Hasta con sangre defendió Yuri Alvear Orejuela la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres-2012. Durante el combate que le ganó a la china Fei Chen los jueces tuvieron que detener las acciones, pues en un roce con su oponente se lastimó la nariz.
En el cronómetro faltaban 4.17 minutos y, tras la reanudación, el tiempo se hizo eterno para muchos colombianos, a pesar de que la chica de judogi blanco siempre estuvo por encima en el marcador después de sumar puntajes con un waza-ari y un yuko.
Con su experiencia (séptima en Pekín-2008 y campeona mundial en 2009), Yuri manejó las acciones hasta cumplir los cinco minutos reglamentarios, para darle rienda suelta a su festejo, que se expandió a miles de kilómetros en su natal Jamundí, un pueblo pujante del Valle del Cauca, situado a un cuarto de hora de Cali y denominado la capital mundial del “cholao”, una especie de ensalada de frutas con hielo raspado, leche condensada y jarabes de colores y sabores.
Ese primero de agosto de 2012 se convirtió para Yuri en una fecha inolvidable, pues a partir de ahí es heroína del judo en el país, luego de darle la primera presea en unas olimpiadas.
Momento de gloria
En los segundos finales del combate agarró con todas sus fuerzas a la rival y con sus ojos negros buscaba la señal del triunfo en el centro de convenciones Excel de la capital inglesa.
No quería arriesgar, porque un parpadeo le había costado la derrota en cuartos de final con la francesa Lucie Decosse, que en solo diez segundos y con un ippon, la privó del oro o la plata.
Al sentirse ganadora, la vallecaucana soltó a la judoca china que tenía dominada, se volteó y, boca arriba sobre el tatami, dejó ver su llanto. Llevó las manos al rostro, luego se arrodilló y ofreció la victoria al Todopoderoso.
Un poco apurada cumplió el protocolo que se hace después de un combate y corrió a abrazarse con su entrenador, el japonés Noriyuki Hayakawa.
“Era un combate duro, pero Dios tiene un plan perfecto, me tocó con la china, con quien había perdido dos veces, pero gracias a Dios se me dio y estoy muy feliz”, relató ante la prensa la mujer que en ese momento tenía 26 años de edad y participaba en la categoría de 70 kilogramos.
Apego familiar
A la par con su agradecimiento divino, Yuri expresó amor a la familia, de la que se privó de ver durante dos meses mientras cumplía el plan de preparación. “Es la que me da fortaleza”, reitera siempre.
Un núcleo pequeño que integran el papá Arnoby, maestro de la construcción, la mamá Miriam, hoy en día ama de casa pero en el pasado escobita del municipio y empleada de restaurantes, y Harby, único hermano que siguió el oficio del padre.
Ellos, que ahora recogen los frutos de su apoyo incondicional a la deportista, viven pendientes de sus competencias y viajes. Por estos días la extrañan, aunque saben que en Japón, a donde viajó, debe cumplir compromisos con una empresa patrocinadora.
Precisamente desde ese país asiático, la judoca expresó que antes de viajar a Londres-2012 estuvo con los seres queridos y juntos soñaron con estar en el podio de unos Juegos Olímpicos.
“Sabíamos que eso traería muchos beneficios para mí y mi carrera deportiva, y eso me llenó de mucho ánimo y motivación. Es lo mismo que busco ahora con mi entrenador, que antes de partir a Río de Janeiro pueda compartir con la familia y llenarme de buena energía y buenos deseos”.
Miriam, de 55 años, habla con la misma seguridad que exhibe su hija en los dojos: “me dice que está entrenando para ir a Río por la medalla de oro que es su objetivo máximo”.
La mujer de tez morena también tiene fresco el recuerdo de aquellos días memorables de 2012 en los que su hija fue protagonista de la gesta. “Uy, eso fue una tensión grande, pero uno tiene que saber que después de Dios no hay nada. Ella se preparó para ganar una medalla y la consiguió, es muy dedicada”.
Cuenta que la casa se llenó de amigos, pero advierte que no hubo fiesta porque no están acostumbrados a esos menesteres. A ella un canal de televisión la llevó a Bogotá para el recibimiento y sonríe cuando su mente repasa el regreso a Jamundí: “estaba el alcalde, mucha gente importante, y la montaron en la máquina de bomberos que hizo un recorrido por el pueblo. Yuri estaba contentísima”.
Y aprovecha para resaltar las bondades de la hija que la hace sentir orgullosa. Dice que sigue siendo la misma niña humilde y entregada a su actividad. Es Profesional en Deporte y Actividad Física, además de atleta de élite.
“Valió la pena tanto esfuerzo”, anota Miriam, agradecida de su muchacha que con su fuerza e inteligencia les dio una vida digna, porque como dice, “la situación para nosotros cambió en un ciento por ciento.
Mientras aguarda con paciencia el regreso de “la casera” Yuri de Japón para hacerle el sancocho, los fríjoles y el bistec con ensalada que tanto le gustan, alimenta su fe en que la anhelada medalla de oro olímpica que buscará su hija en su tercera participación, llegará en Brasil. “Con la voluntad de Dios recibirá ese oro con todas las de la ley, ella es muy juiciosa y perseverante”.
Una nueva batalla la espera y así tenga que derramar sangre como sucedió en Londres, lo hará con el temple y con la fuerza que le inspira su familia.