Al principio fue incómodo. Confieso que quitarse la ropa delante de una mujer que apenas conozco no es nada agradable, más cuando examinaba cada parte del cuerpo con absoluto detalle como quien busca una señal particular.
No cruzó palabras. Procedió con la más despótica frialdad mientras recorría cada parte de mi cuerpo con sus manos. No es un recuerdo grato. Su cara era inexpresiva, como si lo que hacía fuera costumbre. Era toda una profesional.
Ella, después de palparme y mirar detenidamente cada rasgo característico de mis formas, se abalanzó sobre mí. Sentí un dolor como ningún otro. Sus manos agarraban con fuerza mi piel hasta que me hacía estremecer. Me miraba y con fuerza me apretaba una y otra vez.
Cerré los ojos. Desde lo más profundo me arrepentí de estar en ese lugar al que voluntariamente había llegado, sin presiones de ningún tipo.
Solo el sonido de una música suave logró apaciguarme. Ella, con fuerza, seguía tocando mi piel y haciendo con ella lo que se le antojara. Yo no podía hacer nada para evitarlo.
Pasaron cinco minutos. Escuché una voz con carácter que dijo: "¡voltéese!" Como quien está a merced de su amo, obedecí sin decir una palabra. Otros cinco minutos de tortura esperaron por mí sin compasión.
Terminó. Agradecí que lo hubiera hecho. Con voz fuerte y sin el más mínimo asomo de ternura, ordenó que me vistiera. Prometí no volver. Me despedí con simpleza. Ella dijo: "te espero el viernes". Tal vez, pensé.
Si usted, querido lector, ha estado en tratamientos para tratar de controlar su peso, sabrá entenderme. Nada es comparable con el dolor de los cientos de técnicas, masajes, pinchazos y todas las demás formas de tortura humana que terminan haciendo infeliz la vida de cualquier mortal.
Sabias nuestras madres quienes dicen que la belleza duele. Pero yo tengo otra teoría: es bello lo que es auténtico, lo que es real y natural.
Aunque mi tendencia a la hipertensión me obligue a acudir a los especialistas en las formas del cuerpo, siempre he pensado que no hay nada más bello que lo que inevitablemente el tiempo y la gravedad van formando.
Creo firmemente que el concepto de belleza cambia conforme al grado de madurez y experiencia de las personas.
Sé que la vejez y el paso de los años también son belleza, pero es aquella que se forma con la sabiduría y las huellas del alma.
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