De repente una docena de mujeres y un quinteto de hombres comenzaron a zapatear como si de la alcantarilla hubiera salido un millar de cucarachas.
Aunque había varias canecas metálicas alrededor y grafitis en las paredes, no estaban en el parque del barrio. Tampoco en la esquina de la cuadra ni en un gueto de la ciudad.
Aquellos pisotones de señoritas sin tacones ni escote y de muchachos de sudadera desajustada y pañoleta de aderezo, vibraban en una academia de hip-hop en El Poblado, un tono más abajo de la Zona Rosa.
"Cuando van a matar un bicho no lo pisan con la punta del pie", indica Alexa para que sus alumnos descarguen con fuerza los tenis sobre la pista de baile que todos los días de la semana recibe pasos diferentes.
Que una vuelta por segundo en rodillas. Que estiren las manos como si abrieran una cortina. Que el vientre baje como si el ascensor en que subían se cayera. Que saluden al cielo como si tuvieran los ojos en los dedos. Que bailen como si su cuerpo fuera un pincel y cada paso le diera color a la música.
Luego de mentar a los insectos bailando street dance invoca a las pirañas. "Muévanse como si estuvieran en el Amazonas remando una canoa". Más adelante el movimiento desemboca en Jamaica donde nació este otro baile.
"Los pasos del dance hall son al ritmo del agua", insinuó mientras sus hombros iniciaban una ola que terminaba en los dedos y su pecho chapaleaba como si fuera una mojarra entre la red de un pescador en la orilla del mar.
Los organizadores de eventos suelen llamar a la academia para solicitar sus servicios de danza y siempre anteponen un prejuicio: "Necesitamos bailarines negros". Y cuando se topan con que el profesor es una mujer. Que no es trigueña y ni siquiera tiene los crespos hechos. Que no es del Chocó como para tener el tumbao . Que tampoco es latinoamericana como para manejar el swing . Y que es una alemana desgarbada y pálida, se desilusionan a primera vista aunque les jure que tiene el flow.
"¿Rap? ¿Street dance? ¿Hip-hop? ¿Cómo se le ocurre? ¡Si eso es de gamines!", exclamaron muchos padres de familia cuando se imaginaron que sus hijos e hijas terminarían con parado de maleante, agarrándose las axilas y con mirada de "valija".
No es tan simple como caminar encorvado, alzar la rodilla, fruncir el ceño y aparentar un mal genio. "A veces el mismo hip-hop excluye a la gente de estratos altos. Solo lo enseñan en las casas de la cultura y muchos jóvenes no suben a esas comunas", dice Alexa Gall quien desde hace tres años comparte en Medellín lo que aprendió en las clases magistrales de los pioneros de este género en Nueva York.
A pesar de que muchas de las contracciones en seco del street dance , los movimientos ondulados del dance hal l o las acrobacias del break dance se los podría enseñar gratis el excelentísimo maestro audiovisual, You tube , los cientos de jóvenes que de lunes a sábado bailan en Urban Flow cambian las pantallas por estar detrás de la profesora europea y de frente al espejo de la academia para seguirla en vivo y en directo. Y aunque podrían ser solistas de esta danza, el encanto está en la unión de la "gallada" porque al final de cada paso consumado se chocan las manos y los recibe su propio aplauso.
"El tubo es el parejo"
Como si sus piernas fueran hélices, Zully hace una figura en el aire y después de varias acrobacias desciende cuatro metros de altura a través de una barra delgada de metal.
"Cuando bailo siento como si un túnel se abriera en medio del pecho y pudiera viajar a través de mi cuerpo", relata la pionera del pole dance en Medellín quien, en compañía de Mónica, fundó la primera academia de la ciudad.
Salieron a "mochiliar" por Suramérica y en Argentina se encontraron con la idea que desempacaron meses después en Medellín.
Aunque ambas diseñadoras gráficas aprobaron con honores los cursos en Buenos Aires continuaron su aprendizaje dándole clic a los cientos de links del ya citado docente público, You tube; asistieron a la cátedra en Australia y asesoría de Inglaterra.
