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A Don Bosco

  • A Don Bosco | José Guillermo Ánjel R.
    A Don Bosco | José Guillermo Ánjel R.
02 de julio de 2010
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Por estos días mencionado y llamativo Don Giovanni (o san Juan, para los católicos), usted es uno de esos 36 hombres justos que sostienen el mundo, como dice el Talmud. Y que reconcilian con la vida porque más que con palabras su acción fue con ejemplos claros y determinantes. Es posible que esto le haya venido de su infancia campesina, mirando a la naturaleza que no habla (y suena poco) sino que hace cosas bellas e importantes, pues el mundo es un sistema y lo que se ejecuta en un lugar repercute en otro. La acción, la capacidad de convertir lo que se dice en actos y estructuras, en hechos y huellas tangibles, fue su tarea. Y no en vano, porque trabajó en lo más difícil: entre los desamparados, pero no rezando por ellos o esperando un milagro sino haciéndolos útiles con el estudio, el humanismo y la técnica. Usted cumplió con ese principio (que algunos le otorgan a Calvino) de "a D's es orando y con el mazo dando".

Si algo llama la atención en usted es el pragmatismo. Antes de trabajar o estudiar hay que estar alegre. La alegría, que nace del agradecimiento, es la mejor manera de sentirse vivo. Y la mejor manera de motivarse es entender que algo bueno se ha dado en uno, que uno es útil y por ello puede acometer acciones con un margen mínimo de error. Su técnica. Entonces, es simple: hay que sentirse en el mundo (ser consciente del uno y de lo otro) para saber qué es necesario hacer en él. Y toda acción con el previo de la alegría, que no es una risa o una algarabía sino el reconocimiento de que el mundo es maravilloso y está por encima de nosotros, pero da en lugar de quitar. A un capitalista salvaje esto le parecerá tonto. Bueno, por eso está en estado salvaje y acumula miedo.

Querido Don Giovanni Bosco, leer su biografía (cualquiera de ellas) da gusto. Su alegría, el saber que el mundo avanza y hay que acomodarse a él con dignidad, esa confianza en las posibilidades del otro, su permanente agradecimiento a los dones de la creación y la inteligencia y esa creencia de que podemos ser humanos en la medida en que al ser útiles al otro lo somos a nosotros mismos. Y creer en la necesidad de compartir, pero no meras palabras (quien da palabras no se deshace de nada) sino hechos que involucren a los jóvenes que son quienes tienen el futuro. Escuchando a Leonard Cohen (el cantante judío-canadiense), he pensado en usted Don Giovanni Bosco. Si cantáramos a lo más bello (a estar vivos) tendríamos menos miedo que ahora.

Don Giovanni Bosco (entre los católicos santo), nació en 1815 y murió en 1888. Este sacerdote italiano, considerado uno de los más grandes maestros del siglo XIX, fue el iniciador de los llamados estudios profesionales. Fundó colegios, escuelas técnicas, oratorios festivos, etc. Su alegría fue su santidad.

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