Ventidos años después de que los paramilitares vengaran el robo de 43 reses asesinando a igual número de personas de Pueblo Bello (Turbo), los familiares de las víctimas colocarán hoy 43 piedras talladas con el nombre de sus parientes desaparecidos en el Muro de la Memoria para que no sean olvidados y la masacre no quede impune.
Por primera vez desde que 60 hombres armados llegaron el 14 de enero de 1990 al corregimiento y sacaron de sus viviendas, las tiendas y una iglesia a decenas de personas, y tras seleccionar a 43 hombres (tres menores de edad), los trasladaron en dos camiones a una finca donde los masacraron, los familiares de estas víctimas se reúnen para honrar a sus familiares en un acto de memoria histórica.
Unos 100 familiares viajaron desde distintas regiones del país para reunirse hoy en ese caserío del Urabá antioqueño. Entre ellos Katy Fuentes, la hija de Wilson Uberto. Era un campesino que tuvo la desgracia de estar en el pueblo cuando incursionaron "los Tangueros", como se conocía en esa época al grupo de autodefensas liderado por Fidel Castaño, cuya finca Las Tangas sirvió de escuela de entrenamiento.
El campesino había llegado de Córdoba a Turbo a criar ganado y cultivar la tierra seis meses antes de ese domingo. Ese día lo sacaron de un almacén y luego de reunir en el pueblo a 43 personas los montaron en dos camiones con destino a una finca de Fidel Castaño, en Valencia (Córdoba).
"Allá los señalaron de colaboradores de la guerrilla, los torturaron y los asesinaron por el robo de 43 reses que, según dijeron, sacaron por Pueblo Bello y como nadie avisó la venganza fue matar a una persona por cada cabeza de ganado", relata Katy, mientras culmina los preparativos para el primer acto conmemorativo.
Los familiares de las víctimas acudirán a una misa y luego será el acto principal en el Muro de la Memoria, donde quedarán expuestas las fotografías y piedras talladas con el nombre de cada una de las 43 personas que mataron hace 22 años. Cada pariente tendrá una intervención sobre su familiar.
Katy dice que hoy recordará que "mi padre amaba trabajar la tierra, la ganadería. Era un buen hombre".
Siguen desaparecidos
El acto simbólico honrará a las víctimas de una de las primeras masacres atribuidas a los paramilitares en el país y revalidará la exigencia a las autoridades para que la matanza no quede impune.
José Daniel Álvarez, pariente de uno de los asesinados, dice que "lo más importante es encontrar los cadáveres de nuestros familiares, que nunca aparecieron".
Según la Fiscalía, seis restos óseos fueron exhumados de una fosa común e identificados de forma preliminar. La ubicación de los restantes aún se desconoce.
Las versiones distintas sobre lo ocurrido prolonga el sufrimiento de los dolientes. "Algunas personas de la región dicen que los cuerpos los tiraron al río, otros que están enterrados en la finca Las Tangas y hasta comentan que les echaron los restos a unos leones que tenían en una finca", afirma Katy Fuentes.
Las familias consideran que la impunidad marca este caso a pesar de confirmar que con la condena a 20 años de prisión proferida la semana pasada por el Juzgado Primero Penal Especializado de Antioquia contra Luis Omar Marín Londoño, alias "Cepillo", por los delitos de homicidio múltiple y desaparición forzada agravada.
La Comisión Colombiana de Juristas, que representa a las familias en el caso, precisa que seis personas han sido enjuiciadas por la masacre, de las cuales tres ya cumplieron penas y están libres.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó en 2006 al Estado colombiano por las violación de los derechos a la justicia y ordenó siete medidas, entre reparación y judicialización de los responsables de la masacre. Pero hoy las familias volverán a reclamar que solo se cumplió un acto de desagravio del Estado en marzo de 2009.
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