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Armas: el negocio

23 de septiembre de 2009
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La absurda carrera armamentista en estos tiempos de crisis tiene como principales responsables a quienes, en uso del poder y con los dineros públicos a merced, intentan justificar como sea sus millonarios gastos en maquinaria de la muerte. Por supuesto, detrás de esa careta hay otra razón más poderosa que los amarra a la atroz idea de anteponer los fusiles al maíz: está comprobado que pocos negocios en el mundo dejan mayores comisiones.

¿Quién tiene aquí mayor culpa: quien paga por pecar o quien peca por la paga? En eso, Estados Unidos y Rusia son campeones. Empatados, además, en el deshonroso primer lugar de armar a los demás para que se maten.

Sólo en 2008, dice un estudio del Congreso americano sobre transferencia de armas convencionales a las naciones en desarrollo, Estados Unidos se metió a los bolsillos 68,4 centavos de cada dólar que se mueve en el planeta por cuenta del negocio de las armas. Fueron 37,8 mil millones de dólares los que vendió en un año.

¿Quiénes compran? Las mayores órdenes provienen de Medio Oriente y Asia, pero una parte nada despreciable corresponde a "equipar" y "apoyar" a varios clientes extranjeros, que no son otra cosa que países en desarrollo (como Colombia), nicho en el que Estados Unidos lidera el 70% de ese mercado.

La seguridad de que esos clientes no vayan a utilizar las armas en algo más que no sea legítima defensa, es como comprar un león y esperar que no pase de rugir. Estados Unidos suele defenderse diciendo que trata el tema como "un asunto muy serio de seguridad" y que "cada operación es evaluada en torno a su impacto sobre la estabilidad regional, los compromisos internacionales y los derechos humanos". Pero un informe del World Policy Institute deja al desnudo cómo en la historia reciente, esa potencia envió ayuda militar a 18 de los 25 conflictos de mayor envergadura en el mundo ¡Gasolina para apagar incendios!

Y si en Estados Unidos llueve, en Rusia no escampa. A mediados de la presente década, saltó de vender 1.600 millones de dólares a la bobadita de 7.000 millones. Porque los rusos no parecen esperar siempre a que los busquen para comprarles, sino que todo indica que toman la iniciativa y aprovechan esos fatídicos cuartos de hora de los tiranos, empeñados en brillar al lado de las armas, aquello que tanto hace juego con sus egos.

Rusia le vende ahora a Venezuela, pero no hace mucho le vendió a Irán. Y antes a Sudán y a Siria. Y anteayer a China, India y Corea del Norte. Sin mucho esfuerzo se puede demostrar que algunos de ellos podrían en el futuro convertirse en amenaza para la propia seguridad del vendedor, pero en un tema como éste lo que menos se puede pedir es prudencia.

Aunque lo más grave, en ambos casos, es que, como ya ha sucedido, las armas dan la vuelta y terminan en manos de grupos que se abren paso de manera violenta, incluso con acciones terroristas. Ese terrorismo que ellos condenan pero al que alimentan por debajo de la mesa, quién sabe sin querer queriendo o, como dice la tonada, sólo por el maldito parné.

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