Todos lo hemos visto, hecho o padecido: sentados con familiares o amigos y cada uno celular en mano inmerso en otro mundo.
Qué fastidio hablar con alguien y que chequee su celular o comience a enviar mensajes.
El celular, así no sea inteligente o lo sea más que el dueño, está cambiando nuestras vidas y relaciones, en un mundo en el que según la ONU 6.000 millones de personas entre los 7.000 millones de habitantes del planeta tienen celular mientras sanitarios solo poseen 4.500 millones.
Hay que reconocerlo. Es vital hoy en día. ¿A qué costo? No se puede eliminar, pero está llegando la hora de poner reglas claras para su uso en determinados contextos.
No es mentiras. Stop Phubbing es una campaña lanzada hace poco por el joven australiano Alex Haigh. La palabra se compone de phone y snubbing (ignorar-humillar). Así es como se siente uno cuando no le prestan atención por andar chateando.
El sitio ha colapsado varias veces aunque no todos ven con buenos ojos la campaña.
Sobre el tema, apenas la ciencia comienza a trabajar para aportar luces.
En Alone Together, Sherry Turkle intentó responder por qué esperamos más de la tecnología y menos de los demás. Y un estudio de la Universidad Essex mostró con una serie de experimentos cómo la sola presencia de un celular puede obstruir la interacción con los otros.
El celular intimida. Un estudio del Centro Pew reveló que 67 por ciento de quienes poseen un smartphone lo mira con frecuencia así no esté sonando ni vibrando. Y muchos llegan a dormir con él en la almohada para ‘no perderse detalle’.
El estudio de Essex afirmaba que "el celular puede inhibir la formación de relaciones y reducir el involucramiento individual y la atención a sus compañeros, reduciendo la percepción por estos de que sus ideas han sido recibidas con cuidado".
Es gracioso: hasta en reuniones de trabajo en la oficina, cada uno por su lado respondiendo mensajes. Le llaman ‘productividad’.
En ciertos contextos hay que comenzar a definir cuándo se usa y cuándo no. Nadie se morirá ni perderá una gran cantidad de dinero, si es lo que le importa, por apagar su aparatico un rato.
A mí, al menos, me respeta: lo apaga o no hablamos.
Maullido: qué cantidad de publicidad radial sobre procedimientos y tratamientos médicos que suenan peligrosos o ineficaces.
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