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El esquivo camino a la equidad

  • El fútbol femenino teme que debido a la crisis del fútbol se generen aún peores condiciones a las actuales. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
    El fútbol femenino teme que debido a la crisis del fútbol se generen aún peores condiciones a las actuales. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
09 de abril de 2020
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La polémica que se suscitó con las determinaciones que tomó Independiente Santa Fe, con motivo de la crisis por la pandemia, respecto a los contratos de sus equipos masculino y femenino (así como otros elencos), y que ocasionaron menor afectación para los jugadores, dejó de manifiesto nuevamente la brecha en cuanto a condiciones laborales que existe entre hombres y mujeres.

Para Liliana Zapata, fundadora de Formas Íntimas (que representa al DIM en Liga), es apenas normal que los contratos de las jugadoras quedaran en veremos o suspendidos, porque hay total confusión respecto a cuándo podría (o incluso si podría) disputarse la Liga femenina. De hecho, Zapata pone en duda que elencos como Nacional o Junior estén pagando honorarios sin traumatismos a las futbolistas, como aseguran.

Al margen de la coyuntura, históricamente el tema de la inequidad ha intentado zanjarse por parte de la dirigencia y un sector de la opinión pública bajo la premisa de que la retribución se hace en proporción a los ingresos que generan, argumento que merece mayor profundidad.

La futbolista Oriánica Velásquez, lo explica de forma clara: “No pueden pedirle al fútbol femenino generar una industria en pocos años que al masculino le costó décadas. Deben medir nuestro valor y proyección de acuerdo a nuestra propia historia y logros conseguidos”.

Uno de los grandes condicionantes que resalta la dirigencia del país, para que la rama femenil no alcance la estabilidad deseada, es que no es rentable.

La Liga masculina solo contó con un patrocinador general hasta 1990 (para entonces tenía 42 años de historia). Los contratos televisivos aparecieron apenas en los últimos 18 años, razones por las cuales no parece tener proporción que a la Liga femenina, con tres años de carácter profesional, se le exija tener condiciones semejantes.

El otro comparativo pertinente es el deportivo. Desde 1998, cuando Colombia participó por primera vez en un torneo internacional femenino a nivel de selecciones, los combinados sub-17, sub-20 y absoluto, registran 7 clasificaciones a Mundiales, 2 a Olímpicos y 6 títulos, siendo el oro en Panamericanos 2019 el más valioso.

A nivel de clubes, el país tiene una Copa Libertadores gracias a Huila (2018).

En cuanto a los hombres, en ese mismo período, los elencos nacionales lograron 12 participaciones mundialistas, una en Olímpicos y tres títulos, siendo la Copa América (2001), el más relevante.

Por clubes, el país logró en ese lapso dos trofeos (Sudamericanos 2015 y Libertadores 2016.

Son, en líneas generales, rendimientos similares, lo cual, sumado al hecho de que realmente el FPC no es actualmente un buen negocio (Supersociedades reporta a 2019 reducción del 12,6% en ingresos operacionales), no se encuentran argumentos suficientes para que el promedio de salarios de los hombres supere los $40 millones y el de las jugadoras de la incipiente Liga, apenas los $1.5 millones.

Hay casos más extremos, o dicientes, si se quiere. La Selección femenina de Estados Unidos ha ganado cuatro mundiales y cuatro oros olímpicos, cobra 5.000 dólares por amistoso disputado por cada jugadora, mientras que los futbolistas del elenco masculino reciben más de 13.000 dólares por dichos encuentros, a pesar de que a nivel mundial es un equipo de segundo renglón e incluso no clasificó al Mundial de Rusia 2018.

Esto sin decir que el representativo femenino generalmente llena estadios en ese país, lo que pocas veces logra su par masculino.

Y así, en diferentes latitudes y eventos se presentan fenómenos similares, ante lo cual la Fifa defiende las abismales diferencias de ingresos, argumentando que el dinero que producen los certámenes masculinos no se comparan ni cerca por las que arrojan los eventos de mujeres.

Es una declaración a tientas, sin embargo, porque la Fifa se niega a abrir sus libros y de esta forma es difícil hacerse una idea precisa de cuáles son realmente las cifras que soportan dicho postulado.

Entre las cifras que son públicas se pueden comparar los 3.527 millones de televidentes que vieron el Mundial de Rusia 2018 con los casi 1.000 que tuvo el reciente Mundial femenino el año pasado.

Ambas, en su contexto, son cifras destacadas, pero no explican con lógica por qué mientras Francia, campeón en Rusia, se llevó en premios US$38 millones, el total de dinero que se repartió en el Mundial femenino entre todos los equipos participantes fue apenas de US$30 millones.

476
futbolistas fueron inscritas, en 2019, para la tercera edición de la Liga Femenina.

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