Cuando Daniela Ramírez comenzó clases en la Academia Muay Thai Medellín, se sentaba siempre en una esquina y no hablaba con absolutamente nadie.
“Reconozco que tenía una mentalidad negativa, no me gustaba socializar, era una persona muy oscura”, comenta hoy la deportista, convertida en ejemplo de superación y en una de las revelaciones de esta arte marcial en Colombia.
El entrenador David González rememora los inicios de la antioqueña en la actividad atlética: “era gordita, sedentaria, nunca había hecho ningún deporte. Estaba desubicada en el pico de la adolescencia”.
Con orgullo y alegría, el estratega señala que la enrutó y que, incluso, hasta le ayudaba a hacer tareas. “La convencí de todo lo que es capaz y le enseñé muaythai”.
Palabras que confirma la pugilista. “Me había salido del colegio y luego tuve que validar el bachillerato en casa. No le encontraba sentido a la vida, no me gustaba nada. Era desobediente, con un comportamiento difícil”.
Daniela tenía muchos problemas familiares. La relación con sus padres, quienes vivían estresados por esa forma de ser y actuar, no era la mejor. “Yo atribuyo todo ello a los cambios hormonales que se van presentando en la juventud”, comenta la hija de Miguel Ramírez, comerciante, y Adriana Arbeláez, abogada.
Puerta de “escape”
La curiosidad desde pequeña por los deportes de combate la terminó acercando al muaythai. Una amiga, Daniela Zapata, le recomendó la academia en la que se encuentra ahora. “En realidad en este lugar hallé un escape para ser yo misma, sin prejuicios, sin problemas externos”, dice Ramírez, quien en poco tiempo notó una gran transformación física como mental.
“Empecé a regular las emociones, pues era súper estallada, no me podían decir nada porque reaccionaba de forma agresiva. Pero la disciplina de este deporte, sumado a las sabias palabras de mi entrenador y su paciencia, me sirvieron para aprender a canalizar lo que antes no controlaba”, apunta con serenidad.
Entonces dejó el desorden interno y se dedicó a ser otra persona.
Los frutos no tardaron en llegar. No olvida que en su primera pelea, en un Nacional de kickboxing en Bogotá, los fuertes golpes que recibió la aterrizaron. “Previo al combate me puse muy nerviosa. Cuando me estaban poniendo los guantes me preguntaba: ¿qué estoy haciendo aquí, por qué decidí esto, será que estoy loca? Al subir al ring y lanzar el primer puño ya me sentía cansada. Perdí, me cascaron un poquito, pero no me rendí; al contrario, me dio el empuje y las ganas de superarme”.
Y con trabajo y dedicación lo ha logrado en los diferentes campos de la vida.
Sus padres están tranquilos y la apoyan, además obtuvo uno de los mejores registros Icfes del país, pasó a Eafit a estudiar Derecho, mientras que en el deporte ya es campeona nacional y suramericana de muaythai y está clasificada al Panamericano de Perú, en el que buscará cupo para los World Games.
“Lo he logrado con disposición, responsabilidad y paciencia. Quiero ser campeona mundial, es duro, pero estoy dispuesta a trabajar fuerte”, apunta con claridad pues ya tiene metas fijas y gran convicción.