Pasaron más de 20 años antes de que Ana María Ochoa Rojas comprendiera que su pasión por las artes escénicas tenía origen en su natal Jardín.
Fue en este municipio del Suroeste antioqueño donde le inculcaron el sentido de pertenencia, el respeto por sus ancestros y el amor por la cultura. Obras de teatro, sainetes y desfiles se promovían fuertemente desde la primaria y la secundaria.
Sin darse cuenta le plantaron una semilla que germinaría después. "Las obras de teatro me encantaban pero nunca me vi en el mundo del arte teatral y mucho menos en el de los títeres", recuerda esta sagitariana para quien la fantasía no conoce límites.
Confiesa entonces el sueño que acarició por muchos años: ser la primera presidenta de Colombia. "Me gustaban mucho los cargos públicos", anota. Y tras de esa meta decidió estudiar Economía. Por ese entonces el amor llegó a su vida y para el momento de terminar su carrera no solo se graduó como economista sino también como la mamá de Teo, su hijo.
Extrema gravedad
De la mano de su pequeño llegó un día a ver una obra de títeres en La Fanfarria, una de las pocas agrupaciones que entonces contaba con sede propia.
Bastó con esa primera presentación para que la magia, esa misma que ella les inculca a los niños desde hace 30 años en cada función, para saber que sería de su futuro. "En ese instante me dije: ¡esto es lo mío!".
Recuerda que no tenía ni idea de las artes escénicas pero ese mundo de muñecos le gustó tanto que para el siguiente cumpleaños de su hijo decidió montarle una obra para celebrarlo. "Allí llegó Jorge Luis Pérez Valencia, director de La Fanfarria, y me dijo que era la más bonita. Fue una sorpresa".
Cuatro años después decidió estudiar flauta en La Fanfarria, una entidad cultural sin ánimo de lucro dedicada a la investigación, creación, difusión y proyección de las artes en general y en particular a los títeres, el teatro y la música que fue declarada Patrimonio Cultural por la Alcaldía de Medellín en 1992.
Presidenta y más
De allí no volvió a salir. No solo aprendió de artes escénicas, sino que pudo corroborar que los títeres son más serios que la Economía. "Exigen mucho estudio y sacrificio. Es una creación permanente, de extrema gravedad, por la enorme responsabilidad que conlleva", explica Ana María.
Jorge Luis y su equipo de trabajo la formaron en la actuación, como actriz y titiritera y ella, a su vez, les aportó en la conformación de la empresa como tal, de la que también es productora, responsable de la programación y la consecución de los recursos.
En su sede propia, en el barrio La América, donde por fin pudieron cambiar las bancas por silletería, Ana María pudo cumplir su sueño: ser presidenta. Y también bruja, perro, bebé y muchos otros personajes.
Lo logró con el poder de la magia y el fruto de un trabajo serio y consolidado, donde brilla la creación los 365 días del año.
Un trabajo que permite la presentación de 220 funciones al año, sin contar las giras internacionales como la que están próximos a iniciar a Brasil (del 19 de julio al 2 de agosto), donde presentarán la obra Huevo de Picaflor.
Se trata de un relato primitivo del mundo de la selva y de las comunidades que la habitan, donde la tierra y el hombre se confunden. Donde la Tierra es madre, comienzo y fin. La obra se podrá ver esta semana (martes, miércoles, jueves y viernes a las 10:00 a.m.).
Seguramente se emocionará tanto como Dayana, Juan Enrique, Luis Fernanda, Ana María, Bryan Alexis, Leidy Juliana, María Alejandra, Astrid y Cindy y otros 140 compañeros de la IE Pequeña María, cuando el viernes, medio de la oscuridad del teatro, el telón se corrió ante las palabras mágicas de Abracadabra patas de cabra; que la cortina de la Fanfarria se abra.
Pico y Placa Medellín
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