Dudas y hasta cierta discordia se sembró en las relaciones diplomáticas de dos históricos e incondicionales aliados, Francia y E.U, al saberse que este último espió a los tres últimos presidentes galos: Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y Francois Hollande (actualmente en el cargo).
El escándalo tiene a ambas naciones o bien expresando dudas, como en el caso francés, o defendiéndose y comprometiéndose con dar fin al espionaje a aliados, como en el lado estadounidense. Precisamente, en una reacción airada, Francia exigió ayer a Estados Unidos una explicación por la vigilancia a los tres últimos mandatarios franceses y, sobre todo, conocer si mantiene las escuchas.
El ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, exigió a la embajadora de E.U. “respuestas rápidas sobre si las escuchas continúan”, y consideró “inaceptables estas prácticas, más aún viniendo de un país aliado como Estados Unidos”.
Mientras tanto, desde Washington no demoró una declaración para intentar frenar en algo las tensiones. La Casa Blanca informó, en un comunicado, que una vez el caso trascendió a medios internacionales, el presidente Obama llamó a su similar francés, Francois Hollande, para expresarle el “compromiso” de su nación en no continuar con las prácticas de espionaje a aliados desde 2013, año del escándalo de la NSA.
“El presidente reiteró que hemos cumplido con el compromiso que hicimos a nuestros homólogos franceses a finales de 2013 y que no estamos interviniendo y no vamos a intervenir las comunicaciones del presidente francés”, informa la nota.
La noticia trascendió en la noche del martes, cuando el diario “Libération” y la web “Médiapart” revelaron documentos obtenidos por Wikileaks que demuestran que Chirac, Sarkozy y Hollande fueron objeto de escuchas al menos desde 2006 hasta mayo de 2012.