Bernardo Baloyes nació hace 26 años en Isla Fuerte, Bolívar, un lugar paradisíaco donde jugaba fútbol y practicaba atletismo en una cancha de tierra. Allí también, hasta los 15 años de edad, le ayudaba a su padre, Bernardo, a pescar para llevar la comida a la casa.
Hoy, este hombre de tez morena, 57 kilos, 1,71 metros de estatura y quien en 2010 se asentó en Antioquia buscando una buena formación como atleta, es considerado el más rápido de Colombia y uno de los mejores del mundo en la modalidad de los 200 metros planos.
Baloyes, apoyado por el Inder de Envigado, cuenta que en días recientes no espabiló cuando por Win Sport pasaron la competencia de Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla-2018, la cual le dio mayor reconocimiento y le abrió las puertas para correr al lado de los mejores, como la Liga de Diamante en 2019.
En la cita de la capital del Atlántico, en julio de ese año, logró la medalla de oro (20,13 segundos) algo que jamás había conseguido otro colombiano. Además, en la clasificación, impuso marca nacional (20,00).
En charla con EL COLOMBIANO, el velocista confiesa que su camino para llegar al nivel en el que está ha sido tan complejo que luchará por mantenerlo: “relajarme en este momento sería imperdonable”.
¿Qué sintió cuando volvió a ver ese instante de júbilo en Centroamericanos?
“Fue mágico, me generó alegría, y me dio a entender que necesito seguir entrenando más fuerte, que no debo parar, porque si lo hago no tendré mejores logros ni sacaré a mi familia adelante. Ganarles a esos buenos atletas me dio a entender que puedo estar entre los mejores del mundo”.
¿Cómo se las ha arreglado para entrenar en esta cuarentena?
“Para un velocista es complicado hacer los ejercicios en casa porque no se tienen los implementos que se requieren. Pero muchas veces, cuando se ha podido, he salido a la calle, con tapabocas y desinfectante, a realizar los diferentes trabajos. Esa, por varios días, sin perjudicar a nadie, con las precauciones del caso y teniendo cuidado de algunos carros, fue mi pista de alto rendimiento. Si bien no es lo mismo porque el pavimento maltrata mucho las rodillas, no llegaré a los escenarios, como decimos los atletas, con el estómago vacío”.
¿Ve lejos volver a la marca que ostenta?
“No, jamás, al contrario, me esfuerzo para seguirla bajando. Uno sacrifica años para rebajar una centésima, de ahí parte mi motivación para no bajar los brazos”.
Cuando habla de sacrificios, ¿a qué se refiere?
“Mira, este deporte es tan duro que a veces el cuerpo te dice que no puede más, pero la mente dicta lo contrario, que me debo recuperar y seguir. Ahí es cuando hay que luchar, no abandonar los sueños. En esos momentos recuerdo haber dejado a mis seres queridos, saber el esfuerzo de mi papá como pescador, o de mi mamá Yarlenys en sus labores en la casa, pienso en mis otros siete hermanos. Ellos me animan para a no desfallecer”.
¿Qué se necesita para que en Colombia salgan velocistas como usted?
“Más apoyo y mayor dedicación y concentración de los atletas. Pueden salir cientos como yo, y mejores, lo que pasa es que se requiere de disciplina, para mí esto lo es todo en un deportista. Se necesita comer bien y no trasnochar. Los atletas no podemos ser personas del común si queremos escalar alto”.
¿Llega más la calma al saber que desde esta semana puede entrenar en la pista?
“Es una felicidad inmensa porque de esta manera voy a entrenar mejor de cara a unas carreras internacionales a las que fui invitado en agosto, como la Liga de Diamante en Europa y un Prix en Shanghái. Saber que puedo volver a enfrentarme a los mejores me llena de alegría y confianza para seguir superándome” .