En la columna anterior, me referí marginalmente al tema de la tenencia de tierras y la condición que nos hace a nosotros, como colombianos, parte de las causas del problema y, simultáneamente, parte de la solución.
Para hablar de soluciones, me referiré a la grata impresión que me tomé al conocer a un grupo de empresarios y profesionales, identificados entre sí por el amor al país, a sus gentes y a las causas nobles, quienes han venido trabajando durante tres años continuos en procura de acciones efectivas que contribuyan a la solución de los problemas que con fuerza impactan las realidades del país.
Ellos, organizados sin ánimo de lucro sino de servicio a la Nación, en una corporación denominada Corpropaz, han concentrado sus esfuerzos en el análisis de algunas expresiones del conflicto, sus orígenes y posibles soluciones.
Uno de sus análisis apunta a lo que ellos denominan desactivar la "bomba de tiempo social", sin lo cual será imposible obtener una paz justa y duradera. Tal bomba está originada, entre otros aspectos, por los desplazados y desmovilizados, que llegan a cifras que generan preocupación mundial, por las viudas, por los huérfanos alimentados por la sed de venganza, por todos los efectos directos y colaterales del conflicto bélico nacional, los cuales amplifican y fortalecen la delincuencia común organizada. También por los miles de soldados preparados para el combate que anualmente dejan las filas castrenses para ingresar a la vida civil sin la posibilidad de acceder a oportunidades suficientes para una vida digna.
Un porcentaje de ellos, forzados por las circunstancias, van a engrosar las filas del enemigo que han aprendido a combatir, acrecentando la espiral de violencia y el gasto social.
Corpropaz es consciente de la obligación que el Estado tiene de atender tal problemática y de los esfuerzos que en tal dirección hace, pero advierte igualmente que no tiene las herramientas suficientes para su solución. La acción preventiva y represiva del Estado necesita ir acompañada de soluciones de contenido social, con la participación activa de la empresa privada, las organizaciones gremiales, la academia y demás fuerzas vivas de la Nación.
La idea matriz es integrar esfuerzos para generar aportes significativos a la paz en Colombia, mediante proyectos que resulten sostenibles desde las áreas económica, social, tecnológica y ambiental, de manera que generen empleo para las poblaciones vulnerables víctimas del conflicto y se contribuya a la reconstrucción del tejido social.
La propuesta de la corporación es adquirir tierras, como en efecto lo está haciendo en áreas circunvecinas a Carimagua, para crear núcleos poblacionales con vocación agroindustrial. Ello aprovecharía factores existentes como tierras subutilizadas, algunas de ellas pretendidas por el narcotráfico, la mano de obra antes descrita, el ingenio y capacidad de miembros de la clase empresarial con responsabilidad social, para disminuir el gran déficit que el país tiene en aspectos como el de combustibles limpios.
La población inicial de estos núcleos de paz estaría originalmente constituida por los habitantes del área, los militares que salgan de las filas del servicio activo y sus familias y los técnicos que efectúen el direccionamiento del quehacer diario, bajo los lineamientos de un modelo que el poco espacio de esta columna no me permite explicar, pero que busca evitar los errores de otras experiencias desafortunadas, contribuir a las políticas del actual gobierno en los temas de tierras y aplicar las tecnologías de punta que están siendo exitosas en otros países.
Acciones como las que he pretendido bosquejar en los párrafos anteriores deberían tener espacio en eventos como el que la comunidad internacional realizará entre el 27 y 29 del próximo mes en Bogotá, denominado Expopaz, la paz en concreto. Allí podrán ser analizadas y discutidas las ideas de Corpropaz y miradas a la luz de experiencias internacionales reconocidas en el ámbito mundial.
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