La mano de hierro de Libia, cómo solían llamar a Gadafi, se quebró irremediablemente ante los disparos de la Otan y las fuerzas rebeldes. "No disparen, no disparen" fueron las últimas palabras de Gadafi, el hombre que gobernó durante 42 años el país árabe y que fue ejecutado ayer tras ser capturado en una alcantarilla.
"A quien nos llamaba ratas, tuvimos que sacarlo de la alcantarilla", dijo uno de los rebeldes al ver que Gadafi se escondía en una cloaca, en su pueblo natal, Sirte, como esperando inevitablemente que el destino culminara su obra a través de las manos de sus enemigos. De inmediato, las imágenes del exlíder libio herido, en el momento de su captura, se mostraron al mundo. Minutos después su cuerpo yacía inerte en la camioneta a la que fue obligado a subir, en medio de golpes, jaladas de pelo e insultos.
La temida Primavera Árabe cayó sobre él, pero con la inclemencia de un tormentoso invierno liderado por la Otan e impulsado por las ansias de democracia de los libios.
El operativo de dos meses, que culminó con la muerte del dictador, fue metódicamente planeado. Después de una persecución a su familia y la presión a distintos funcionarios que hacían parte de su régimen, el dictador se fue quedando solo.
George Wright, de la división de defensa del Pentágono de E.U., conoció detalles del operativo que compartió con EL COLOMBIANO.
Según él, la ayuda técnica prestada por la Otan, sobre todo en la función de rastreo, fue fundamental. Aunque niega que la Otan le dio el golpe de gracia a Gadafi, Wright reconoce que "sí asesoraron a los rebeldes durante el proceso".
Y es que los rebeldes libios tenían poca experiencia militar cuando iniciaron las revueltas contra el régimen de Gadafi, ocho meses atrás.
"Un reducido grupo de disidentes de Gadafi, que sí conocían un poco de técnicas de combate, los lideraron y la llegada de la Otan con armas y equipos sofisticados, les dieron la ventaja que necesitaban frente al régimen", aseguró.
Para Wright, la balanza se inclinó hacia los rebeldes cuando se tomaron Trípoli el pasado 21 de agosto. "Gadafi estaba acostumbrado a vivir en su fortaleza. Aunque era un hombre que conocía el desierto libio mejor que nadie, tenía 69 años y desde hace más de 40, cuando asumió el poder, no vivía unas condiciones tan adversas".
Tras la caída de Trípoli, Gadafi comenzó a buscar escondites improvisados. Sin contar con sus modernos búnkers, pues ya habían sido bombardeados, se ideó nuevas formas de escapar. "Disfrazado y de casa en casa, fue evadiendo a los rebeldes", narró el funcionario norteamericano.
Por eso el rastreo satelital, en el que prestó apoyo la Otan, fue crucial. "Aunque Libia es un país grande en extensión, su topografía es llana y permite identificar más fácil a un blanco que en un país extremadamente montañoso", explicó Wright.
El segundo paso en la operación de cacería a Gadafi fue cercar a sus familiares, obligarlos a delatarse entre sí y confundirlos con informaciones como las anunciadas muertes de sus hijos, algunas ciertas y otras no, pero que obligaban a Gadafi a hacer alocuciones públicas desmintiendo esos hechos. Con dichas apariciones, el rastreo se hacía más efectivo.
Cuando los rebeldes llegaron a su ciudad natal, Sirte, y encontraron la última férrea resistencia a Gadafi, mataron a cientos de mercenarios que estaban a su servicio. Otros simplemente se rindieron y huyeron. Al dictador solo le quedaron los hombres más cercanos por lo que se sospechaba de su presencia en esa ciudad.
Al sentirse rodeado, Gadafi intentó escapar pero un bombardeo al convoy en el que se transportaba, que dejó 50 cadáveres carbonizados, lo obligó a detenerse. El dictador fue impactado en sus piernas y en su cabeza, se refugió en una alcantarilla, pero hasta allí, llegaron las fuerzas rebeldes.
Mientras lo transportaban hacia uno de los vehículos, él intentó defenderse y forcejeó con sus captores, por lo que fue golpeado en la cabeza con las armas. Minutos después, circuló la imagen de su cadáver en aquel vehículo y llegó la confirmación de su deceso.
"Confirmamos que todos los males, además de Gadafi, han desaparecido de este querido país", dijo el primer ministro Mahmoud Jibril, en Trípoli, mientras el cuerpo del depuesto líder era depositado, como un trofeo de guerra, en Misrata, la ciudad que se convirtió en símbolo de los rebeldes.
Pidiendo clemencia, así terminaron 42 años de un dictador, de quien se afirmaba que no conocía la palabra perdón para sus opositores.