Cuando Yenni Sinisterra cumplió con el ejercicio de levantar por encima de su cabeza la barra con 101 kilos de hierro, la soltó, dio media vuelta y, entre saltos y gritos de felicidad se metió al camerino donde celebró, abrazándose, con el entrenador nacional, Oswaldo Pinilla, quien instantes antes la había impulsado, anímicamente, para que cerrara su actuación con una medalla más.
Y así fue. En la tarima del coliseo de pesas de Penang, Malasia, donde se cumple el Mundial para menores de 17 años, la levantadora colombiana realizó la mejor faena de su corta carrera deportiva, completando con ese levantamiento dos medallas de plata (una en envión y otra en total) en 53 kilogramos, en los que otra nacional, Julieth Jiménez Palechor -Talento Postobón- fue séptima (67-98-165).
Previamente, en una increíble actuación, cargada de dramatismo por la forma como se desarrolló la prueba entre las opcionadas a ganar la especialidad del arranque, Sinisterra Torres había conquistado la presea de oro y, por ende, el título mundial.
“Sentí muchos nervios. La forma como se desarrolló la competencia, porque es un Mundial, porque había mucha gente y por la presión que me metieron las rivales hasta el último intento”, señaló Yenni desde Malasia.
Para ganar el oro, la tulueña de 16 años alzó 78 kilos en arranque, superando a la ucraniana Kamila Konotop y a la tailandesa Surodchana Khambao, quienes perdieron con la colombiana por peso corporal.
En el envión, el oro se definió solo en el último intento de la última competidora, la china Mengqian Yu, quien pudo con los 105 kilos propuestos, en detrimento de Sinisterra, quien había realizado su tercer envión, con 101 kilos que igualmente la dejó segunda en el total (179), tres kilos menos que Yu (182).
“Iba a empezar con 95 -su primer intento del envión-; pero en la sala de calentamiento boté un peso y como no le transmití seguridad al entrenador, me dijo que empezaramos en 93; ya después me mostré más segura y pude pelear esa medalla”, reveló esta joven estudiante, quien en Tuluá, donde reside, es entrenada por la medallista de oro olímpica María Isabel Urrutia.
“Ella me ha enseñado muchas cosas, en especial que para lograr algo hay que sacrificarse, darle duro, a no dejarme pisotear de nadie ni que me aplasten los sueños”.
Y parte de esos sueños los cumplió y celebró. “En cada intento, en el podio y en la premiación pensé en mi mamá y mi hermana menor; creo que ellas me enviaron toda esa energía”.
Y aunque reconoce que aún le falta mucho para ser una gran figura y especialmente controlar los nervios y estar más tranquila y segura, se siente líder -demostrado ayer en el momento de la premiación cuando les alzó los brazos a las otras dos medallistas que permanecían impábidas y frías-.
La morocha pesista irradia felicidad y bien merecida, por cierto. “Estoy feliz con estas medallas; veníamos haciendo un buen trabajo. Lo que hice y a las rivales que vencí me dan a entender que se están haciendo bien las cosas. Por eso mi sonrisa seguirá, por mucho tiempo, de oreja a oreja; no sé, pero estoy feliz” .