ¡huy! se volvió influencer, como en tono de chiste y les digo ‘no guevones’. Ellos están muy estigmatizados, porque a la gran mayoría le dan dinero por decir: ‘este producto es lo mejor’ y ya. Yo no quiero eso, pretendo generar contenido con una razón de ser y que realmente aporte. La idea es sumar, quiero servir”.

¿Busca mostrarse más como ser humano que en su rol de deportista?

“Es que yo llegué a un punto en el que me sentía, honesta y tristemente, vacío, y sí, lo tenía todo, pero me sentía mal. Entonces, parte del contenido va a girar en torno a la simpleza de las cosas. La vida es solo una y uno se la complica tanto, entonces la idea es eso, es mostrar por medio del video, cosas que realmente llenan”.

Esta etapa inició graduándose como profesional...

“Con orgullo digo que acabé Mercadeo, o acabamos, porque en ese proceso hubo mucha gente que me ayudó. Mi novia, Valentina Vallejo, fue quien me más me insistió y apoyó porque, juepucha, habían días que eran imposibles mentalmente y, además, a distancia, viajando y las competencias y los cambios de horario, noo... Pero a finales del año pasado me gradué y fue bien bonito. Curiosamente ese post es el que más likes tiene mi Instagram, ¿puedes creer?”.

Significa que fue “la gran carrera” que logró ganar...

“La gente lo valoró mucho porque lo suspendí casi cinco años y retomarlo fue muy duro. Hubo comentarios muy chéveres, todo el mundo supercontento, yo decía: ‘juepucha, es como si me hubiera ganado el Mundial’ (risas). Eso me hizo confirmar que lo que quiero hacer vale la pena”.

En el encierro, ¿qué cosas descubrió que le gustan?

“Algo que reforcé es echar pala (risas), suena tan simple, pero es un plan tan rico. Aquí cerca de mi casa tengo una montaña y ahí lo hice y armé una pistica. También he disfrutado mucho correr, me ha gustado un montón el trail running... ¡Ah! y ver pájaros también, no te imaginas, me entretiene un montón, vienen todos los días barranqueros, tucanesas, carpinteros y otros a los que aún no me les aprendo sus nombres. Ya conseguí unos binoculares todos tesos para verlos bien. Eso de ver animalitos es parchadísimo”.

¿Y el downhill?

“La bici de downhill, con toda honestidad, no la toco desde noviembre. Nunca en mi vida había pasado tantos meses sin tocarla y la tengo a mi lado, colgada en la oficina, pero allá ha permanecido. Sí he hecho otras cosas que me gustan y que, en la preparación, me limitaba, como ruta, enduro, motocrós. Porque la ambición y la necesidad de tener resultados me obligaba a dejarlas. He disfrutado retomarlas”.

No cree que con esto pierde algo de vigencia...

“Claramente, cuando decidí parar sabía que era muy arriesgado porque pasas un año sin figurar y te desapareces del mapa, es como si no hubieses existido. Y pensaba, ‘ehh, uno matándose para que lo reconozcan y el otro año ni se van a acordar de vos’. Pero con la generación de contenido la gente me va a tener presente. Estoy perdiendo en cuanto a competencia, pero ganando más reconocimiento en otras cosas, por ejemplo, me han llamado para narrar carreras, entonces de una u otra forma sigo vigente”.

En su última carrera llegó a sentir que ya era el retiro...

“La última fue en Juegos Nacionales y la verdad no lo pensé, pero porque la carrera fue muy difícil mentalmente, mi cabeza ya estaba en otra parte, no quería estar ahí. En la que sí sentí algo así fue en la copa del Mundo en Estados Unidos, ahí dije, ¿será que esta va a ser mi última carrera? pero nada, son solo preguntas, todo es tan incierto. El tiempo lo dirá”.

¿Un tipo con una vida sorteando los riesgos podría decir que le teme a algo?

“Claro que sí. Una caída o darme totazos fuertes y, oír ejemplo, un circuito urbano como el de la Feria da mucho susto, hay que medírsele con respeto”.

Y para usted, que duele más un porrazo en tierra (el campo) o en cemento (ciudad)?

“El concreto pega más duro que la tierrita, hay saltos que uno dice ‘si no lo hago bien de acá salgo muy mal o no sales’, pero siempre tiene que confiar en que todo va a salir bien porque de lo contrario es atraer una energía negativa y, claro que te vas a volver mierda” .

19
años, de los 29 que tiene, Marcelo los ha dedicado a montar en bicicleta.

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