A esas faldas largas que no dejaban ver ni los tobillos se les fue subiendo el ruedo durante el siglo XX. Hasta que en los sesenta quedaron tan corticas que se mostraban no solo las rodillas sino los muslos: eran tiempos para romper fronteras y reglas, para el movimiento de liberación sexual femenino. Tiempos para la minifalda.
Que si la creó el diseñador de moda francés André Courrèges o fue la diseñadora británica Mary Quant, inspirada en su automovil favorito, el Mini Cooper. La discusión no tiene conclusión y se ha dado por años.
Courrèges aseguró que era su idea y que Quant la popularizó. Ella fue más diplomática, según el especialista en historia del vestuario, el docente William Cruz Bermeo. Dio una respuesta consecuente con el carácter sociológico de la moda: “Que ni ella ni Courrèges, que la minifalda era algo que le tenía que pasar al mundo, hija de su tiempo y no la creación exclusiva de algún creativo”.
En los hitos de la moda, esta prenda figura como el símbolo de la década de los 60. Para Charlotte Seeling, autora del libro Moda, el siglo de los diseñadores 1900-1999, fue la invención de la década. “¿Qué hubiera sido de ella sin los leotardos y las botas? Este trío dio por primera vez a las mujeres la libertad de movimiento que cambió su comportamiento”.
Días para mostrar piernas
En los 60, los códigos tradicionales de la sociedad se vinieron abajo. La gente creía cada vez menos en la formalidad del pasado porque el grupo mayoritario vigente durante esos 10 años fue la juventud.
“Los adolescentes, descubiertos y cortejados como consumidores por primera vez en los años cincuenta, se habían convertido en veinteañeros rebeldes y cuestionaban todo lo que era sagrado para sus padres”, explicó Seeling en su libro.
Para el profesor Cruz Bermeo, esa juventud vislumbraba la figura femenina de una manera distinta. “La exposición del cuerpo se volvió más permisiva. En los años 60 se instaló en la figura femenina una imagen infantil, un ideal de belleza adolescente que privilegiaba la exposición de piernas y brazos”.
En esa década apareció la píldora anticonceptiva. “Al sumar eso, la revolución fue completa: liberación de la sexualidad, auge de la juventud e instalación de un ideal de belleza en el que se privilegió una imagen cándida”, precisó el docente.
El maquillaje de esa década se destacaba por la boca pálida, los ojos grandes, redondos y marcados por unas pestañas gigantes, muchas se pintaban pecas falsas, todas unas infantes. Bien lo dijo Quant: “Una mujer es tan joven como sus rodillas”.
La minifalda llegó justo en ese momento agitado. Algunos pensaron que con la aparición de los pantalones para las mujeres en los 70 iba a morir, pero “se mantuvo en el ámbito de la fiesta y la discoteca y no se extinguió”, precisa Cruz Bermeo.
Y no se ha ido. Está ahí para demostrar que la revolución no ha terminado. Que hay mucho por decir todavía.