En el 2009, la modelo británica Kate Moss dijo en una entrevista para Women’s Wear Daily: “Nada sabe tan rico como se siente ser delgada”, una frase que resume la era de la moda de la delgadez extrema en las pasarelas y revistas. Al tiempo que proliferaban en las publicaciones mujeres talla 0 y 2, surgían en la prensa historias de anorexia, como la de la modelo francesa Isabelle Caro o la de la heredera italiana Allegra Versace.
La reacción al fenómeno fue imponer estándares de peso y talla mínimos en las pasarelas internacionales, evitar la delgadez extrema en la publicidad y las editoriales de moda, y eventualmente el surgimiento de movimientos como el “body positive”, que invitan a aceptar la diversidad de los cuerpos, lo que ha llevado a los espacios de moda a modelos de tallas más grandes, un mercado que también ha sabido aprovechar la industria.
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En ese segundo panorama fue que aparecieron las hermanas Kardashian, especialmente Kim, que se identificaba con mujeres más curvilíneas como Jennifer López y terminó moldeando su figura con curvas, también extremas, al igual que sus hermanas mayores. Las Kardashians pusieron de moda las fajas, el ejercicio con corset para moldear la cintura y una serie de prendas con siluetas que hacían más evidentes las curvas.
Kim siempre manifestó que su sueño era llegar al mundo de la moda como modelo, algo que no era posible por su tipo de cuerpo, pero gracias a su popularidad como influenciadora logró ingresar hasta lo más alto. No solo desfiló, sino que se volvió embajadora de las marcas de alta costura como Balenciaga, su hito más reciente fue co-crear la última colección de la firma italiana Dolce & Gabbana.