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¿ANÍBAL EL GRANDE O ANÍBAL EL CHICO?

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02 de febrero de 2013
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Medellín, esta ciudad de altos contrastes que ha sido escenario de tantas batallas legales e ilegales, necesita en este momento de un gran líder y estratega para alzarse con el más importante de sus triunfos: el que le permita afianzar definitiva e irreversiblemente su seguridad, su tranquilidad, su paz.

Una convivencia que se instale en sus cuatro puntos cardinales. Desde esas lomas donde asoman por el sur la riqueza y "la innovación" hasta aquel norte poblado de casas de ladrillos rojos y de ranchos apiñados, donde una bala da lo mismo que un pan.

Esta ciudad no da treguas. Aún tiene metida en sus entrañas esa infección del crimen. Muchas partes de su cuerpo social -las más- lucen rozagantes y atractivas, pero hay ciertos miembros, ciertas curvas en las que los males asoman con tal evidencia que debemos aceptar que no gozamos de plena salud.

Hay que volver al principio: este territorio necesita, entonces, de un Aníbal (Gaviria ) capaz de desplegar todas sus energías para derrotar lo que queda de las bandas que nos amenazan y golpean. Un Aníbal que retome lo que su nombre tiene de historia: Aníbal Barca, el Gran Aníbal, el connotado estratega militar y líder que le devolvió a Cartago su brillo.

Por supuesto, la tarea con Medellín es algo más sencilla, sin aquellas cumbres épicas de la historia universal. Apenas se requiere una gran campaña contra un crimen burdo que nos impide alcanzar el objetivo preciado de la tranquilidad.

Tuve, en este diario, la oportunidad de compartirle al Alcalde la siguiente reflexión: usted enfrenta el punto de inflexión, el punto de quiebre de la criminalidad en Medellín. O da el paso adelante que definitivamente desmorone los fenómenos de violencia y acabe lo que queda del crimen organizado, o deja revertir las cifras y los fenómenos y la ciudad volverá a esos escenarios indeseables.

Y para ello, le observé, usted, Alcalde, debe visibilizar su liderazgo, ponerse al frente del barco. Es que la historia de Medellín demuestra que se requieren comandantes que inevitablemente vayan en la primera línea de fuego y asuman riesgos. La ciudad no acepta a un jefe de bajo perfil o que se escude en los logros -importantes y ciertos- de reducción de criminalidad y de homicidios. Hay que conquistar más.

No nos gusta Aníbal el Chico: el que se enoja si la prensa da cuenta de las balaceras y lo cuestiona. El que cita a Hillary en vez de mostrarnos sus propuestas. El que no vemos enfrentando los problemas en aquellos barrios del miedo y las fronteras invisibles. El que solo ve y vende a la "Medellín innovadora" de las encuestas. Esperamos al Grande, al que debe mandar en esta lucha y entender su papel, tan histórico.

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