Las amigas comenzaron a antojarse, luego las conocidas, hasta que los vecinos del apartamento se quejaron de tantas desconocidas entrando y saliendo del salón social que ya contaba con los primeros seis tubos que importaron de Miami.
Cerca de 120 mujeres de todas las edades, estaturas, pesos y colores desfilan cada semana en traje de dos piezas alrededor de las catorce barras de la pista que le tiene prohibida la entrada a los hombres.
"Gira como si fueras aceite y te derritieras en la barra", dice Mónica mientras desciende con sutileza como si sus brazos y piernas no estuvieran haciendo fuerza.
"Bailá como si vos y el tubo fueran una sola", les explica y advierte que, durante las transiciones, giros e invertidos, el movimiento siempre debe ser femenino y jamás grotesco. "Alcen los brazos como si levantaran una telita suave y siéntanse como si fueran de aire".
El primer giro que les enseñan es el "Bombero básico" que empieza desde la cumbre que linda con el techo y se desliza como si enredara la manguera hasta el suelo.
Las alumnas avanzadas ya aprendieron a sostenerse en lo alto haciendo las figuras invertidas. Con el talón en la cadera como si tuviera un aguijón muestran el "Escorpión". Con los pies en punta como si fueran aletas recrean el "Delfín". Como si hicieran carrizo hacen una "silla". Y con los brazos abiertos y los pies entrelazados, el "Cristo". A lo largo de la sesión suspiran, se secan las manos con toallita para no lizarse y terminan con el pelo emparamado de sudor.
"Bailar implica animarse "a ser", en algunos casos supone superar vergüenzas, temor al ridículo y al hacerlo llega la victoria sobre uno mismo", enfatiza la academia Pin Up Girls.
El baile sin compromiso
Cuando la semana apenas comienza, el martes termina con una descarga de latinjazz que suelta chispas cuando se conjugan la batería, el teclado, la trompeta y el timbal en pleno centro de la ciudad.
Después de las 10 de la noche y hasta las 2 de la mañana del miércoles, este lugar no es recomendable para claustrofóbicos. Es ideal para hipotérmicos porque se acalora tanto como un sauna y es tan repleto como una piscina de Comfama los domingos.
Aunque la fachada dice "La Papayera", todos los que entraron antes de que le cambiaran el nombre todavía le dicen el "Eslabón prendido" a esta casa vieja y alargada, a una cuadra del parque del Periodista, que se convirtió en una parroquia de la salsa y la ermita del latinjazz.
Suena el silbato de la trompeta e inicia la Jam Session donde los instrumentos suenan sin partituras en atriles y siguiendo la inspiración divina del momento.
No hay humo de discoteca, tampoco se premia a la mesa más animada como en las rumbas crossover. El público no necesita pararse en las sillas para sentir que la danza los lleva a un punto más alto.
Los más tiesos son los gringos, europeos y asiáticos que también acuden al llamado como si fuera un atractivo turístico más de Medellín que no se podían perder. Aunque les embadurnaran el cuerpo con tierra de hormiguero para sacudirlos un poco, seguirían siendo los más "troncos" de la noche.
Son prescindibles los animadores que intentan subir la temperatura de la fiesta con el trillado grito de ¡Histeriaaa!
No necesitan preguntar ¿Dónde están los hinchas del Medellín? para integrar a los desconocidos. Ni redundan con el ¿Cómo la están pasandooo?
Las respuestas son obvias. Ni los de la barra están quietos porque llevaron maracas para desfogar el cosquilleo que el jazz latino causa en las manos.
Los bailarines de verdad pasan desapercibidos porque todos en la auto-pista de baile estrecha, fulguran, saltan, dan vueltas, se chocan, se conducen y se mueven como si el piso fuera el zaguán de un carnaval infernal.
Unos se amalgaman y se funden en gotitas de sudor. Otros siguen solos sin pareja y algunos simplemente bailan toda la noche juntos sin preguntarse siquiera el nombre.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6