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Las lecciones del deporte en los días grises

Historias que inspiran a seguir adelante pese a las adversidades que se
presentan en el camino.

  • Rafith Rodríguez, el mejor atleta de 800 m de Colombia en los últimos diez años. FOTO GETTY
    Rafith Rodríguez, el mejor atleta de 800 m de Colombia en los últimos diez años. FOTO GETTY
02 de abril de 2020
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En una sociedad donde ganar lo es todo, ¿cómo enfrentamos el fracaso?

El inquietante interrogante es la puerta de entrada al mundo de la derrota y redención de la serie de Netflix, Losers (Perdedores), Un viaje lleno de abismos que descubre las trampas del juego, de todos los juegos, de la vida misma, en los que se pretende llegar a la meta, al éxito, a través de un camino en línea recta.

Un campeón mundial de peso completo que jamás quiso subir a un ring y solo lo hacía para complacer a un padre que lo aterrorizaba, descubre una capacidad creativa que lo lleva hasta Hollywood.

Una patinadora con un don innato que vio truncado el sueño de su vida de ser campeona olímpica porque se negó a encajar en el molde para congraciarse con un jurado racista, pero queda inmortalizada por ser la única en la historia en lograr un temerario giro.

Un maratonista a quien su obsesión por conquistar una de las carreras más hostiles del planeta le costó su familia, y casi también la vida, pero lo llevó a encontrar su papel en el mundo.

Los nombres realmente no importan. Las luchas que ellos libraron es un tema universal, pues es la misma que tantos libran o emprenderán alguna vez, y que es la única, a través de la cual, se puede comprobar que no hay tal cosa como una línea recta y en cambio sí muchos caminos torcidos, calles ciegas, abismos insondables. Pero al final de estos, el destino.

Losers es un recorrido por el museo de la derrota deportiva con una moraleja: la caída es solo el preludio de un nuevo intento. Al final, cada personaje halla su lugar.

¿Habría funcionado en un contexto ajeno al deporte? Quizás, pero no tendría la misma fuerza. El deporte tiene algo en su naturaleza que escapa a las explicaciones precisas, pero que es capaz de escarbar en el espíritu humano como pocas cosas lo hacen.

En una sociedad en la que avanzar lo es todo, ¿cómo enfrentamos el retroceso, la interrupción obligatoria?

Una pregunta tan pertinente en estos días aciagos que se impone ante el mundo debido al coronavirus. La respuesta parece ser la misma: eludir las promesas de los caminos en línea recta. No es fácil, de ahí el valor de las historias que sirven de inspiración. ¿Y dónde más hallarlas sino en el deporte? A lo mejor, más allá del entretenimiento que ofrece, es por esto que el mundo echa tanto de menos la actividad atlética.

Por eso nuestra propuesta dominical es compartir tres historias de colombianos que aprendieron en carne propia que para llegar hay que perderse y hasta devolverse.

Rafih no perdió la fe

“Hay momentos tan duros, que es imposible sacarlos de la mente, y más si de estos aprendes a valorar la vida”. Así, desde Puerto Rico, donde se concentra por estos días, se expresa el atleta antioqueño Rafith Rodríguez al rememorar su etapa más dura.

“La recuerdo como si fuera hoy, y más en medio de esta pandemia del coronavirus, por la que hay tanta gente contagiada y expuesta. Creer en Dios, cuidarse y mantener siempre la esperanza es lo que se debe hacer cuando la salud nos juega una mala pasada”.

En 2009, Rafith fue atacado por una doble enfermedad: después de pasar sus vacaciones en El Bagre, donde nació hace 30 años, regresó a Medellín con dengue, que se transmite por mosquitos y que produce fiebre alta, dolor en los músculos y articulaciones, y que si hay hemorragia puede llevar a la muerte. Sin salir de esta, días luego, el deportista se infectó con la bacteria salmonela, causada por un alimento contaminado. Los síntomas: diarrea (en ocasiones sanguinolenta), dolor de cabeza, náuseas y vómitos, fiebre y retorcijones abdominales.

“¿Qué tal que no me hubieran llevado a tiempo al hospital? Por buen tiempo sentí que me iba a morir. No tenía fuerzas ni aliento de llevarme la cuchara a la boca. No podía valerme por mi mismo. Estuve primero ocho días en el hospital San Vicente de Paúl y me agravé tanto que a la semana siguiente me tuvieron que internar de nuevo. Primero me cuidó la entrenadora cubana Regla Sandrino, y luego mi mamá, Irene Lleneres, se tuvo que venir de El Bagre para ayudarme. Aquí es donde realmente sabes con quién cuentas, cuánto vales y el significado de las pequeñas cosas, como caminar con normalidad o simplemente ir al baño sin la ayuda de nadie”, cuenta Rodríguez, quien luego se convirtió en el mejor atleta de los 800 metros en Colombia y en referente internacional.

“Entré al hospital pesando 69 kilos y salí de él con 60. Al mes y medio pude entrenar, pero fue duro, sentía las piernas dormidas, era como aprender a caminar de nuevo”.

¿Pero cómo logró salir adelante?... “Por el deseo de hacer historia en el deporte. En 2008 ya había sido campeón nacional y sentía que podía volver a dejar huella. Los consejos de algunas personas, el apoyo de la familia, las ganas, la motivación, el refugio en Dios... permitieron mantenerme enfocado”, dice Rafith, quien en la primera prueba que disputó tras recuperarse, un torneo Nacional en Medellín, figuró 3°. “Fue como una victoria. A partir de ahí sentí mayor confianza”.

Al año siguiente, en los Juegos Suramericanos en Medellín, en los que ganó, Rodríguez inició su racha de grandes resultados, como ser semifinalista en el Mundial de atletismo en Daegu, Corea del Sur-2011, competir en los Olímpicos de Londres-2012 y poseer, hasta ahora, la marca nacional de su especialidad con 1.44,31.

“En medio de esta cuarentena, y tras lo que padecí con los virus, y eso que ni le cuento bien de mis lesiones (desgarros en ambos isquiotibiales), lo único que se puede es tener fe para salir bien de todo esto y a continuar la vida normalmente. Aprendemos de consciencia, respeto y aprecio por lo mucho o poco que tengamos. A combatir la desesperanza” .

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