En Colombia se percibe un ambiente enrarecido. En efecto, ya nos acostumbramos que a diario sea la institucionalidad afectada y debilitada. La armonía e independencia de las ramas del poder público, disposición determinada claramente en la Carta Política, parece ser cosa del pasado. Hoy se habla de choque de trenes, las diferencias se ventilan en público, se descalifican las actuaciones del Ejecutivo, las providencias, las propuestas de reformas política y judicial; también se habla de complot, conspiraciones, ataques a la democracia, y se hacen sindicaciones personales y recriminaciones entre altos funcionarios del Estado. Y como parte de esta nueva moda, se muestra una parafernalia a través de los medios de comunicación.
A pesar de los llamados a la sindéresis, la mesura, y hasta pedidos de bandera blanca frente a esa intemperancia y deplorable ejemplo, nadie escucha y todos soslayan el tema. Parecería que asistimos a un pulso de poderes, sin solución a la vista y revestido de una espiral de intolerancia, polarización y soberbia. Da la impresión que el interés nacional pasó a un segundo plano, el bien común, carece de primacía y por el contrario, debemos tomar partido, como si fuéramos espectadores en un evento deportivo. Por esta razón nos preguntan ¿con quién estás? ¿Apoyas al Ejecutivo, la rama judicial o la legislativa? La situación se ha desbordado y los mayores están dando mal ejemplo a la juventud colombiana y al mundo en general.
Para colmo de males, se está haciendo costumbre que el presente y futuro de la Nación deba sustentarse en el síndrome del retrovisor. Aquí mismo hemos expresado en forma tajante, que es un imperativo conocer la verdad judicial y la histórica, como parte fundamental del proceso para la reconciliación nacional, con el fin de no repetir esos vejámenes contra los seres humanos, que han estado presentes en el marco de esta confrontación irracional, guerra o conflicto interno. Debemos entender que si esta catarsis se logra respetando la institucionalidad, su resultado será benéfico para la patria.
Es inaceptable, además, que algunas personas miren sesgadamente el retrovisor, se abroguen el derecho de sindicar a una institución respetable y pretendan imponer su verdad a toda costa. Es el caso de la periodista Claudia López, quien en un programa radial manifestó que existía una política y acción generalizada de connivencia entre el Ejército Nacional y los grupos paramilitares antes de 2002. Doctora López, usted está en su derecho de opinar libremente sobre lo que quiera, pero con responsabilidad, sin hacer sindicaciones generalizadas y temerarias. Quienes hicimos parte del Ejército Nacional antes de 2002, no somos una caterva de bandidos. Recuerde que las instituciones como tales, no delinquen, delinquen las personas. Además, tengo entendido que usted, no regenta ni es guardián de la moral pública; si un miembro de las Fuerzas Armadas viola su código de honor y la ley, debe caer sobre él, todo el peso de la justicia, en el marco de un debido proceso que también merecemos los militares y policías. Jamás pueden condenarnos anticipadamente, como es su costumbre.
Por últimas, qué débil defensa la del ex ministro Rafael Pardo ante sus sindicaciones inadmisibles. Tal vez el señor Néstor Morales, director del programa Hora 20, que ya tomó partido, no le dio el espacio suficiente para lograr una defensa institucional con más firmeza y contundencia, como se lo merece el Ejército Nacional, por su parte. Como corolario, es entendible que los violentos estén muertos de la risa, al observar tantas contradicciones y confusiones, dentro del Estado.
*Mayor General (r), Ejército Nacional
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
